El boom que tuvo la lucha libre en la primera década de este siglo con funciones en la Arena México trajo consigo la oportunidad de rescatar máscaras antiguas del baúl de los recuerdos. Vendedores de caretas notaron una gran afluencia de nuevo público en la catedral luchística y pusieron manos a la obra para traer del pasado incógnitas legendarias e históricas del pancracio para ofertarlas. Una de ellas fue la de Septiembre Negro.
-Está bien chida. ¿De quién es?-, solían preguntar algunos curiosos que buscaban una máscara de su agrado para comprarla antes de entrar a la arena.
-Es de Septiembre Negro-, respondía el vendedor.
-¿Y lucha ahorita?
-No, era un luchador de antes.
En efecto, un gladiador de antaño. Solamente los verdaderos conocedores de la lucha sabían que esa prenda negra con vivos en amarillo perteneció a un hombre que fue leyenda entre las décadas de los setenta y ochenta y cuyo nombre confundió a los neoaficionados a partir del año 2000 en adelante.
“Ah, claro, por el terremoto del ‘85”, dedujeron algunos. Daban por hecho que debía su mote al sismo que sacudió a México en 1985. Respecto a sus dos colores, interpretaron que el negro se debía al luto por las víctimas y el amarillo como un homenaje a la vida. Si bien esa conclusión pudo ser factible por la simbología que le adjudicaron, lejos estaba de referirse a esa tragedia.
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Y es que Septiembre Negro perdió la máscara frente a Dr. Wagner en 1982, diez años después de haberse dado a conocer como figura en la lucha libre, es decir, temporalmente distante del terremoto. En este sentido, fans de otros deportes y público con conocimientos generales identificaron que su nombre era una clara referencia a la organización terrorista que perpetró el asesinato de 11 miembros de la delegación israelí en los Juegos Olímpicos de Múnich ‘72.
Pero esa no era la intención para llamarse así. Hubo quienes criticaron al luchador por moldear a su personaje con un mote que aludía al terrorismo, lo que fue mal visto y considerado como una señal de ignorancia. Sin embargo, Vick Amezcua, quien se ocultaba bajo la máscara, explicó en su momento que como deportista quiso rendir un tributo a las víctimas de aquella masacre.
No obstante, el estigma del comando armado que ejecutó a los israelíes se le quedó, al grado de que era publicitado como ‘el Terrorista’. Para bien o para mal, según la respectiva valoración que le dieron prensa y aficionados de aquel entonces, eso le ayudó para definir su personalidad en el bando de los rudos.
Sobre los colores de la máscara, negro y amarillo, no tenían un significado en sí. Tampoco el diseño como tal. Simplemente se les ocurrió a Rey Plata y a él, ocurrencia que a la postre propició que la prenda cobrara notoriedad, tanta que fue y es catalogada como una de las más elegantes de la lucha libre mexicana.
Vick Amezcua murió en 2011, pero el mito de Septiembre Negro sobrevivió. Hasta la fecha hay gente que asume que este luchador nació de aludir al kármico mes de septiembre con relación a los temblores, específicamente al terremoto de 1985. Y eso se sabe porque en la actualidad surgen más aficionados que preguntan a quién corresponde la careta pulcra de negro con amarillo que sigue vendiéndose afuera de los recintos donde se llevan a cabo funciones de lucha libre.