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ENTREVISTA EXCLUSIVA

Mano a mano con Darío Franco: las locuras de nunca contadas de Bielsa y el gesto de Maradona en la Selección

Bicampeón de América con Basile, ídolo en México y DT nómade, el exvolante repasó sus mejores anécdotas con el Loco.

San Luis de Quillota, uno de los equipos chilenos que dirigió Darío Franco.
© imago images / PhotosportSan Luis de Quillota, uno de los equipos chilenos que dirigió Darío Franco.

No es fácil encontrarlo. Porque siempre anda de un lado a otro, mudando sus desafíos de acá para allá. Su hogar, lo dice y se emociona, es Cruz Alta. Pero como tantos entrenadores, Darío Franco se ha convertido en un nómade del fútbol. No parece incomodarlo andar suelto de valijas porque sabe que allá en Córdoba está mamá Marta y el museo que sus tres hijos le armaron en su hogar natal. Las camisetas de sus equipos y por supuesto las inolvidables de la Selección. Campeón de América en el 91 y el 93, todos lo recuerdan más por aquella fractura que marcó su carrera hace ya 31 años.

No sólo se emociona cuando habla de Cruz Alta durante la entrevista con BOLAVIP. También cuando habla de la persona que más lo marcó en su carrera. Las anécdotas sobre Marcelo Bielsa le brotan de la boca mientras sonríe y se puede ver lo mucho que disfruta recordando esos inicios que le dejaron huellas imborrables. Cómo lo encontró, cómo lo acompañó -primero como jugador y después como DT-, cómo lo guía en cada paso que da, estén en contacto o no.

La relación comenzó cuando era apenas un purrete jugando para Newberton (hoy Newbery & Everton) un amistoso en Casilda. Hasta allí había ido un joven Marcelo, DT de las Inferiores de Newell’s.  “Nos ve jugar a Totito (Eduardo Berizzo) y a mí. Estaba Marcelo, estaba el papá de Toto, mi papá, Eduardo y yo. Nos dice -tenía el pelo largo Marcelo, sí-. ‘La verdad que los vi jugar y yo les quisiera preguntar si les gustaría jugar en Newell’s’. Yo sorprendido le digo ‘y la verdad que no sé’, así bastante tímido. ‘Ah, eso es preocupante’. Y ahí quedó. La semana siguiente nos fuimos a hacer una prueba, ahí nos vio Jorge Griffa y ya quedamos”.

Pese a que con Berizzo comparten año de nacimiento (él también es de Cruz Alta), no volvieron a jugar juntos hasta llegar a Reserva. Sin embargo, Darío y Bielsa sí compartieron todos esos años. Y luego los tres llevaron a la Lepra a lo más alto.

LA ENTREVISTA COMPLETA CON DARÍO FRANCO:

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¿Cómo era ese primer Marcelo Bielsa?

Insoportable. Cuántas cosas por contar. Ya en aquella época, en el año 84, entrenábamos de lunes a viernes: las demás categorías, de martes a jueves. Nosotros empezábamos a las 2 y nos íbamos a las 6. Las otras empezaban a las 3, se iban a las 5. Llevaba el televisor con la videocassetera incorporada. Ya nos mostraba videos del Barcelona en aquella época. Las charlas técnicas duraban dos horas literal. El club no tenía elementos, materiales. Estacas, por ejemplo. Y a él se le ocurrió hacernos llevar a cada uno un palo de escoba. Yo recuerdo con la mano izquierda agarrado del colectivo, para no caerme, y con la otra, apretar fuerte el palo de escoba. El después las llevó, les sacó punta y terminó siendo una estaca.

-¿De qué Barcelona estamos hablando?

-Estoy hablando de 1984, 1985… ¿Qué jugadores estaban en el Barcelona en ese momento? Habría que preguntárselo a él. Un adelantado. Después, en el día a día, durante los entrenamientos era sumamente exigente. Te levantaba siempre la voz y por ahí, después, se arrepentía y ya te trataba de otra manera. Yo me acuerdo mucho del “¡Pero carajo, Darío!”, porque me equivocaba en algún ejercicio. Y después te decía “bueno, dale, Darío, dale”. Reconocía. Pero había que soportarlo.

Un joven Bielsa con Darío Franco a la izquierda y algunos otros nombres reconocidos: Gamboa, Pochettino y Berizzo. Foto: El Gráfico.

Un joven Bielsa con Darío Franco a la izquierda y algunos otros nombres reconocidos: Gamboa, Pochettino y Berizzo. Foto: El Gráfico.

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Aquel proyecto de Bielsa en las Inferiores de Newell’s que tan buen rédito le dio al poco tiempo no sólo incluyó aquellos palos de escoba devenidos en estacas. También la búsqueda de un lugar para que aquellos futuros cracks se formaran. “El había conseguido entrenar en el Liceo Aeronáutico de Funes, muy cerca de Rosario. Y en ese lugar armó una concentración. Concentramos en habitaciones donde estaban los chicos que estudiaban en ese lugar y me acuerdo que había un pasillo largo donde él hizo llevar un metegol, algún ping pong, algún billar. Eso le generaba cero gasto al club”.

La llegada a Primera

Franco lo tuvo en Quinta, Cuarta, Cuarta Especial y Reserva, antes de llegar a la Primera de la Lepra. Lo fue viendo formarse como entrenador, capacitarse, enloquecer de a poco. Y no se olvida de aquella primera charla cuando se hizo cargo del equipo principal: les marcó el camino a grandes y pibes.

“Me acuerdo que el primer día empezaba la pretemporada, llegamos al entrenamiento y lo vemos que estaba con los más grandes. Eran la menor cantidad, estaba el Tata Martino, Scoponi y el Chocho Llop y creo que estaba Zamora. Allá a 100 metros, bajo unos árboles. La gran mayoría del plantel éramos todos menores, chicos. Después nos enteramos que en esa charla les dijo a los mayores, de esta manera: ‘Ustedes se tienen que adaptar a aquel grupo’. Y nos señaló a nosotros. ‘Mi base son ellos, ustedes se tienen que adaptar a aquel grupo de jugadores‘”.

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Sus primeros tiempos en Newell’s. Foto IG.

Sus primeros tiempos en Newell’s. Foto IG.

“Al principio les sorprendió mucho. Después tuvo algunos encontronazos con Scoponi, por ejemplo. Marcelo no concentraba, pero no porque no quería, sino porque él estaba todo el tiempo viendo videos, buscando herramientas para nosotros, buscando soluciones todo el tiempo. Un día terminamos una charla y Marcelo dijo: ‘¿alguno quiere preguntar algo, decir algo?’. ‘Si, yo. Marcelo, ¿vos por qué no concentrás con nosotros?‘. Le explicó y después le dijo: ‘Y por favor no me tutée que yo lo trato de usted’. Esos arranques propios de él, de su temperamento”, relata y se emociona de nuevo.

Porque así como Bielsa tenía sus salidas, sus arranques, sus contestaciones, también les daba una contención que no son moneda corriente. Y por eso Darío lo recuerda al borde de las lágrimas, en especial cuando Bielsa se acercó a su casa familiar de Cruz Alta un día muy doloroso para él.

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“El día que falleció mi papá, ese es un gesto que lo describe. Llegó a Cruz Alta y golpeó la puerta de mi casa, fue con un chofer. Le hizo esperar el chofer arriba a la chata”. Se emociona. Hace una pausa. Respira. Y sigue.

“Lo primero que me dijo después de saludarme: llame a su mamá que la quiero saludar. En todo ese tiempo que nosotros tuvimos en Inferiores, nuestros padres iban a ver los partidos. Entonces, a mis papás, los papás del Toto y de los demás chicos los conoció a todos, dos o tres años, cada fin de semana. Entonces, quieras o no, les agarró cierto cariño. Y si vos hoy le preguntás, se acuerda del nombre de todos nuestros padres y madres. Increíble. Ese gesto: ‘Darío, por favor, llamá a tu mamá’…”.

El lado Bielsa de la vida

Las anécdotas se entrelazan, van fluyendo. Se nota que el exvolante disfruta repasando aquellos tiempos. Es que fueron sin dudas tiempos de gloria. Aquellos seis meses de su vida lo marcaron: un título con Newell’s a fines del 90, la venta a España, llamado a la Selección de Basile, los primeros goles, la Copa América. Y un duro golpe que -además de fracturarlo- lo bajó a tierra.

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Con Bielsa en Newell’s. foto El Gráfico.

Con Bielsa en Newell’s. foto El Gráfico.

Aquel diciembre de 1990, Bielsa llegaba a lo más alto de la mano de sus muchachos, de aquellos pibes que se sumaron a un plantel de experimentados. La definición fue en cancha de Ferro, ante San Lorenzo, mientras que del otro lado se enfrentaban River y Vélez (el día del retiro del Pato Fillol). El partido de la Lepra finalizó antes y es por eso que todos se quedaron en cancha escuchando por radio el resultado que los consagrara. Todos, claro, menos Bielsa.

“Terminó el partido y se fue. Salió caminando del estadio. Y nosotros todos en el banco. Y él empieza a caminar, entonces cuando escucha los gritos se vuelve… también”. Frena, se emociona otra vez. “No, no. Fue muy, muy emocionante. El ¡Newell’s, carajo!’ es a partir de una expresión de él, creo que está a cococho de alguien con la camiseta”. El Loco volvió al estadio y festejó con los suyos la gloria del título. Para cuando fue la definición ante Boca, el 9 de julio del 91 y por penales, Franco ya estaba en España.

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Directo a Zaragoza

“A mí en seis meses en el fútbol argentino me pasó lo que a otros jugadores no sé si les llega a pasar en toda su carrera. De enero del 91 a junio del 91. Me citan a la Selección, debuto, anoto el primer gol en la cancha de Central. Durante los seis primeros partidos de la Selección soy el goleador porque metí seis. Vamos a jugar a la Copa América en Chile. Salimos campeones, tengo la suerte de meter goles. Ya durante la Copa me compra Zaragoza. No me olvido del gol que meto en Wembley, que es un gol bastante importante y lindo de recordar, cuando lo miro y lo recuerdo ahí tenía un poquito más de pelo. Me caso. Es un montonazo”.

Darío Franco y el Turco García convirtieron los dos goles en Wembley. (foto web)

Darío Franco y el Turco García convirtieron los dos goles en Wembley. (foto web)

-¿Se notaba mucho la diferencia de estilos, de formas quizás de entrenar?

-Sí, claro. Nada que ver. A Basile le destaco mucho la capacidad que él tenía para elegir a los jugadores y después la tranquilidad que nos daba a la hora de jugar. No te llenaba de indicaciones, era bastante simple. Muy diferente a Marcelo. Confiaba más en la impronta que le podía dar el jugador que en el funcionamiento que él le podía dar al equipo. Y así le funcionó.

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-¿Cómo fue esa primera Selección del Coco?

-No arranqué siendo titular, sus volantes eran Gustavo Zapata y Leo Astrada. Lo recuerdo porque me fui ganando mi lugar hasta que terminé siendo titular. Inconscientemente lo disfruté. Todo lo lindo también que me pasa en Argentina, con la Selección desde el gol en mi debut. Los posteriores goles también con Estados Unidos, contra Inglaterra. No te digo que durante los primeros seis o siete partidos que habíamos jugado, iba goleador con Bati. Batistuta y Franco los goleadores de la Selección Argentina. No es poco.

Le convirtió a Hungría, Brasil, Estados Unidos e Inglaterra por amistosos. Y en la Copa América del 91, la que rompió la racha de 32 años sin ganarla, le hizo otros dos a la Verde Amarelha. Pero en el 93 las buenas se cortaron abruptamente. Una entrada de Marco Sandy a Franco en el partido debut de Argentina ante Bolivia le fracturó tibia y peroné de la pierna derecha.

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-¿Volviste a hablar con Sandy?

-Si, fue a visitarme, al otro día. Entró y me dijo “te quiero pedir disculpas”. Vos no me lastimaste, yo choqué con vos. Yo lo tomé bien. “No, porque tus compañeros me insultaron durante todo el partido”, pobre. Pero yo le dije, tranquilo que yo sé que no fuiste con mala intención. Fue un choque. Me hizo palanca.

Y otra vez se cruza Bielsa en la charla: “Cuando yo me fracturo en la Copa América en Ecuador, me llama por teléfono al hospital y me dice: ‘Hola, Darío, le habla Bielsa. Escúcheme’. ¡Escuche la pregunta! ‘Escúcheme, ¿usted me puede decir qué carajo hacía en ese sector de la cancha?’. Claro, yo estaba jugando, jugaba de 8 y había ido a presionar allá bien arriba, había robado la pelota y me metí al área, casi en el córner. Y ahí choco con Sandy y me lastimo. Y él en vez de preguntarme cómo estoy, cómo se siente, no, jaja”, se divierte.

-Cuando ves los partidos de él o las conferencias, ¿te sentís familiarizado?

-Sí, totalmente. Él tiene un muy buen vocabulario, mucha gente yo creo que no lo entiende, por eso los comentarios que hacen de él, es porque no lo entienden. Y no lo conocen. Es un lujo escucharlo.

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Franco en su mejor momento: con la Selección en 1991. Foto IMAGO.

Franco en su mejor momento: con la Selección en 1991. Foto IMAGO.

Pone fast foward en el relato y aprovecha para contar sus encuentros posteriores (siempre volviendo a Bielsa) y cuenta del fax que le envió cuando fue campeón en México. O las veces que pudo presenciar sus entrenamientos como DT de la selección de Chile. “Un día, que estaban entrenando pelota parada, me sacó a caminar. A él le gusta caminar, cuando charlás le gusta sacarte a caminar. A lo mejor caminás 10 kilómetros y no te diste cuenta. Caminaste, y todo lo que hablaste durante esos 10 kilómetros”.

Y también recuerda aquella pregunta que suele hacerle cada vez que hablan: “Cuando uno habla con él tiene que estar preparado para responder muchas preguntas. La primera es, en aquella época: ‘¿Darío, usted es feliz?’. La primera pregunta. Y después ya venían las preguntas de fútbol”. 

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Maradona siendo Maradona

El relato vuelve a la línea cronológica de su carrera. Especialmente a aquel 17 de junio del 93 que para Darío Franco fue el inicio de una cuenta regresiva: el camino en subida hacia el Mundial 94. Hasta allí había sido fundamental en el esquema del Coco pero la lesión le hizo retroceder varios casilleros. Colombia, el repechaje, el regreso de Maradona y la decisión de Basile de citar a un joven Ariel Ortega en su lugar.

Vázquez, Caniggia y Franco en el Mundial 94. El cordobés acompañó a la delegación. Foto Web.

Vázquez, Caniggia y Franco en el Mundial 94. El cordobés acompañó a la delegación. Foto Web.

“Desde ese momento que me lesioné, hasta el día que Basile me dijo que quedaba afuera, allá en Israel hice hasta lo imposible por poder estar. Después, fue una decisión de Basile, entendible. Ahora que soy entrenador la entiendo mucho más. Cuando me dijo que quedaba afuera, me levanté y me fui llorando a mi habitación. Lo normal. Ese día cuando sale en la tele que yo soy el número 23, un periodista, no me acuerdo de qué medio, llamó por teléfono a mi mamá. Cualquier madre hubiese reaccionado como reaccionó a ella. ¿Qué dijo Marta?
‘Lo que pasa es que Darío quedó afuera del Mundial porque Maradona le arma el equipo a Basile’. Y yo estaba allá. Yo me había quedado, decidí quedarme. Fue una locura. Le digo a Ruggeri, ‘Oscar, quiero hablar con Maradonapor esto que dijo mi mamá’. ‘Quedate tranquilo, no pasa nada’. ‘No, no, pero yo quiero hablar’. Un día terminamos de cenar, bajamos, salimos a caminar en la puerta del hotel y me agarra: me dice ‘vení Franquito’, me abraza, él petisito, yo más grande. Le digo ‘mira, Diego, te quiero pedir disculpas por lo de mi mamá’. Cuando le digo así, me dice ‘no te preocupes, si a mi mamá en el ’78 -que es cuando él queda afuera- le hubiesen puesto un micrófono, hubiese dicho lo mismo’. Entonces ahí yo ya me relajé. Fue tremendo”. Un Diego muy Diego.

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Y se quedó en Israel y luego viajó a Estados Unidos con el equipo, aquel que se lució con Grecia y Nigeria pero tras el doping positivo de Maradona todo se diluyó y terminó eliminado ante Rumania. “Estábamos conscientes de que había buen equipo. Había buen material como para salir campeones. El Mundial, el inicio que tuvo, esos primeros tres partidos que tuvo Argentina fue lo que nos ilusionó, no solamente a los que estábamos allá, sino a todos los hinchas. Ese equipo jugaba bien, metía muchos goles, goleaba, ganaba, todo bien hacía”.

Amor a la mexicana

Atrás quedó su etapa en la Selección y con ella su tiempo en Zaragoza, donde había nacido además su hijo Emiliano, el mayor (hoy en San Telmo). En México nacieron otros amores: David, en Guadalajara (hoy jugando en Argentino de Monte Maíz), en su etapa como jugador en Atlas. Y Camila en Morelia. México, entonces, se convirtió en su segundo hogar.

Con sus hijos tras su retiro. Foto IMAGO

Con sus hijos tras su retiro. Foto IMAGO

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Pasó dos años y medio en Atlas, donde nuevamente se cruzó conEduardo Berizzo. Y luego otros siete en Club Atlético Morelia (luego llamado Monarcas Morelia) donde fue capitán y campeón en el Invierno 2000 y subcampeón en el 2002 y 2003, y luego también entrenador del equipo. Para homenajearlo, tras su retiro en 2004 decidieron retirar el número 58, la particular casaca que utilizaba el cordobés.

Allí en México, además, comenzó su carrera como entrenador: Morelia, Tecos, Atlas, San Martín de San Juan, Instituto, Universidad de Chile, Aldosivi, Defensa y Justicia, Colón, San Luis (Chile), Olmedo (Ecuador), Gimnasia de Jujuy, Deportivo Binacional (Perú), Almirante Brown y su última experiencia en Quilmes, con el que tenía el sueño de ascender. Un sueño que persigue desde que con La Gloria estuvo a un pasito.

Tras el final del Clausura mexicano, en 2004, Darío Franco se despidió del fútbol. Foto IMAGO

Tras el final del Clausura mexicano, en 2004, Darío Franco se despidió del fútbol. Foto IMAGO

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Aquel inolvidable Instituto

“Si bien nosotros perdimos el ascenso, lo perdimos en dos semanas. Perdimos con Ferro, que si lo ganábamos ascendíamos de manera directa. Y después a los tres días jugamos el primer partido de Promoción con San Lorenzo, lo perdimos 2-0 local. Y al siguiente fin de semana, empatamos 1-1 acá en cancha de San Lorenzo. San Lorenzo se quedó en Primera y nosotros no pudimos ascender.
Imaginate si yo me voy a amargar -que me amargué- pero voy a poner por delante esa semana a todo el año lindo que hicimos, que fuimos el equipo que más veces fue primero, que batimos récords de gente cuando jugamos con River en el Kempes, que todo el mundo durante todo el año habló de ese equipo. Que el equipo jugaba bien, metía muchos goles y ganaba. Ni hablar de lo de (Paulo) Dybala. Después todos esos jugadores o la mayoría se fueron a mejores equipos. Mirá todas las cosas lindas que te conté. Y todo lo que vivimos nosotros en el día a día, eso es impagable”, recuerda ahora, a la distancia.

Darío Franco y Dybala estuvieron cerca de ascender con Intituto. Foto Instituto ACC

Darío Franco y Dybala estuvieron cerca de ascender con Intituto. Foto Instituto ACC

-¿Tenés el recuerdo de la primera impresión cuando lo viste a Dybala?

-Sí, como es ahora, muy nene. Tiene cara de nene todavía. A veces hablo y es muy tranquilo, muy pausado, muy tímido. Creo que es lo más grande que tiene. Como futbolista es grandísimo, ya lo sabemos, pero lo hace ser más grande todavía su forma de ser muy humilde. En aquel momento cuando empezó a jugar, empezó a meter goles, siguió viviendo en la pensión y a los seis meses se mudó a un departamento con uno de sus hermanos. Y a los seis meses ya lo habían vendido, ya lo había comprado un grupo de empresarios y al año se fue. Anduvo tan bien que explotó en muy poco tiempo. A él también en seis meses le pasaron un montón de cosas muy, muy lindas.

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Sus ojos celestes cristalinos se inundan otra vez. Vive cada recuerdo a flor de piel, no cuenta las anécdotas: las revive. Y la charla, que se extiende por más de una hora, podría ser más aún porque las historias son infinitas. Sueña con quizá algún día llegar al Coloso como DT y quién dice, ahí en el Marcelo Bielsa, replicar lo que su gran maestro le enseñó. Todavía le queda cuerda para seguir sumando historias…

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