Tras la amarga experiencia en Maturín, de la cual parecen haber pasado siglos, en este receso ridículamente eterno que se le ocurrió a algunos genios, tocaba ir a un destino históricamente difícil no sólo para Colo Colo, sino que para cualquier visitante, como La Bombonera, ante un Boca Juniors lejano de las más fulgurantes luces de su historia, pero siempre complicado y que ya nos había ganado en el Monumental, pese a haber hecho el mejor partido del semestre, como dijo Quinteros.

Ya en la previa la cosa venía mal. La total involución social que estamos viviendo como país -y vaya que repercute en el estadio- encontró ribetes internacionales con las personas que intentaron armar un “reventón” para ingresar sin entradas al recinto bonaerense. Faltan palabras para describir lo condenable y vergonzosa de esta situación, que lamentablemente no sólo no muestra signos de mejoría, sino que se aprecia cada vez peor y que aleja paulatinamente a cada vez más gente que quiere ir a un estadio a algo tan simple como ver fútbol y apoyar a su equipo.

Sin embargo. no todo fue tan malo. Lo mejor de la noche vino antes del partido, el triunfo de Monagas sobre Deportivo Pereira, dos equipos malísimos y que le brindaron la posibilidad al Popular de jugar con la “tranquilidad” de saber que, aún perdiendo con Boca, se mantendrían las posibilidades de clasificar.

Pero cuando comenzó el partido, vimos que se podía. Eso es lo que da más bronca. Este era un Boca muy pero muy vulnerable, que tuvo varios pasajes donde les complicaba darse más de tres pases, muy inseguro de mitad para atrás, afectados por la situación del colombiano Villa, pero con una actitud acorde a un partido de Copa Libertadores. Esa fue la diferencia en el primer tiempo con un Colo Colo que no jugó mal, pero que no se convencía de ir a buscar el partido ni patear al arco. El 0-0 parcial se explicaba sólo por dos o tres excelentes atajadas de Cortés, y una monumental intervención de Saldivia, que, si el Cacique ganaba este partido, entraba a los top de salvadas de los últimos años, comandadas por la pelota que el amigo del Pollo Véliz, Maxi Falcón, rescató desde la línea en Antofagasta en el minuto 90.

De todas formas, en el segundo lapso, bastó que los xeneizes, dentro de su precariedad, lograran hilar una jugada razonable y con definición de primera, para ponerse en ventaja. Más allá de la precisión del bonito remate de Weigandt, bastante contribuyó que su marca más cercana estuviese en Puerto Madero.

El Cacique sufrió ante los argentinos ayer. | Foto: Photosport

Y en este segundo tiempo se vio lo peor, a juicio de varios. Primero, Quinteros, en cualquier cosa, mandando a la cancha a un jugador como el Kiwi Rojas que se va y que tiene la cabeza en otro lado; y a Castillo, que si cuando estaba con ritmo no tenía fútbol, cómo será cuando viene de estar un mes y medio parado. Esto sin siquiera considerar el ingreso de Thompson por los temas de público conocimiento, que de todas maneras tuvo la única clara para un posible empate, pero le erró al marco.

Pero probablemente lo peor fue lo que proyectó el equipo en los últimos minutos, especialmente tras los evidentes gestos de dolor de Advíncula y en menor medida de Fabra. En ningún momento Colo Colo se proporcionó una inyección anímica para ir a buscar algo más que perder por poco, pese a las debilidades de un rival con 11, y virtualmente hasta con 9. Desidia, displicencia, cobardía, temor, falta de amor propio, resignación, ninguno de esos conceptos es descartable de aplicar a la lamentable carencia de rebeldía que mostró el equipo en el final del encuentro.

Por esas curiosidades del destino y alineaciones de planetas -porque en este grupo hay tres equipos muy malos y uno simplemente malo, que ya está clasificado-, aún hay posibilidades concretas de clasificar, ganándole a Deportivo Pereira en el Monumental -a fin de mes, aún en receso, insólito-, sin depender de nadie más. La teoría indica que hay razones para creer, especialmente al ver a Pereira, pero la calidad y sobre todo la actitud de este equipo, que fue capaz de ir a La Bombonera a morirse de nada, sumado a la historia reciente que nos regala frustraciones históricas de todos los sabores y colores cuando llegamos al último partido, conducen al escepticismo.