Reporteros conversan afuera la funeraria Rudiño sin quitarse el cubrebocas. Sus pláticas giran en torno a las anécdotas que cada uno de ellos vivió con el difunto que es velado al interior del lugar. Sus recuerdos se mezclan con aquellos que comparten tres aficionados a la lucha libre que llegaron para despedirse del ídolo que marcó su infancia. Todos esperan ingresar para despedirse por última vez de Brazo de Plata, el entrañable Súper Porky.

Adentro, en la capilla, una máscara negra con antifaz plateado y dos cuadros con fotografías de su personaje luchístico resaltan junto al féretro de José Alvarado Nieves, quien falleció el 26 de julio víctima de un paro cardiaco. Coronas y arreglos florales adornan la capilla donde un sacerdote aguarda con buen humor a los hijos del fallecido para dar comienzo con una misa especial. “Era muy buena persona el señor José”, dice el cura a un familiar del luchador.

 

Tras haber dado una breve conferencia de prensa en un espacio contiguo a la capilla, Psycho Clown aparece sobre la acera de la calle. Sin máscara, pero cubierto con cubrebocas amplio y gorra, se dirige hacia el interior de la funeraria para montar guardia a su padre y dar inicio al rito religioso. Pero en la puerta es detenido por niños y niñas que lo han identificado. “Psycho, ¿me puedo tomar una foto contigo?”, le preguntan. “Claro que sí”, les responde.

Esa escena altera el orden de lo establecido en lo concerniente a un funeral. Y Psycho Clown, en vez de enojarse, consciente de que los pequeños todavía no dimensionan lo que implica la solemnidad del respeto al duelo, los atiende. Accede a todas las fotos que le solicitan los infantes. A la distancia, sus familiares entienden la situación y en ningún momento lo apresuran a entrar. 

 

 

Uno que otro adulto intenta hacer lo mismo que los niños, sin embargo apelan a la razón para evitarlo, alcanzan a comprender que no es el momento de ser imprudentes. Por si acaso se atreven a intentarlo, representantes de la prensa están expectantes de impedirlo a toda costa. 

A escasos metros, ansioso por darle el último adiós al ídolo de su adolescencia, un señor carga consigo una foto de la inolvidable lucha de máscaras entre Brazos y Villanos de 1988 en Monterrey, Nuevo León. En esa postal relucen los hermanos Alvarado Nieves recién desenmascarados y con sus rostros sangrantes. “Tu papá fue un grande, Psycho”, le dice en voz alta al Clown, quien se despide amablemente de todas las personas que permanecen afuera de la funeraria.

Mientras que al interior la familia de José Alvarado Nieves monta guardia solemne, afuera las anécdotas acerca de Brazo de Plata y/o Súper Porky no dejan de contarse. Lo cierto, y raro hasta este instante, es que nadie llora. Pese a que duele su partida, el gladiador que ha partido no desprende tristezas. Y eso probablemente se debe a que todavía no se ha comenzado a extrañarlo.

Psycho Clown, amable con los niños

Psycho Clown, amable con los niños