“Estoy listo”, dice, y la sala de prensa ubicada bajo la famosa y bravísima platea Sur del estadio José Amalfitani se estremece. Quiere pegar el salto, dice. Siente que llegó su momento. Y, por primera vez, Marcelo Bravo piensa que quizás esa chance de dirigir en Primera División pero sin el cartel de interino pueda ser lejos de su Vélez querido. Cuesta -y le cuesta- imaginarse lejos del club que lo cobijó más de tres décadas y especialmente en sus peores momentos. Pero él está listo.
Llegó al club a los seis años, con edad de baby, y allá abajo de la autopista dio sus primeros pasos y ensayó sus primeras gambetas. Allí comenzó a sentir que estaba para grandes cosas, igual que el club: a los 8 años, en su escuela de Lomas, vio por televisión cómo su equipo era campeón del mundo. “Lo vi en el colegio y festejamos”; cuenta sobre aquella epopeya del 1° de diciembre de 1994 con el equipo de Carlos Bianchi y compañía.
Por aquellos años, como la mayoría de los chicos hinchas de Vélez (y de los grandes y también de muchos que no eran fanas del Fortín también), su ídolo era José Luis Félix Chilavert. El tiempo le dio la chance de cumplir el sueño de jugar con él: cuando el arquero paraguayo regresó al club para retirarse y Bravo daba sus primeros pasos en el equipo profesional.
“Una gran persona, gran profesional. La verdad es que aprendimos mucho de él, más allá de que fue un corto tiempo porque él vino para jugar la Copa Libertadores y retirarse. Por lo menos la historia dice que jugué la Copa Libertadores con Chila“, le cuenta a BOLAVIP con la misma sonrisa ilusionada de aquellos años.
“Él siempre se sentaba en la mesa con los más chicos, con los más juveniles y nos aconsejaba todo el tiempo, hablaba de fútbol, de todas sus anécdotas y la pasábamos muy bien. Él contaba y después, si te quedaba alguna duda preguntábamos. Al principio no, porque era como que te daba mucho miedo y vergüenza, pero después a medida que fueron pasando las concentraciones sí le íbamos preguntando y siempre bien predispuesto”, relata.
-¿Te quedaste con algún recuerdo?
-Sí, sí. Me acuerdo que mi primer viaje, el primer partido jugamos local, el segundo partido fue en Venezuela y me tocó viajar al lado de él. Me agarró un miedo, pero la pasamos muy bien. Me regaló unos guantes que en realidad se los regaló a mi viejo, pero sí que hay un recuerdo.
LA ENTREVISTA COMPLETA A MARCELO BRAVO EN BOLAVIP:
De las Inferiores a ser campeón
Nació en Lomas de Zamora en el 85 y llegó a Vélez a los seis años, sin saber que se convertiría en su casa. Comenzó jugando en las canchitas del polideportivo, en Liniers, hasta que se inauguró la Villa Olímpica y las Inferiores comenzaron a practicar en Ituzaingó. El detalle no es menor para el Indio.
“Primero me iba a las concentraciones tomando cuatro colectivos. Y es más, mi primera concentración me acuerdo que llegué tarde porque tenía que tomarme cuatro colectivos y tenía que venir hasta Liniers, en ese caso con la primera Vélez nos ponían una combi. Pero en el fútbol juvenil teníamos un micro y por ahí el micro no te esperaba. Se iba a las dos de la tarde y se iba a las dos de la tarde y yo por ahí llegaba cinco minutos tarde y me quería morir porque perdí al micro y no podía ir a entrenar, imaginate en colectivo desde Liniers a la Villa Olímpica en aquella época era era dos horas. Por lo menos”, cuenta sobre los esfuerzos que hizo en aquellos años.
-Y tampoco había celulares para avisar…
-No, tal cual. Mi primer celular me lo compré en Primera División. Y es más, me obligan a comprármelo. Y les digo, “bueno, ustedes me obligan, pero yo no tengo”. Porque para colmo no tenía ni contrato, era un juvenil, ya había debutado en Primera y tenía un viático, no podía comprarme nada. Me acuerdo que en un premio que obtuve en Primera, tomé la decisión de comprarme el celular.
Después de haber pasado por todas las Infantiles y las Inferiores, el salto a Primera llegó rápido, aunque el profesionalismo tardó un poco más en llegar. Pero llegó. Y fue todo demasiado rápido. Porque en el 2004, Vélez perdió la chance de dar la vuelta olímpica en la última fecha. Y en el 2005 llegó la revancha con el título. Y el Sudamericano Sub 20 jugando con Lionel Messi. Pero también recibió la peor noticia de su vida. Esa que le truncó todos los sueños.
-¿Alguien a quien le tengas que pedir perdón?
-No, quizás a mis viejos, pero porque me quedó… No es culpa mía en realidad, yo tenía un sueño que era poder jugar en Europa y no lo pude cumplir. Pero no es pedirle perdón, sino… No sé cómo explicarlo. Quedó pendiente.
Vélez, el grande
“El último torneo había sido el del 98 con Bielsa. Ya habían pasado siete años, pero el club venía de varios años donde había ganado mucho y estaban acostumbrados a ganar, había pasado mucho tiempo y habíamos estado cerca en el 2003 y 2004 también. Haber salido del club que te vio nacer, del club que te dio todo la formación, la educación y haber salido campeón en lo máximo, fue lo más lindo que me pasó en la vida. Es algo que hasta hoy en día, cuando un hincha por ahí te cruza en el estadio o en algún lado y te hace recordar ese momento, es algo impagable”, recuerda.
-¿Qué tal era ese equipo?
-Fue un equipo que arrancó de menor a mayor, la gran mayoría, creo que el 80%, éramos del fútbol juvenil. Vélez venía de una época, 2001, 2002, 2003, en la que comenzó a tener algunos problemas económicos, entonces tuvo que sacar muchos jugadores y empezar a competir con juveniles. En esos años, dos o tres del fútbol juvenil fueron vendidos a Europa. Siempre me queda esto de que vendieron dos o tres para que el club pudiera salir adelante, pero no trajeron a otros de afuera, se arreglaron con jugadores juveniles. Y aparecí yo, aparecieron varios. En el 2003 y 2004 habíamos llegado hasta un tercer puesto y un segundo puesto que perdimos en el último partido con Arsenal, por un empate. Perdimos la posibilidad de jugar una final con Newell’s, perdimos esos puntos ahí y estuvimos muy cerca. Y ya en el 2005 creo que ese plantel fue creciendo, se fue formando a nivel técnico-táctico, y llegamos a ser un gran equipo.
-Arrancaron sin goles y sumando de a poco…
-Arrancó así, de menor a mayor. A mí no me tocó jugar los primeros dos partidos porque venía del Sudamericano con la Selección y lo habíamos hablado con Miguel (Russo), él me dijo “tómate unos días de descanso”. En ese momento había llegado Emmanuel Centurión, que jugaba en mi posición y que había sido vendido de Vélez a Alemania, yo estaba en el Sudamericano y dije “vino Centurión, no juego nunca más, ja”. Miguel me dio la confianza, la oportunidad y bueno creo que la aproveché muy bien.
-Vos viviste la época en la que a Vélez se le comenzó a exigir pelear arriba todos los torneos…
-Yo esto se lo discuto a muchas personas. Vélez es un club grande, Vélez ha ganado muchísimo y ha ganado torneos internacionales que muchos clubes no los tienen. Y sin desmerecer a otros, creo que Vélez está dentro de los cinco o seis clubes grandes del fútbol argentino. Y no lo digo porque sea hincha o porque quiera quedar bien con el aficionado, todo lo contrario. Creo que se vio reflejado en todos los títulos que ganó. En esta última década es un club que ha sacado millones de jugadores que han sido vendidos al fútbol europeo, hasta ha tenido dos o tres jugadores que han salido campeón del mundo, como Nico Otamendi, Thiago Almada y muchos otros que estuvieron muy cerca también. Muchas veces hay discusiones porque Vélez, la hinchada. No tiene nada que ver, Vélez es un club grande por todo lo que hizo durante mucho tiempo y porque se ve en los resultados. Y yo hoy que estoy trabajando como entrenador, el año pasado hemos salido campeón en Reserva, hemos tenido dos títulos importantes para el club que después de muchísimos años no se habían logrado. En los últimos cuatro o cinco años, Vélez salió campeón en la general del fútbol juvenil, el año pasado metimos cuatro divisiones mas la Reserva entonces los resultados están a la vista, me parece.
Lo dice hasta enojado. De hecho, enumera a los equipos grandes y después de River y Boca, asegura que viene Vélez. Lo defiende. “No tengo dudas”, agrega.
La peor noticia de su vida
Pero la alegría duró poco. El 26 de junio de 2005, Vélez estaba sumando su quinta estrella local y el Indio sumaba su primer título en Primera, con apenas 20 años. El inicio del Apertura 2006 trajo para todos nuevas esperanzas, pero para el volante llegó el adiós. La victoria ante Gimnasia y Esgrima La Plata por 6-0, con un gol suyo y dos asistencias para el Tano Gracián, fue su último partido. Un sábado por la noche.
El lunes siguiente, al retomar los entrenamientos en el club, Miguel Angel Russo lo interceptó apenas llegó y le pidió que no se cambiara. Lo que le dijo después cambió su vida para siempre: nunca más volvió a vestirse de jugador. “En aquel momento más allá de que era chico, fue un baldazo de agua fría porque de un día para otro que te digan que no podés jugar más al fútbol, es como que se te viene el mundo abajo. El club en todo momento siempre estuvo a mi lado”, dice.
El diagnóstico, que llegó tiempo después luego de infinidad de estudios, fue una miocardiopatía que lo obligaba a dejar el fútbol. El no lo quiso creer. No lo podía creer.
-¿En qué momento aceptaste o entendiste que ya no eras más jugador de fútbol?
-Costó, costó porque era muy chico, tenía tan solo 20 años y con toda una carrera por delante y de un día para otro me dijeron “Marcelo no podés jugar más”. En ese momento uno no sabía para dónde, qué camino seguir. Hice el clic al año, año y medio más o menos, y ahí tomé la decisión junto a mi familia de continuar en el fútbol, pero como entrenador. No era fácil, me costó muchísimo, pero desde ese momento que me dijeron no podés jugar más, dije, bueno, hay que cambiar el chip y seguir adelante.
-¿Te acostabas pensando en jugar? ¿Te imaginabas jugando en ese momento?
-Sí, sí, en todo momento yo creía que iba a volver a jugar. Porque me pasó una vez que yo era chiquito, jugando en el fútbol infantil en Vélez, creo que tenía 11 ó 12 años. Me habían hecho un electro y era muy normal que te movías un poco y te decía el cardiólogo “tenés un soplito, tenés que volver a realizartelo” y muchas veces te decían que era porque quizás estabas nervioso o porque te movías. Entonces yo lo primero que me imaginé era que tenía 11 años y que había hecho algo mal en esos estudios y que quizás el problema venía por ese lado. A medida que fueron pasando los meses y los estudios, porque me realizaban estudios cada vez más seguido, todo se encaminaba a que había un problema cardíaco. No se sabía bien qué era en ese momento y ya al año más o menos todos iban caminando a que tenía una afección cardíaca y que era una miocardiopatía.
-¿Se te acercó en algún momento algún otro jugador para contenerte o ayudarte?
-No tuve la oportunidad de estar en sí con un jugador que le haya pasado lo mismo que a mí con respecto a la afección cardíaca, pero sí hicimos una nota en común con Luis Zubeldía. El no tuvo una afección cardíaca, pero tuvo una lesión ósea, y él también tuvo que abandonar la carrera con tan sólo 20 años ó 21, era muy chico también. Tuvimos una charla y siempre me quedó grabada una frase que me dijo ese día y que a mí también me ayudó a seguir adelante: “Tenemos que ir por nuevos sueños”. Que no nos quedemos con todo lo que habíamos hecho, sino continuar sobre el mismo deporte pero con nuevos sueños. Siempre me quedó grabado eso.
-¿Volviste a jugar al fútbol en aquel momento?
-Al principio sí, era muy reciente todo. Me sacaba todas esas ganas y competía más seguido. Competía, sí, en el buen sentido, porque no podía jugar profesionalmente, pero jugaba con mis amigos. Era más que nada sacarme las ganas y continuar. Muchas veces, el cardiólogo me lo prohibía y sobre todo mi mamá, porque era la que más sufría. Porque tenía el miedo de que me pasara algo. Me decía: “Marcelo, no vayas a jugar”. Y yo me escapaba de ella, me escapaba de mi viejo. Me escapaba porque no querían que juegue. Y yo me iba a jugar igual, escondía los botines, cosas así para ir a jugar igual. Hoy, quizá, ya me encuentra, después de muchos años, cada vez menos ganas. Es más, estoy compitiendo en el fútbol senior y voy cada tanto porque también me cuesta bastante.
-Ahora, cuando te toca jugar, ¿jugás tranquilo?
-Hoy sí, porque sé que me tengo que cuidar y entiendo que tengo una afección cardíaca y que soy grande y ya pasaron muchos años. Hoy digo “no, juego, pero a divertirme, a pasarla bien, a pasar ese tercer tiempo”, que es lo más importante de todo, más allá de jugar. Pero antes sí, al principio no entendía que no podía jugar más. Entonces jugaba al máximo, me brindaba, daba todo lo que tenía y estaba mal.
Bravo DT
El Indio pasó de ser pretendido por River y Boca, luego de aquel Clausura 05, a ser un exjugador. En principio, Russo lo sumó a su cuerpo técnico y tanto sus compañeros como los hinchas lo llenaron de muestras de afecto y apoyo. Después de la salida del DT para irse a Boca, Bravo se quedó en el Fortín para intentar devolverle todo lo que él aprendió desde que llegó. Y se convirtió en parte de “La Fábrica de jugadores” que sigue sacando cracks. Hoy lleva más tiempo de entrenador que el que pasó siendo jugador.
-Como técnico que viene trabajando en las inferiores de Vélez hace mucho tiempo, ¿se siente una responsabilidad extra?
-Si, sí, en Vélez convivimos con eso, acá lo llaman La Fábrica. Nosotros recibimos ese producto con tan sólo cinco o seis años y sabemos que tienen que pasar por muchos años para poder llegar al producto original. Sabemos que si nosotros en esos primeros pasos tenemos una buena captación y le damos buena formación y buenos valores se van a equivocar lo menos posible cuando me llegan a mí que soy por ahí el escalón próximo a la Primera División. Tratamos siempre los captadores y los entrenadores de fútbol infantil, de observar bien a ese jugador, que tenga talento, buena técnica. Es un proceso a largo plazo y siguen saliendo muchos jugadores.
-¿Hoy a Vélez van como primera opción?
–Antes pasaba que el jugador elegía River o Boca, hoy yo creo que está en igualdad de condiciones y creo que Vélez está un paso más arriba. Hoy el chico elige venir a Vélez, porque sabe que hay una buena formación, sabe que es un club que le da muchas oportunidades al jugador del juvenil. Y por toda la formación desde que llegan al club hasta que llegan a Primera. Lo formamos de la mejor forma y se le da una buena calidad de trabajo.
-¿Es tan difícil ser entrenador hoy por hoy de una Reserva?
-Sí, no es fácil, estar en una Reserva, en un club como Vélez que te da esa posibilidad de estar en un plantel de Primera, ellos saben que están a un paso del objetivo. Muchas veces nos llega el jugador con esa ansiedad de demostrar y de estar en el primer equipo. Y quizás aceleran los pasos, cuando tienen que estar tranquilos y tratar de generar ese tiempo en Reserva que yo considero que es importante para poder dar el salto. Si hablamos de un jugador distinto sabemos que le va a jugar poco en Reserva porque tiene una calidad extra y porque tiene la capacidad de subir rápidamente. Pero esos casos son muy puntuales y pasan muy pocas veces durante muchos años. A veces ellos ven que ese distinto salta rápido a Primera y quieren hacer lo mismo. Tienen que entender que el proceso en Reserva también es bueno y que les va a llevar un tiempito hasta que puedan adaptarse y puedan competir en Primera.
-¿Cuánto cambió en estos 20 años desde que te tocó ser jugador de Reserva y estos que te tocan dirigir?
-Es una pregunta difícil, también sé que antes había cantidad y calidad, sin desmerecer a los de ahora. Hoy no digo que lleguen jugadores con menos gestos técnicos, pero tienen quizá más la posibilidad de llegar a Primera. Yo creo que bajó un poco el nivel de individualidades. Siempre hay jugadores técnicos, hay jugadores de buen pie, hay jugadores que son inteligentes para jugar en Primera, pero hoy les cuesta menos, llegan más fácil que antes, antes costaba mucho más.
-Y ahora llegan en otras condiciones, ¿no? El jugador de Reserva ya tiene otras facilidades, otras comodidades que en tu época no eran tan comunes.
-Sí, y muchas veces los alrededores de los chicos los confunde. Hoy un jugador que marque un poco la diferencia rápidamente, ya se habla de que se lo quiere llevar un equipo europeo. Las redes sociales y la televisación hacen que se pueda ver a los jugadores del juvenil mucho más rápidamente. Yo hablo mucho con mis jugadores y los aconsejo. Tienen pocos partidos en Reserva y un representante ya les acerca el último teléfono de la última generación y ya les entregan un auto y a mí me pasó que para poder comprar mi primer auto tuve que salir campeón con Vélez y hoy no llegan a los diez partidos en Reserva y ya andan con un 0 kilómetro. Es todo mucho más simple para el jugador de fútbol. Y ahí es donde los que están al lado de ellos tienen que encaminarlos de la mejor forma y no darles todo tan simple.
Un pibito llamado Thiago Almada
-¿Qué jugador tuviste que vos digas “a éste lo vi de chiquito”?
-Yo siempre lo nombro, creo que fue el jugador distinto de Vélez y lo conozco desde muy chiquitito, no tenía dudas de que si no pasaba nada raro iba a jugar en Primera y que iba a triunfar que es Thiago Almada. Más allá de mi relación con él, somos amigos, prácticamente soy como su segundo papá, lo tuve desde muy chiquito acá en Vélez y tengo afinidad con su familia, con sus padres que me daban la posibilidad de poder ser su tutor. Muchas veces Thiago quería venir a mi casa, yo dirigía Baby Fútbol en aquel momento, no sólo en Vélez, sino también en un club de mi barrio. Y él siempre quería venir a jugar con nosotros. Entonces los viernes cuando terminaba el entrenamiento, Thiago me esperaba al lado de mi auto y me decía “me voy con vos, me voy con vos”. Y yo llamando por teléfono al padre, para mí era no un problema, pero sí era una responsabilidad, un nene tan chico se venía para mi casa. No era que lo cuidaba yo, también estaba mi familia, mis viejos. Pero él se sentía tan cómodo y tan contento que los padres me decían “Marcelo, quedate tranquilo que Thiago ya nos avisó que se iba con vos”.
-¿Qué le viste a él? ¿Qué tenías cuando lo viste de chiquito?
-Ya desde chiquito veíamos que Thiago lo hacía todo tan sencillo y tan fácil, veíamos que era un jugador distinto. Lo que hace ahora lo hacía con cinco años, gambetearse, sacarse de encima a dos o tres jugadores, meter un buen pase, pegarle excelente a la pelota. Yo creo que todavía, más allá de que ya es un jugador consolidado, de haber salido campeón con la Selección, todavía le falta un montón. Yo creo que no tiene techo. Y todavía le falta, yo creo, fútbol europeo y jugar mucho más en la Selección. Tiene recién 22 años, así que tiene toda una carrera por delante.
-Se te nota el gesto de orgullo que sentís…
-Sí, sí, porque Thiago es como mi hijo dentro de este mundo que a veces es muy cruel. Uno aprendió a su lado. Fui técnico en el fútbol infantil, fútbol juvenil. No tuve la posibilidad en Primera, pero haberlo visto desde tan chico y que llegue a lo máximo para mí es un orgullo, y porque sé la clase de chico que es.
Ser DT en Primera
No pudo dirigir a Almada en Primera pero sí le tocó dos veces subir a la categoría como DT interino, todas durante el 2023. Primero ante la salida del Cacique Medina y luego cuando se fue Ricardo Gareca. Quizá el año más difícil de las últimas décadas del Fortín: sufriendo para mantener la categoría y con un equipo que no encontraba el rumbo.
-¿Cómo se sintió ese momento de salir como técnico principal?
-A ver, fue hermoso y fuerte a la vez. Hermoso porque llegué a lo máximo que puede llegar un entrenador que es dirigir Primera y era el sueño que tenía. Fuerte porque me tocó en un momento bastante complicado desde lo deportivo, nos encontró en un momento en el cual no estaba en las mejores condiciones el equipo. Y no es excusa, porque uno trató de hacer lo mejor y más allá de los resultados. Por ahí no conseguimos nada, pero desde el trabajo, el día a día, me quedo muy tranquilo porque los jugadores me lo hicieron saber, que las cosas se hicieron bien, solo que no obtuvimos resultados. Por eso es cruel este deporte y hoy, si no obtenés resultados, es muy difícil continuar. Estuve con los pies sobre la tierra y muy tranquilo, sabía el lugar que ocupaba, sabía que era el entrenador de la Reserva y que iba como un interinato. Pero también sabía que si me iba bien podía continuar y que quizás era mi oportunidad. En este caso no se pudo dar, pero me quedo muy tranquilo y conforme porque hicimos un buen trabajo. Yo creo que en algún momento de mi vida que voy a tener esa oportunidad nuevamente.
-¿Te imaginaste que Vélez tuviera la chance de perder la categoría?
-A mí me tocó dirigir en esa etapa, fue muy difícil y complicado. Se los dije a los jugadores en aquel momento: Vélez es una institución que no está acostumbrada a pelear el descenso, todo lo contrario, está acostumbrada a clasificar a copas, a pelear torneos locales y ser protagonista y en este momento estamos peleando el descenso. Me tocó dirigir en la peor etapa. No están acostumbrados a jugar con esa presión y costó muchísimo.
Pese a que no obtuvo ningún triunfo en esos cuatro partidos que le tocó estar al mando, se quedó con una buena sensación. Y con una anécdota que le dio tranquilidad: una derrota con Racing y la banca de uno de los referentes del plantel.
“Con Racing, el árbitro Rey Hilfer tuvo dos o tres acciones que no me gustaron. Yo salí en conferencia… Me salió de adentro y lo maté. Cuando termina el partido, era el segundo partido, de vuelta perder, estaba así, como muerto en el vestuario, como diciendo, no puedo tener tanta mala suerte. Y veo que entra uno. Venía Diego Godín. Atlético Madrid, Mundiales. Y me dice: ‘Marce, dale, levantá la cabeza, vamos para adelante. Vamos para adelante que hicimos un partidazo, el árbitro nos cobró todo en contra, hicimos todo bien, están trabajando bárbaro’. Y ese día dije ‘apa, me lo está diciendo Diego Godín, ¿viste? Listo, vamos para adelante’. Que te lo diga Diego Godín es porque algo vio. El día a día fue bueno”.
-El sueño es en algún momento…
-Sí, sí, dirigír primera. A eso vamos.
-¿Tenés un plazo?
-No, no, yo creo que ya es el momento de, si no se da en Vélez, ya partir.
-Arrancar directamente tu carrera como entrenador.
-Sí, sí.
-¿Te lo imaginás? ¿Cómo pensás que se lo pueden tomar la gente del Vélez?
-Bien. Yo creo que la gente del club se lo va a tomar bien porque siempre fui muy claro en mis declaraciones y ellos saben, los dirigentes, la gente ligada al club, los hinchas, saben que uno va a estar cuando lo necesite, como pasó en los interinatos. Uno va a estar siempre, pero también uno toma la decisión en algún momento de soltar y poder dirigir en Primera, que es mi sueño.
-También esa separación es la que te puede llevar después a ser el técnico de Vélez en Primera más adelante.
-Sí, sí, yo creo que es también una toma de decisiones y ver qué es lo que quiere uno y lo que quiere a futuro. Y yo considero que hoy estoy preparado para poder ser entrenador de Primera. Por eso la idea mía es en algún momento soltar la mano y tomar esa decisión.
La Reserva, que dirigía con el recordado Palito Manrique, logró el título en el 2023, el segundo que obtiene como DT de la categoría. Ahora quiere pegar el salto. Su sueño es ponerse el buzo de Vélez y sentarse, pese a lo que se dice, debajo de la famosa platea para dirigir a su Fortín. Pero, en el mientras tanto, busca ponerse algún buzo que le permita seguir creciendo como entrenador. Poniendo el corazón, como siempre.