Sebastián Balsas nació dos veces. Una en Uruguay, en un hospital como cualquier bebé que llega el mundo en brazos de una partera, y otra, 26 años después, en Buenos Aires, cuando teniendo un revolver en la boca los ladrones que se llevaban en una mochila la casa que le había prometido a sus padres decidieron no gatillar y lo dejaron tirado, desangrándose cerca de unas vías en Puerto Madero tras haberlo apuñalado.

Los futboleros uruguayos lo recuerdan como el delantero que en un verano se lo disputaron Nacional y Peñarol, en Zaragoza por ser el dueño del La Cava y en Argentina por ser el lungo que le marcó un gol a Boca en La Bombonera con la camiseta de San Lorenzo. “Pasaron 14 años ya y me siguen llamando”, recuerda desde el otro lado del Océano Atlántico mientras se hace un hueco en su agenda para charlar en exclusiva con BOLAVIP.

Retiro, depresión y reconversión a empresario

“Siempre me habían dicho compañeros más grandes que disfrutáramos porque cuando se terminara el fútbol no había nada parecido. Pero más duro es cuando el fútbol te deja a ti porque sin haber cumplido los 30 años un médico en Italia te dice ‘No me gusta decirte esto pero vos no podés jugar más al fútbol’. Ese 23 de diciembre de 2014 me estalló el corazón”.

Para ese entonces, Balsas jugaba en el Ascenso de Italia, lejos de las presiones del fútbol de primer nivel de Argentina o Uruguay en donde se había destacado. En su haber tenía dos operaciones de columna y una de rodilla, por lo que era consciente de que sus épocas de gloria habían quedado atrás. Su plan era poder seguir jugando, al menos hasta los 35 años, en un fútbol menos físico, pero su cuerpo le dijo basta antes de que su mente estuviera lista.

“Pensé en desconectar en un primer momento, descansar, pero no se puede. No tuve una depresión diagnosticada porque nunca fui a un médico ni a un psicólogo, que seguramente hubiera sido necesario por el tema del robo que había sufrido (en Argentina), pero como yo venía con unas vivencias que me habían hecho madurar muy pronto, yo me sentía muy fuerte. La teoría la sabía, quise salir solo, pero pasaba un día en el sofá jugando a la Play y pasaba otro y otro y se me iba generando estrés, ansiedad. Me preguntaba por qué había ido a sacar el dinero, si no me hubieran robado, si no me hubiera resistido, si no me hubieran apuñalado no hubiera sufrido tanto estrés, tal vez no hubiera tenido tres hernias sino una…”

La mente de Balsas no paraba de buscar porqués desde un sillón mientras los meses se consumían. “En ese momento es uno consigo mismo y cuando una persona no está bien… Yo era de proteger mucho a los míos y no era de expresar. Me puse muy flaco, se me hizo una calva en la nuca por el estrés“.

La situación se fue profundizando, hasta que habló con su hermano. Germán estaba trabajando en la cadena Canterbury de España que ofrece locales gastronómicos de día y tragos de noche. Balsas había trabajado en un bar siendo adolescente, su padre había atendido un bar durante años en Uruguay y entonces fue por el nuevo proyecto. “Le dije que necesitaba hacer algo para ocupar la cabeza”.

Así, el ya ex futbolista compró un porcentaje de la sociedad y arrancó con todo. Primero incluso como un empleado más, sin cobrar sueldo, solo para aprender: “Yo no sabía armar un cortado o un café con leche, ¿cómo iba a ir a liderar el proyecto?”. Aquella incursión lo catapultó a donde esta hoy, en Zaragoza, siendo dueño de su propio local y socio de la franquicia. Allí aprendió a manejar un negocio y pudo disfrutar lo que su padre no.

El local gastronómico La Cava de Balsas en España.

El local gastronómico La Cava de Balsas en España.

Sebastián vivió el contraste en primera persona de lo que es emprender en ambos lados porque cuando era niño la crisis de comienzos de Siglo puso fin al negocio de su familia. “Mi abuelo tenía un bar en Uruguay, el Bar Caballero y mi padre trabajó toda la vida ahí, durante 20 años hasta que vinimos para España cuando yo tenía 15 años. Yo cuando era chico, llegaba al bar y tenía que esperar media hora para saludarlos, pero después viví la crisis total que entraba al bar y no había nadie. Ahí vi a mi padre envejecer 10 o 15 años“.

“Un día llegué de entrenar en inferiores de Nacional, le cuento algo, no me contesta, le empiezo a decir ‘¡Papá!’ varias veces y no me contestaba. Ahí cuando lo miro, en lugar de 39 parecía que tenía 60. Con barba, no me contestaba, estaba ido. Estaba atrapado y no sabía qué hacer. Tenía cuatro hijos pequeños, mis hermanas tenían 9 y 10 años, mi hermano y yo 14, plena crisis, no funcionaba nada“, recordó sobre aquella época en la que estudiaba por la noche junto a adultos que desesperadamente buscaban trabajo y no tenían monedas siquiera para el colectivo.

“Mi padre tenía un dinero ahorrado con mi mamá y se lo gastaron. Vendieron los dos coches que tenían, mi mamá tuvo que dejar de criarnos para salir a trabajar cuando mi padre no le pudo pagar más a la cocinera del bar. Viví todo eso y también viví cuando me vine a España con 15 años y a los 16 ya trabajaba en una fábrica de colchones“, rememoró.

Sebastián Balsas junto a los socios fundadores de Canterbury y su hermano, Germán.

Sebastián Balsas junto a los socios fundadores de Canterbury y su hermano, Germán.

“Lo que es España o Europa comprado con Argentina o Uruguay que cada tanto viene una hecatombe que a veces dura mucho más de lo que uno espera y por mas que trabajes, tengas iniciativa, es muy difícil. Porque de repente entra una persona y le pega tres tiros en el pecho a un trabajador para robarle y ¿cómo podés ir al otro día a levantar la persiana? Es imposible. Entonces claro, todo eso lo viví y por eso un poco cuando me abrieron las puertas acá dije, vamos a apostar. Jamás me imaginé que años después íbamos a tener 6 bares y la amistad que tenemos”, analizó.

Hoy, desde Zaragoza, sigue viviendo una situación divertida que se repite porque cuando entra al local algún argentino futbolero que lo reconoce, le dice: “Balsas, vos le hiciste el gol a Boca en La Bombonera”.

El gol de Balsas a Boca en La Bombonera con San Lorenzo

En septiembre de 2010, el San Lorenzo de Ramón Díaz llegó invicto a La Bombonera para visitar a Boca con la misión de ganar para ser puntero del Apertura de ese año. Y en la previa, la gran duda en las formaciones era qué iba a pasar con Balsas.

El goleador uruguayo de 24 años había llegado como refuerzo de Nacional y con la camiseta azulgrana le había anotado un gol a Racing, por lo que había entusiasmo por lo que podía dar en ese encuentro. Pero en la previa el delantero había sufrido una grave lesión.

El lunes anterior entrenando, me partí la tibia. Estábamos saltando con peso y yo tenía un leve esguince, entonces saltaba con una pierna sola. Pasa el profe y me dice ‘¿Qué pasa que no saltás con la otra, flaco?’. Los jugadores tenemos eso de no acusar lesión, entonces salté la primera, me dolió, salté la segunda y me pegué con la tibia en el filo del banco de manera y me partí la tibia, me dieron no se si 11 o 12 puntos”, relató. Los médicos coincidían en que no iba a poder jugar contra Boca, pero Balsas no quiso dejar pasar la chance y fue a hablar con Ramón: “El jueves le pedí por favor que me concentre. Les dije a mi tío, mi tía y mi prima que vengan (desde Uruguay) porque iba a ir al banco”.

Pero pese a las ganas, el cuadro era claro: “El viernes empiezo a trotar sin pelota y mis compañeros se reían porque parecía un perro al que le habían pisado la pata. El sábado salí a trotar por la mañana, pero me dolía muchísimo. Ramón me preguntó si me la bancaba, ‘Estoy para los 90’, le dije. Era imposible, pero yo quería estar en el banco“.

Lo cierto es que el Pelado apostó por él y cuando llegaron al vestuario anunció la formación: “Menseguez y Balsas arriba. Mis compañeros se quedaron mirando diciendo ¿esto como es?”, recordó entre risas. El tema fue que al calentar, todos advirtieron que no podía trotar y varios de sus compañeros, como el Burrito Rivero, Guillermo Pereira, Diego Placente y Pipi Romagnoli se le acercaron a pedirle que fuese sincero con el DT y no jugara.

Pero Balsas se negó, recibió un pinchazo en la zona, le colocaron una protección de silicona y a la cancha. “Salí rengo, pero era un sueño cumplido”.

Es que Sebastián, antes de ser jugador profesional, había sido un amante del fútbol y uno de sus sueños era jugar en La Bombonera, mientras que Martín Palermo, 9 de Boca por entonces, era uno de sus ídolos. “Él estaba por batir el récord de ser el máximo goleador y con cada gol que hacía le iban tachando la cuenta. Cuando salió Boca, se cayó la cancha. ‘Paaaaleeeermoooo’, y yo lo cantaba también por dentro y con la boca cerrada, con admiración. Pensando, ‘Te lo merecés, qué lindo esto’. Si llegaba a cantar con la boca abierta, Ramón me sacaba y los hinchas me linchaban“.

Lo cierto es que cuando arrancó el partido, Balsas se olvidó de la lesión y se despachó con un gol y una asistencia que incluyó una corrida desde su propio campo hasta el área rival aguantando por detrás la embestida de Clemente Rodríguez.

“Me acuerdo que Tinelli a la noche usó una gigantografía mía y hacían como que Clemente no me alcanzaba. Fue increíble”,contó entre risas sobre lo que significó verse como protagonista de aquel programa que solía ver de niño con su familia: “Si alguien sabe dónde está esa gigantografía mía, la quiero”.

Balsas jugó todo el partido, se aguantó una patada que describe como “mala leche” de Juan Manuel Insaurralde, que le rompió la canillera que le protegía los puntos de sutura y fue la gran figura. Y todo nació por el respaldo del DT que lo dejó jugar los 90 minutos: “Ramón me hizo sentir el jugador más importante del mundo yo ese día me sentía Ronaldo. El arma más fuerte que tiene es el convencimiento, sin lugar a dudas”.

El festejo de Balsas tras su gol a Boca en referencia a los puntos que le habían dado en la tibia.

El festejo de Balsas tras su gol a Boca en referencia a los puntos que le habían dado en la tibia.

Asalto en Buenos Aires y volver a nacer

En mayo de 2012, Sebastián Balsas jugaba en Argentinos Juniors y debido a las restricciones del cepo cambiario había visto severas complicaciones para cobrar el sueldo en dólares que había firmado. En este contexto, le pidió a un compañero que lo acompañara a retirar el dinero del banco para cambiarlo a la moneda extranjera y poder con eso comprar la casa que le había prometido a sus padres.

Los hechos a continuación son relatados en primera persona por el ex futbolista. Hasta el día de hoy no hay detenidos ni culpables.

Alguien me vendió, nunca voy a saber quién, pero por supuesto que alguien fue. Yo salí del banco con una mochila, el día anterior le había dicho a Sergio Escudero, que era el capitán, entonces entrenábamos juntos y me acompañaba al banco. Entonces él se quedó esperando en el coche, yo entré. El día antes, tuve que llamar al banco para decirle que iba a sacar tantos pesos argentinos.

Salí con una mochila, entré al coche, estuve durante 10 calles yendo para el cambio y yo venía mirando por el espejo retrovisor, cuidándome. En un momento teníamos un coche adelante, estábamos frente al Luna Park, muy cerquita, lleno de coches. Eran las dos de la tarde y nos encañonan de las dos ventanas a punta de pistola. Yo lo primero que le digo a Sergio es que no abra, nos amenazan que nos van a tirar y bueno él termina abriendo. A él lo tiran para la parte de atrás y uno se pone a conducir, el otro me pone el revolver en la boca del estómago y me dice ‘si te movés, te mato’. Yo había quedado en el medio de los dos.

En ese momento yo me repito a mi mismo ‘Tranquilo Seba, es solo dinero’, pero en un momento en vez de pensar que era dinero pienso en la casa de mis padres, porque yo les había dicho a mis padres que quería cumplirles el sueño de comprarles una casa y mi padre estaba sin trabajo en España. En ese momento se me cruza el cable, pego un volantazo con una mano y con la otra le pego un puñetazo al copiloto y el que está manejando me corrige con las dos manos y frena. Yo empiezo forcejear y a pelearme con el copiloto y le dice al que está manejando ‘Matalo, matalo, matalo’. En ese momento con la mano izquierda me saca el arma y yo con mi mano izquierda forcejeo con su arma y con la derecha con el arma del copiloto.

En eso le grito a Escudero ‘Matalos’, para que me ayudar a pegarle a alguno de los dos, miro hacia atrás y Escudero estaba desmayado. Entonces el que estaba en el volante me saca un cuchillo de la entrepierna, me tira, yo levanto la pierna izquierda y me da y me saca. Vuelve a tirar, vuelvo a levantar la pierna, me pega y me saca, me vuelve a tirar más arriba, a al boca del estomago, y ahí yo suelto las manos, suelto las armas y es cuando me da en el brazo. Me tiro para atrás, el copiloto me pega, me pone el revolver en la boca y ahí es cuando pienso que se terminó. Ahí pienso que ya está.

Él arranca, porque estábamos en mitad de Puerto Madero. Hubieron varias denuncias en el momento porque me parece increíble que habiendo que creo solo tres salidas y siempre estando lleno de policías parecía zona liberada. Porque entre el forcejeo y el tráfico que había es alucinante como no quisieron dar con nosotros porque sino es imposible. Estaba preparadísimo.

Y bueno, ahí empiezan a conducir, y recuerdo que nos dejan tirados cerca de las vías de un tren. Cuando frenan, frena otro coche detrás, le dicen a Escudero que ya había recobrado la consciencia que me saque de los brazos por la parte de atrás. Me saca de los brazos. Yo pensé que me iban a matar porque estaban a cara descubierta los dos, yo estaba perdiendo mucha sangre y analizaba que si no me mataban las heridas, me estaban robando mucho dinero ‘No me van dejar vivo y me van a rematar’. Mas como es en Argentina que te matan por una moto o por un celular.

Siendo en ese momento el 9 de Argentinos Juniors creo que sabían que si había un cadáver ahí si tenían que dar vuelta Argentina para encontrar un culpable porque no lo iban a poder tapar así nomás. Por lo que es el fútbol, si bien yo no era Martín Palermo, habiendo jugado en San Lorenzo y siendo titular en Argentinos Juniors, no hubiera quedado en la nada. Creo que eso me salvó la vida.

Escudero estaba en el suelo muy mal, lo levanté, no teníamos ni teléfono nada, quedó todo en el auto. Le dije ‘dale porque me muero’. Me saqué el buzo que tenía, me hice un torniquete en la pierna que por dos milímetros no me pinchó una arteria. Tenía el vaquero ensangrentado total. Y echamos a andar, hasta que nos vio una persona que nos conoció, llamó a la policía, la ambulancia y ahí me llevaron a que me cosieran y me hicieran una transfusión.

Al hacer la denuncia, el jefe de la comisaría le reconoció a Balsas que posiblemente los delincuentes eran policías, y le dijo: “Menos mal que no les tiraste, porque si los hubieras matado hubiera sido peor”.