Estaba en la tribuna y a falta de jugadores en Argentina jugó el partido. A los 10′, pagó con un gol en el clásico ante Brasil. De espectador a héroe, la loca historia de José Laguna.

Eran tiempos distintos. Primera edición de la Copa América. allá por 1916. El anfitrión, Argentina, venía de golear 6-1 a Chile y llegaba confiado al segundo encuentro, ante el siempre duro Brasil, con el objetivo de consagrarse como el primer campeón.

Antes del segundo encuentro del elenco argentino los dirigentes de la AFA, encargados de formar el equipo (no había técnico), hicieron cuentas y sólo había diez jugadores.

¿Qué había pasado? Uno de los goleadores ante Chile, Alberto Ohaco, se había ido de viaje por trabajo y el equipo argentino debía conseguir rápidamente su reemplazante. En el lugar se encontraba un jugador de Gimnasia La Plata, Ricardo Naon, quien se negó a jugar porque hace dos años que no lo citaban.

Pero en la tribuna había otro jugador del fútbol argentino. Se trataba de José Laguna, delantero de Huracán. El “Negro”, que nunca había actuado en la selección, aceptó de inmediato completar la escuadra albiceleste y corrió, orgulloso, al vestuario para cambiarse. La posibilidad de ser campeón con su país se le presentó repentinamente.

Minutos más tarde, Laguna salió a la cancha ante más de 16 mil personas para jugar el clásico y el jugador del Globo a los 10′ abrió el marcador. El sueño de cualquiera.

Brasil empató al rato y Argentina intentó con gran vehemencia romper la paridad en la segunda etapa, pero el score no se modificó. La igualdad fue fundamental para definir el torneo. En el juego decisivo, el conjunto argentino, con Ohaco en lugar de Laguna, igualó sin goles ante Uruguay, que finalmente fue el ganador del certamen. Pero nadie le quitará jamás la vivencia a Laguna, quien a fin de cuentas pudo sentirse campeón.

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