Pablo Guede pasó de ser el mimado creador de un sistema revolucionario al loco suicida que puede llevar a San Lorenzo a la ruina. Claro que hay medias tintas, pero el fútbol argentino parece no estar preparado para verlas.
Cuarenta días atrás, una ráfaga de ataque y goles dejaba malherido al Boca de Rodolfo Arruabarrena, le daba a los de Boedo su primer título del 2016 e instalaba en el ambiente futbolero la idea de que un entrenador titulado en España y con pasado en el ascenso, luego de mamar algo de la escuela que Marcelo Bielsa fundó en Chile, había sido enviado del cielo a la Primera División para dar una lección a quienes habían equivocado, o malentendido, el camino.
Cuarenta días después, tras la goleada sufrida ante Quilmes, un loco charlatán y presumido, que se creyó más que los jugadores por haber ganado un título de cotillón, cuyo único mérito fue un ascenso de la Primera B Metripolitana al Nacional y al que en Chile lo agrandaron más de la cuenta por clasificar a la Copa Libertadores a un equipo que, una vez en el máximo torneo continental, perdió por goleada todos los partidos.
Cuando todavía estaba dulce, el entrenador de San Lorenzo había manifestado no saber a qué le llamaba método Guede la necesidad mediática de construir leyendas donde nada existe. Y es que el fútbol argentino no está preparado para métodos que se salgan de la lógica de que todo lo que gana es consecuencia del trabajo y todo lo que pierde no sirve para nada.
Con el Ciclón lejos en el campeonato y último en la Copa Libertadores, algunos barras llegaron a la concentración para hablar con los referentes del plantel, mientras presidente y vice del club mantienen una disputa para ver quién la tiene más larga. Matías Lammens se vio obligado a reunirse con Guede, que manifestó que tiene las fuerzas y las ganas de salir del mal momento. Y pidió paciencia, una fórmula tan vieja como difícil de conseguir.
+Vértigo hay
+Tottenham quiere fichar a Calleri