Hay un antes y un después de Universidad de Chile en 1992. Ese año Arturo Salah llegó al cuadro universitario para intentar ordenar la casa. La U había vuelto a primera división dos años antes, realizando desastrosas campañas.

Pero todo cambió, y a ese equipo se le llamó “La Nueva U”, donde el estratega logró reunir un ramillete de refuerzos de experiencia. Uno de ellos, jugó el Mundial de 1986 con Paraguay y fue ídolo en Independiente de Avellaneda: Rogelio Delgado.

El León Paraguayo como lo bautizó el relator José Pepe Ormazábal se ganó el respeto de todos con su juego recio y que pese a que finalizaba su carrera, era un tiempista nato, convirtiéndose en una de las figuras del equipo campeón 1994 que dio una vuelta olímpica luego de 25 años.

A sus 65 años afincado en Asunción, cuenta que fue de su vida luego de su retiro, con una corta carrera como entrenador, Delgado divide su día en tres importantes actividades.

“Yo desde que volví de Chile, comencé a construir un centro educativo con orientación deportiva y espiritual y eso me llevó un tiempo importante”, le cuenta el ex defensor a BOLAVIP.

Agregando que “en las tardes voy a la Asociación de Futbolistas de Paraguay y tengo un equipo importante también en la pastoral del deporte de la Arquidiócesis de la Santísima Asunción”.

¿Se convirtió en un hombre religioso? Rogelio Delgado explica que “no tendría sentido la vida si no fuera movido por la fortaleza espiritual, ha habido experiencias fuertes, entonces trato de vivir para los demás, este fin de semana por ejemplo estuvimos en la Penitenciaria, es seguramente lo más cercano al infierno e intentamos acompañar a la gente con la pastoral”.

Rogelio Delgado volcó su vida a la religión.

¿Por qué no siguió como entrenador?

“Creo que hubiese querido seguir, pero, administrando cosas normales, acá en Paraguay viví malas experiencias, y no me permitieron por mi forma de vida, seguir en la dirección técnica, uno debe ser movido por principios, por carácter, no sirve sólo el querer trabajar”, cerró.