En la cancha, fuera de ella. En un supermercado, en un boliche, en la calle. Ricardo Centurión no tiene paz.

El jugador de Racingvolvió a estar en el ojo de la tormenta después de ir al banco en el partido ante Atlético Tucumán.

Tras el empate, el presidente del club Victor Blanco contó en un programa partidario de La AcademiaqueRickyno había llegado en condiciones y que el club lo sancionaría por su conducta.

Horas más tarde, su técnico Eduardo Coudetsalió a defenderlo al aire y repitió que el motivo de la ausencia del exBoca entre los titulares era meramente táctico.

Es cierto, Centurión carga en sus espaldas con un prontuario de indisciplinas y episodios que poco tienen que ver con su gran rendimiento dentro de la cancha. Sin embargo, parece que todo lo queCentuhace o deja de haceren su ámbito privado se convierte en carne de cañón para medios deportivos y no deportivos.

Lejos de transformarlo en víctima, el jugador ya forma parte del chiste cotidianoy, quizás por sus orígenes, se lo busca constantemente para encontrar una reacción que, por su forma de ser, llegará casi con seguridad.

En las últimas horas, se difundió un vídeo del jugador siendo insultado por un hincha de Independiente mientras compraba en un supermercado. Apelando a su fama y reconocimiento, el retrógrado lo increpa y lo trata de maleducado pidiéndole que “lo salude con respeto”.

Los medios y las redes sociales se empapan de hipocresía al hablar de los humildes. Cuando Centurión se convierte los domingos en el futbolista más desequilibrantedel fútbol argentino, es un ejemplo de superación. Cuando se desvía de sus caminos “profesionales”, es una persona carente de educación, poco profesional y el león en un Coliseo repleto de jueces de la moral que olvidan que Centurión, el apuntado, es apenas un futbolista.