Las películas que protagonizaron El Santo, Blue Demon, Mil Máscaras, Huracán Ramírez, fueron y son toda una sensación en Asia y Europa. En países como Japón, India, Líbano, Francia, Italia, Polonia e Inglaterra, el cine de luchadores es de culto e incluso se analiza dentro del género fantástico. También en el continente americano cuenta con fervientes admiradores, tal es el caso del cineasta estadounidense Tim Burton, quien es un enamorado de la lucha libre mexicana.
Las máscaras, las capas y las historias disparatadas que iban desde combatir marcianos hasta los monstruos clásicos de la literatura de terror, se convirtieron en imanes de admiración fuera de México. Algo tenían y tienen esos filmes como para ser doblados al japonés e italiano, o bien para influenciar personajes, tramas y vestuarios en producciones internacionales.
A partir de las ficciones cinematográficas, extranjeros se aproximaron a la lucha libre nacional para descubrirla como deporte. Se encontraron con que además es un gran espectáculo apto para cualquier público, no solamente para la clase popular;uno de sus aficionados más famosos es el piloto Lewis Hamilton.Ese hallazgo motivó a que promotores nipones, británicos, franceses y alemanes llevaran funciones con talento nacional a sus países, sitios donde las caretas de los gladiadores se consumen como piezas invaluables y se agotan las entradas para ver a los atletas en acción.
Sin embargo, en México existe un sector que denosta a la lucha libre bajo los argumentos de que es un símbolo de pobreza cultural, carente de mexicanidad y un show para “nacos”, además de considerar como mediocre a la filmografía de enmascarados. Ese menosprecio matizado de clasismo y presunción intelectual puede notarse actualmente con el rechazo manifiesto hacia la imagen de los baños del aeropuerto Felipe Ángeles y a los aviones de Aeroméxico, ilustrados con temática luchística.
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Sus detractores califican de pésimo gusto y señal inequívoca al mundo que se empleen a ídolos del cuadrilátero como iconos de representación nacional. Lo consideran un agravio de carácter imperdonable.
Frente a esas expresiones, el Hijo del Santo defiende la representatividad del pancracio en los espacios criticados: “El hecho de que la lucha libre sea un deporte popular, no le resta importancia. Es un deporte que forma parte de la historia de la cultura popular de nuestro país. Que la imagen de la lucha libre esté en un aeropuerto o un avión, no creo que nos dañe en nada. Al contrario, es un símbolo de México. Es como ver una botella de tequila o un mariachi. La lucha libre es parte de México”.
Para ahondar en su respuesta, el heredero de la leyenda plateada hace hincapié en la relevancia y trascendencia que también tiene la lucha libre a nivel artístico a través de la cinematografía: “Es un cine maravilloso que con los años se le ha dado un lugar importante, como lo que es. No importa que sean películas de bajo presupuesto o con errores. Muchas películas actuales de superhéroes están inspiradas en las películas de El Santo, esa es una realidad. Gente dedicada al cine y a la industria cinematográfica las respeta”.
Que ver enmascarados o asistir a una arena no sea del agrado de muchos, no quiere decir que el deporte del llaveo y las acrobacias carezca de elementos para considerarlo un distintivo sello mexicano con aprecio internacional. Volar o ir al baño con la lucha libre de cerca, no es una falta de respeto al país.