Ya lo había avisado. Su advertencia, deportiva por cierto, la había dado en su país. En el Maratón de Buenos Aires, el más rápido de Sudamérica, el 10 de octubre del año pasado, la marplatense Florencia Borelli corría con suma autoridad los 42,195km y se alzaba con la distancia madre del atletismo. Aquella vez, en una mañana fresca y soleada, Borelli ya visualizaba su futuro. Pero sobre todo, como le dice a Bolavip, miró mucho hacia su pasado, a sus orígenes, cuando el atletismo ingresó en su vida para transformarla en la mujer de 29 años (30 octubre 1992) que es hoy. Madre y atleta, a tiempo completo. Aquella mañana de octubre de 2021, Borelli demostró que lo suyo es la combinación perfecta entre talento y compromiso. Cruzó la meta en 2h32m27 en su segunda competencia en la que paladeaba la crudeza que implica la distancia del maratón. La primera, es cierto, había sido en su ciudad natal en 2012. Tenía apenas 19 años y, bien afín a la realidad de muchos deportistas argentinos, muchas cuentas por saldar. Debió pasar casi una década para volver al maratón. En el medio, en 2015, nació Milo, su hijo. Cuando todo podía cambiar, volvió aún mejor. Más decidida, más enfocada, más trabajadora y más exigente que antes. Claro, tenía menos tiempo y aprovechar cada instante se convirtió en su verdadero arte para encajar los dobles turnos, llevar adelante las obligaciones de su casa, las carreras y el tiempo, su momento favorito del día, para estar con Milo, la razón de su existir.
Desde Sevilla, España, aún exhausta pero llena de felicidad, Borelli cuenta: “Sabía que estaba muy bien. Me sentía muy bien, pero correr una maratón es una lotería. Vos podés haber hecho todo bien en la previa y el día de la carrera te encontrás con problemas que pueden ser físicos por algún malestar estomacal o el clima que juega su propia carrera”. Hace una pausa del otro lado del teléfono. Una pausa que se hace extensa por el largo sorbo que le da a su mate, y agrega: “La preparación en Cachi había sido perfecta. Durísima, pero esos días (fueron 22) a 2300 metros de altura y lejos de los míos, me sirvieron para enfocarme en lo que quería: la mínima para el Mundial [de Eugene, Oregon (2h29m30s) para correr el 18 de julio próximo]. Pero eso no te garantiza nada. Te acerca al objetivo, es cierto. Pero no te lo asegura. El día de la carrera hay nervios, hay cierta presión porque hiciste mucho para estar ahí, en la línea de salida, es mucho lo que pusiste en juego y es mucha gente la que espera algo de vos. Y vos misma que, obvio, querés lo mejor y ponés lo mejor de vos en esos 42,195km”.
Como si fuera un reloj suizo, Borelli corrió a un ritmo perfecto: de 3m28s a 3m29s, ni más, ni menos, que la llevaron a cruzar la meta en 2h26m54s para quedarse con el récord argentino de la distancia que estaba en manos de Marcel Cristina Gómez (también en Sevilla, 2020, con 2h28m56s). Una mejora de más de dos minutos en su tercera maratón. “Si bien no soy de mirar el reloj, esta vez traté de ir más concentrada que nunca y lo miré para no pasarme hacia arriba ni hacia abajo”, explica. “No me desvelaba el récord. Era algo que quería, porque corro y en el atletismo las marcas, los tiempos son los que nos definen, pero eso no me impedía dormir”, admite.
La capacidad de Borelli para soportar las cargas de entrenamiento de Leonardo Malgor, su entrenador, no tienen parangón. “Es una maquinita. Hizo una carrera soñada. Ideal, perfecta. Ella se aguanta todo lo que le pedimos. Tiene un nivel de sufrimiento altísimo que siempre le sirvió para ir por más. No se conforma. No me sorprendió lo que hizo. Me llenó de orgullo porque la veo trabajar desde que tiene 9 años. Es meticulosa, se cuida en todo: es rigurosa con los entrenamientos, con la alimentación, con el descanso, con los masajes. Lo suyo no es solo el entrenamiento, está en los detalles que le permiten la excelencia que logró en Sevilla. En su caso, como en el de los atletas de alto rendimiento, correr una maratón es ir al límite”, sintetiza Malgor. Desde Mar del Plata, la olímpica María Peralta (Londres 2012 y Río 2016), suma: “Sabía todo lo que venía haciendo Flor. Por eso, no me sorprendió y me puso inmensamente feliz. Es sumamente profesional. Con Leo (por Malgor) se motivan mutuamente. Me emociono por ella y por Leo, porque a Flor la formó desde chica, en la escuelita y ahora la ves corriendo así, con una decisión y una convicción enormes que sabe lo que hace. El laburo honesto paga, siempre paga”.
La definición de su entrenador y de Peralta trazan de manera meticulosa una perfecta radiografía de Borelli. Ella misma construyó, ladrillo a ladrillo, la esencia, su esencia, el ADN Borelli. “Durante toda la carrera recordé todo lo que hizo mi mamá por nosotras. De chica creés que tenés poco o nada porque mirás a tu alrededor y pensás que te falta tal o cual cosa. ¡Y no! Ella nos enseñó a nunca rendirnos, a no quejarnos, a no pedir, a no exigir, a siempre hacer y hacer. Creo que su esfuerzo es una metáfora maravillosa de mi vida, de nuestras vidas”, tamiza Borelli.
Las palabras de Borelli resumen su enorme y admirable empuje que la elevaron al estatus de mejor fondista argentina en carreras de ruta. Florencia, con el de ayer en Sevilla, ahora acumula en sus alforjas todos los récords nacionales femeninos en pruebas de ruta: 10 km, 15, 21, 30 y maratón (además, 3000 y 5000 de pista). Su combustible mental y espiritual potencian la fuerza arrasadora de sus zancadas que la llevan a correr a ritmos demoledores para cualquier mortal. Florencia, que por estas horas camina y disfruta por las calles de Madrid, no se conforma y ya sabe que irá por más. Primero, en el Mundial de Eugene 2022. Y en 2023, antes de pelear por una medalla en los Juegos Panamericanos de Santiago (del 20 de octubre a 5 de noviembre de 2023), en la primera mitad del año, buscará el pasaje directo a los Juegos Olímpicos de París 2024.
“El éxito no es ganar o tener un récord. Eso es parte de un proceso, de un largo proceso, en el que te pude ir bien o mal. Creo que el éxito va de la mano con lo que hacés en la vida. Me siento exitosa pero no por una victoria. Se gana y se pierde. Es la vida misma. Me siento una afortunada de poder trabajar de lo que amo. Me siento exitosa porque corro como soy en la vida. No me guardo nada, doy todo. Esa es mi mayor virtud: hacer las cosas sin esperar nada a cambio”, resume sin tapujos. Florencia Borelli, más allá de los récords, sólo conoce una manera de correr: a corazón abierto, como en la vida, para ir liviana y en paz. Acaso, una receta que enseña a diario como la gran fórmula de su éxito.
Borelli y los argentinos:
Borelli ocupó el 12° puesto en la clasificación femenina, que fue ganada por la etíope Alemu Megertu para fijar el récord para el circuito de 2h18m51s. Las otras argentinas que corrieron en Sevilla fueron Daiana Ocampo, quien ocupó el 23° puesto con 2h31m36s, y Marcela Gómez, que debió abandonar a la altura del km 30. Además, la peruana Gladys Tejeda finalizó 9°, con 2h25m17s que significa el nuevo récord sudamericano. Y, entre los hombres, el tucumano Pedro Luis Gómez, a sus 35 años, consiguió su mejor marca de 2h13m28s, que lo eleva al cuarto puesto del historial argentino en esta difícil distancia que quedó en manos del etíope Asrar Abderehman (2h04m43s y récord del circuito).