“Uno empieza a ser más goleador y el otro empieza a ser más exquisito, más jugador y empiezan los egos normales. Por eso uno dice ‘muchos caciques y pocos indios’, porque son todos egos muy grandes. Yo nunca traté de meterme en esa situación, son chicos difíciles también, cuando empiezan a chocar, son difíciles”, así le cuenta Pepe Basualdo a BOLAVIP, en una entrevista exclusiva, cómo fue llegar al Boca de Bianchi y compartir vestuario con Juan Román Riquelme y Martín Palermo.
La segunda etapa en Boca fue la frutilla del postre de una carrera que lo tuvo todo: ascenso, el servicio militar en el medio, ser vendido a Mandiyú sin haber sido visto, el paso fútbol alemán -con nieve incluida-, la Selección Argentina, el Mundial del 90, el del 94, con el doping a Maradona, la Libertadores e Intercontinental tanto con Vélez como con Boca y con el denominador común de conseguirlo con Carlos Bianchi y su cuerpo técnico al frente.
-¿Te sentís una gloria de Vélez?
-Yo creo que cuando sos jugador tratás de divertirte profesionalmente, das lo mejor de vos en donde te toque y las consecuencias llegan solas. Está un poco eso que se me identifica con Boca y con Vélez porque gané todo con los dos. Pero yo creo que Vélez me marcó por todo lo que viví acá.
Pepe Basualdo es muy querido en Vélez, cuando camina dentro del Amalfitani es reconocido por quienes concurren al club y recibe el afecto del público velezano. Pero esta historia comenzó mucho antes, en Campana, Provincia de Buenos Aires.
-¿Cuándo hacés el clic y te das cuenta que podés llegar a competir de manera profesional?
-Fue difícil porque me di cuenta que el fútbol me era redituable fue cuando mi mamá dejó de darme plata para salir. Ahí empecé a tener mi propia playa y empecé a ayudar en mi casa. El fútbol en mi vida ni me acuerdo como aparece, porque mi viejo jugaba a las bochas, mi mamá era ama de casa y mis abuelos pescadores, nadie me lo inculcó.
-Así y todo, llegas a Villa Dálmine, el club más importante de Campana
-Claro, yo jugaba en un nocturno y una vez jugamos contra la Tercera de Villa Dálmine y cuando me ven, el técnico me dijo que tenía que ir a jugar con ellos y ni lo dudé. Era salir del potrero para jugar en el club más importante de la ciudad. Llegué con 16 años y a los 17 ya debuté en Primera, ni siquiera hice Inferiores.
Los comienzos de Pepe Basualdo en Villa Dálmine.
-¿Sentiste que te faltaba algo por no haber hecho Inferiores?
-No, yo tuve técnicos que fueron muy inteligentes y me dejaron jugar como yo jugaba. En el potrero no hay posiciones, se corre atrás de la pelota y eso para mí era una virtud y lo fue hasta el final de mi carrera. Con el correr del tiempo, yo mismo me fui acomodando a la evolución de lo que iba pasando enfrente.
-Y en ese momento te tocó hacer el servicio militar
-Sí, fue justo en el 82, en la época de Malvinas. Yo me iba a ir a jugar a Toulón, pero no pude ir por el servicio militar. Creo que si hubiese ido a Toulón todo hubiese llegado más rápido en mi carrera. Me tocó hacerlo en Mercedes y ahí también jugué al fútbol, porque el regimiento tenía su equipo en la Liga Mercedina y no dejé de competir nunca, ni siquiera cuando hice el servicio militar.
Luego de un importante recorrido en el ascenso con Villa Dálmine, Deportivo Mandiyú compra a Pepe Basualdo, lo curioso es que lo hicieron sin haberlo visto, solamente por buenas referencias. A fines de los 80, Pepe llegó a Corrientes y eso lo puso en el radar de Carlos Bilardo, quien por entonces dirigía a la Selección Argentina.
-Después a Mandiyú y más tarde a Stuttgart de Alemania
-Sí, yo en Villa Dálmine pedí salir porque sentía que Campana me quedaba chico. Inclusive amenacé con volver al barrio. Entonces para el 87 me venden a Mandiyú y cuando llegó a Corrientes me van a buscar el presidente y el técnico y lo primero que me dijeron era que no me conocían, pero que tenían muy buenas referencias, que iba a tener que demostrar. Arranqué como titular y jugué los 42 partidos, salimos campeones, ascendemos a Primera y a los dos meses me citaron a la Selección Argentina después de un 4 a 4 en el Monumental que metí dos goles y jugué muy bien.
Pepe Basualdo en Mandiyú.
-¿Cómo fue la experiencia de la Copa América 1989?
-Me llegó la convocatoria y yo me presentaba durante la semana a entrenar en Empleados de Comercio. Me acuerdo que concentraba con Balbo, Hernán Díaz y Sensini. Nos entrenábamos ahí y después los viernes se volvía cada uno a su provincia a jugar el fin de semana. Y quedé para la Copa América, inclusive que me acuerdo que Bilardo me dijo antes del primer partido que yo no iba a jugar porque Troglio venía entrenando antes que yo. A mí no me importaba nada, yo estaba en la Selección Argentina. Me acuerdo que en el partido contra Uruguay estaba viendo el técnico de Stuttgart y se fijaron en mí. Termina la Copa América y yo quería volver a ver a mis amigos y familia para contarles todo lo que había vivido, pero me dicen que me tengo que ir a Alemania. Yo al principio pensé que, si me iba allá, Bilardo no me iba a ver, entonces pensé en quedarse en Mandiyú, pero en cuanto Bilardo se enteró, me cagó a puteadas. Él ya estaba planificando el Mundial 90 y yo el día a día. Me subí a un avión, previa escala en Madrid y llegué a Frankfurt.
-¿Cómo te ven desde el Stuttgart?
-Primero fue muy abrumadora. Llegué en diciembre y jugábamos en la nieve. Fue todo raro para mí cuando llegué, hay que admitir que son el primer mundo y te das cuenta en los detalles. Pero a mí se me complicaba con el idioma, no hablaba con nadie, solo con mi representante que estaba en Colonia y se tomaba el tren. En la tele miraba solo MTV, porque era escuchar música, pero el idioma fue complicado. La experiencia fue linda, pero dura, es feo parecer mudo. O sea, no tenés relación con nadie, tengo que destacar a mis compañeros que me la hicieron muy fácil, se armó un grupo bárbaro. Todos los días me llamaban para ver cómo estaba, me llevaban a comer, no me dejaban estar solo. Se hizo más fácil cuando conocí a un chico italiano que trabajaba en un restaurante y ahí él me traducía del alemán al italiano y era todo más sencillo. Aprendí un poco de alemán y otro poco de italiano, ja.
José Basualdo llega a Stuttgart después de la Copa América 89. (Foto: IMAGO).
-¿Cómo te enteraste que ibas a jugar el Mundial 90?
-Porque Bilardo me lo dice después de la Copa América. Él creía que me iba a venir muy bien ir al fútbol alemán.
-Y a vos el esquema ideal de Bilardo te venía bien
-Claro, él quería jugadores polifuncionales y esa era mi principal característica.
-El potrero fue importante para que vayas al Mundial 90 entonces
-Fundamental.
Argentina llegó al Mundial 90 siendo campeón defensor, pero con un plantel que poco tenía que ver con el del 86, aunque se mantenían algunas piezas importantes como Maradona, Burruchaga y Ruggeri. La Albiceleste integró el Grupo B con Camerún, Unión Soviética y Rumania.
Diego Armando Maradona, la bandera de la Selección Argentina. (Foto: IMAGO).
-¿Qué pasó contra Camerún en el debut?
-Nosotros no menospreciamos a Camerún. Sabíamos que eran muy fuertes físicamente, pero con algunas limitaciones futbolísticas. Bilardo nos pidió que tengamos más la pelota así ellos utilizaban la parte física y todos vieron lo que pegaron ese partido. Se encontraron con un gol impensado, yo la verdad que pensé que lo íbamos a empatar, pero el todo se hizo cuesta arriba. Fue un golpe duro, fue muy triste.
Pepe Basualdo en su debut mundialista ante Camerún. (Foto: IMAGO).
-¿El debut en un Mundial es el partido más difícil de todos?
-Sí, es el más difícil. Hay muchos nervios la verdad. Yo concentraba con Burruchaga y Bilardo fue inteligente y le decía todo el tiempo que él me cuente cómo era jugar un Mundial, él venía de jugar el del 86. Pero Burru era sincero y me decía que por más que me lo cuente, yo lo tenía que experimentar. Y así fue que pasó, los primeros diez o quince minutos yo estaba bien del cuello para arriba, la cabeza estaba bien, pero el cuerpo tardaba en responder, era una masa de nervios. Mi cabeza le daba órdenes a mi cuerpo y no respondía.
-Por perder con Camerún, en octavos tocó Brasil, ¿qué te acordás de aquel partido?
-Fue un baile al principio, nosotros no podíamos tener la pelota y ellos la tenían todo el tiempo, generaban situaciones. Nosotros tuvimos la primera recién a los 40 del primer tiempo que fue un cabezazo de Ruggeri que pasó cerca, después no existimos. Después llegó el entretiempo y la famosa frase de Bilardo que dijo que los de Brasil eran los de amarillos y nosotros los rayados. Que fue un chiste, pero era muy cierto.
Los once de Argentina que lograron la hazaña contra Brasil en Italia 90. (Foto: IMAGO).
-¿Cómo te pegó a vos esa frase?
-Era una realidad, todos los estábamos viendo. Yo veía que Troglio estaba mal, que el Gringo estaba, yo mismo estaba mal. La vorágine nos llevó a eso, entonces había que tranquilizarse. Lo hacíamos mal porque lo hacíamos de manera individual, todos queríamos salvar a Argentina, pero había que hacerlo colectivamente. Nos costó mucho, pero apareció la genialidad de Diego, con Caniggia muy bien ubicado y nos salvó. Después del gol ellos se desacomodan un poquito, porque Brasil era candidato a ganar el Mundial.
-¿Cómo viviste los minutos posteriores al gol de Caniggia?
-Teníamos que tenerla, aguantar. Tirarla a cualquier lado en el medio y tratar de tenerla el mayor tiempo posible. Hubo una jugada que la agarré, amagó a dar un pase, engancho, me veo solo y empecé a correr y correr. Cuando estoy por llegar al área lo veo a Taffarel y pienso que me va a salir y se la tiro por arriba, pero no me salió y cuando estoy por entrar al área siento una patada y cobran falta, se quedan con uno menos y ahí ya está.
Caniggia define ante Taffarel luego de una genialidad de Diego Armando Maradona. (Foto: IMAGO).
-¿Después de Brasil pensar que podían ser campeones del mundo?
-No, nosotros teníamos una realidad que era ver hasta donde podíamos llegar. Teníamos al as de espadas, pero esta averiado. Diego no estaba en su mejor momento, no era el del 86, ya habían pasado cuatro años y en la vida de Diego eso son como 20 años. Entonces dentro de todo corríamos con desventaja, sabíamos que nos íbamos a enfrentar al dueño de casa que era Italia antes de llegar a la final. Y si llegábamos nos tocaba Alemania, yo jugaba en el fútbol alemán y los conocía a todos. El partido con Italia lo jugamos por Diego, con el amor a Diego. Inclusive él mismo dijo que quería ganar el partido con Italia y lo que venga ya era un premio. Contra Italia fue el mejor partido que jugamos, empezamos perdiendo y lo empatamos y casi lo ganamos. Cuando llegamos a la final, Diego nos dice ´ahora ya estamos acá, vamos a ganarla´, pero ya no teníamos a nadie. Bilardo me mira y me dice que iba a jugar de cinco porque no tenía a quien poner. Faltó de la elección de jugadores.
-¿Crees que faltó Ramón Díaz?
-Puede ser, pero estaba Caniggia ahí. En ese momento había una pelea fuerte entre los jugadores de Menotti y los de Bilardo. Eso le pasó factura a Valdano, que podría haber estado. Es cierto que estuvo lo de la hepatitis, pero esa fue la ayuda para decirle que se queda afuera.
-¿Cómo viste el penal de la final contra Alemania?
-Yo creo que si esa jugada se revisa hoy en día con el VAR lo dan. Obviamente para mi no fue, nunca fue, ni antes ni ahora.
La queja de los jugadores argentinos al árbitro Codesal tras cobrar un penal inexistente. (Foto: IMAGO).
-¿Qué pensás que podía pasar si llegaban a penales?
-Nosotros queríamos llegar a penales. Hicimos todo el esfuerzo para que eso pase. Por eso nos dolió tanto que el penal fue a los 80 minutos, porque quedaban diez minutos nada más. Alemania no fue igual que todos los partidos, ya le pusieron marca personal a Diego. El que le hizo marca personal era compañero mío y yo le decía que no lo marque, pero ellos sabían que, si no lo hacían, podía aparecer en una jugada y cambiar el partido. Creo que ellos nos respetaron mucho, tardaron en llegar al gol y nosotros apostábamos a nuestra carta para penales que era Goycochea.
Tras la final, Basualdo se abraza con Guido Buchwald, su compañero del Stuttgart. (Foto: IMAGO).
Después del Mundial 90, Pepe Basualdo continuó un tiempo en Stuttgart, hasta que en 1992 regresó a Argentina para jugar en Racing, pero por problemas económicos debió regresar hasta que apareció Vélez en su camino.
-¿Cómo se dio tu llegada a Vélez?
-Llegué a fines de 1992 a través de Manera, que era el mejor amigo de Bilardo. Yo había venido a Racing a mitad de año, estuvo a préstamo tres meses, pero como no pagaron, me hicieron volver a Alemania. Di Stéfano me dice que me quede tranquilo, que me iban a comprar con la plata de la venta de Carranza. Yo les dije que no había problema, que iba a estar en Alemania. Al tiempo me avisan que me había comprado un equipo argentino y yo pensé que era Racing, pero me avisaron que era Vélez. Obviamente acepté y me adapté rápidamente.
A comienzos de los 90, Basualdo llegó a Vélez.
-Fueron campeones en el 93, ¿era un sueño imposible la Copa Libertadores?
-Lo que pasa es que los que confían son los que están y esos éramos nosotros. Nos tocó el famoso grupo de la muerte con Cruzeiro, Palmeiras y Boca y la lógica era que salgamos últimos en el grupo y peleábamos contra eso. Todos tienen que buscar una motivación y la nuestra era no quedar últimos en el grupo. Jugamos contra Cruzeiro que lo tenía a Ronaldo, que nos hizo un gol rápido y después lo empatamos, le ganamos a Boca en la Bombonera y los dejamos eliminados, a Palmeiras le ganamos de local y nos encontramos ya clasificados en la última fecha, que fueron varios de los chicos de la Reserva a jugar contra Palmeiras a Brasil. Después nos tocó un uruguayo duro, acá le ganamos 1 a 0 con un gol de tiro libre, en cuartos jugamos contra el equipo venezolano y en semifinales nos tocó Junior, que le ganamos por penales y a mí me tocó patear el sexto.
-¿Y la final contra San Pablo?
-Acá la ganamos 1 a 0 con gol del Turco Asad y después había que ir al Morumbí que era bravo. Ellos iban por el tricampeonato y nosotros nunca habíamos estado en una cancha tan llena, tan enloquecida, era todo blanco. Y de Vélez había un grupito de dos mil hinchas, entre los que estaban dos amigos míos, uno de River y otro de Boca. Entramos al partido y al poco tiempo nos empatan la serie y teníamos que remarla ochenta minutos contra San Pablo y sus figuras. Y vos te sentís chico, por más que tengamos jugadores que ya hayan jugado internacionalmente, ahí te sentís chico. Bancamos momentos difíciles, los chicos estuvieron espectacular y le terminamos sacando el título al San Pablo.
Vélez festeja en el Morumbí su primera Copa Libetadores.
-¿Cuánto influyó la mentalidad de Carlos Bianchi para ese título?
-Fue muy importante, sobre todo para los chicos. Recién estaban empezando el Negro Gómez, el Turu Flores, el Turco Asad. Tuvo que dar un paso al costado un tipo como el Gallego González. Bianchi encontró el equipo con Tito Pompei y Pacha Cardozo, abajo estaban Trotta y el cordobés Sotomayor, fue un equipo muy equilibrado y Bianchi fue muy inteligente porque nos utilizó a todos en el mejor sentido de la palabra. Pero también quiero destacar a su cuerpo técnico, Ischia fue espectacular y también el Profe Santella, que para mí es el mejor de la historia del fútbol argentino. Tengo 60 años y sigo corriendo gracias a él.
-¿Cómo era ese vestuario con personalidades tan fuertes como las de Trotta y Chilavert?
-Nos tratamos de llevar bien. Sabíamos que teníamos varios jugadores con mucho temperamento, que cualquier chispita y estallaba todo. Cuando se tuvo que hablar de habló. Me acuerdo que los defensores estaban enojados con Chila porque él gritaba mucho, entonces él les explicó que no era contra ellos, que puteaba al aire, que servía para disimular y era para bajar un poco. Fueron unos chispazos al principio porque nos estábamos conociendo, pero era normal.
Luego de ganar la Copa Libertadores de 1994, Vélez debía jugar la Copa Intercontinental contra el campeón de la Liga de Campeones de la UEFA 93-94, en este caso el poderoso Milan de Italia que contaba con muchas de las figuras que se lucían en la Selección de Italia, la cual venía de ser subcampeón del mundo en Estados Unidos.
-¿Cómo fue la heroica Intercontinental contra el Milan?
-Y… nosotros íbamos. Íbamos a ver que pasaba básicamente y era lo bueno que teníamos nosotros. El Milan tenía a media selección de Italia, Costacurta, Maldini y varios más a los que había enfrentado en el Mundial 90. Nosotros sabíamos de su podría y también que, para ellos, nosotros éramos un equipo de la C. Lo gracioso fue que nosotros llegamos de buzo y ellos con traje, entonces ya arrancamos perdiendo 3 a 0 desde la vestimenta, ja. Después nos entrenamos y me acuerdo que cuando los vemos antes de salir, era como que medían un metro más.
Vélez y Milan disputaron la Intercontinental 94. (Foto: IMAGO).
-¿Se paralizaron cuando arrancó el partido como cuando habías enfrentado a Camerún en el comienzo de Italia 90?
-Las finales no tienen nada que ver, es adrenalina pura. Todo está acumulado en el cuerpo, es nerviosismo y dura como unos cinco o diez minutos. Esto nos pasaba a nosotros, pero a ellos también. Empezás a soltarte con el correr de los minutos y empezamos a tenerla nosotros. Si bien sabíamos cómo jugaba el Milan por la charla del Pelado -Bianchi- y tenés que empezar a verlos en vivo y ver sus fallas. Ya cuando entrás en partido es cuando usas tus armas y nosotros teníamos la fuerza del Turco, la gambeta del Turu, el pelotazo largo de Chila y así vino el primer gol. Y con eso empezás a sentir que estás ahí y la clásica del “somos once contra once”.
-¿Cómo fueron los últimos diez minutos?
-Mirando al banco continuamente, preguntando cuánto faltaba. Pero lo bueno es que en esos últimos diez minutos nosotros tuvimos mucho la pelota. Empezamos a ser Vélez y ellos no la podían agarrar y eso nos tranquilizó mucho. Y bueno, el ir 2 a 0 también da una tranquilidad diferente.
-¿Crees que el Milan los subestimó?
-Sí, hubo un equipo que supuestamente era más grande y nos menospreciaron y por eso la pasaron mal.
-¿Te acordás de alguna charla con ellos dentro de la cancha?
-No, solo para cambiar camisetas. Que si vos ves la foto de cuando levantamos la copa, todos tenían la camiseta del Milan. Estábamos desesperados por esas camisetas, ja.
-¿Vos con quién cambiaste?
-Yo siempre cambié con el que tenía al lado cuando terminaba el partido y ahí cambié con Donadoni, que encima ya lo conocía. Pero si vos te fijás, cuando levantamos la Copa, yo la tenía dada vuelta, ja.
Vélez le ganó 2 a 0 al Milan en Japón y se quedó con la Intercontinental 1994. (Foto: IMAGO).
-¿Fue la victoria más importante de tu carrera?
-Sí, hasta ese momento. Es como jugar un Mundial, es algo muy importante. Es un partido y fue una locura, porque encima nosotros no teníamos gente que nos siguió, entonces teníamos la copa ahí y no lo podíamos creer. Tuvimos mucho tiempo la copa ahí, nos sacábamos fotos, la mirábamos, la abrazábamos, pero nosotros queríamos volver a Argentina y el vuelo salía a la noche recién.
-¿Cuándo se dieron cuenta lo que habían logrado?
-Nos dimos cuenta cuando bajamos del avión que todos nos aplaudían, en la aduana también. Con eso fuimos entrando en calor, pero cuando salimos del aeropuerto vimos que había filas y filas de autos y esos no eran todos de Vélez, porque los de Vélez estaban en el estadio. Fue muy lindo lo que recibimos, porque también estaba todo el cariño de los que no eran de Vélez.
A mediados de 1994 se disputó el Mundial de Estados Unidos 1994 con un Diego Maradona como un líder en los años finales de su carrera y con Pepe Basualdo disputando su segunda Copa del Mundo.
Pepe Basualdo jugó un solo partido en el Mundial 94 y fue contra Rumania en octavos de final. (Foto: IMAGO).
-¿Cómo llegó Diego al Mundial 94?
-Diego tiene presencia. Físicamente se decía que estaba un poco mejor, pero ya en esa época le apuntaban a lesionar. Si te acordás, cuatro años atrás cómo tenía el tobillo. Diego hacía un esfuerzo increíble y el amor propio que le ponía para ayudar a sus compañeros era increíble.
-¿Estaba mejor conformada esta lista que la del 90?
-Sí, yo tuve la suerte de estar. Estuve en el banco y los miraba y veía que teníamos una gran selección.
-¿Estaban para salir campeones?
-A diferencia del 90, esta vez sí.
-¿Cómo te enterás del doping de Diego?
-Yo me enteré porque justo estaba hablando con una persona que estaba en Buenos Aires y me preguntó qué había pasado con Diego, que en el noticiero decían que había problemas con él. Le digo que yo estaba en la habitación, que no tenía idea. Entonces corté y salí a ver qué pasaba. Había un silencio y cuando llegó a la habitación de Diego estaba él ahí a las puteadas y nos enteramos que había sido positivo el doping. Entonces nos enteramos de todo por la bronca de Diego.
La enfermera que ingresó a buscar a Maradona para hacerle el control antidoping tras el partido contra Nigeria. (Foto: IMAGO).
-¿Tenés alguna teoría?
-Todos dicen que era el último año de Joao Havelange y Argentina no tenía que salir campeón. Esos son los rumores.
-¿Afectó mucho al grupo?
-Sí, afectó mucho, yo no pensé que iba a afectar tanto.
-¿Influyó en los resultados contra Bulgaria y Rumania?
-Sí, sobre todo con Rumania. Levantamos muy tarde, terminamos 3 a 2 y casi lo empatamos. Ellos aprovecharon los momentos de distracción nuestros y nosotros siempre correr de atrás. Nos dimos cuenta que podíamos ganarlo sin Diego. Queríamos ganarlo para Diego, pero no alcanzó.
-¿Cómo podés definir el liderazgo de Diego?
-Único, perfecto. Él va más allá de lo futbolístico. Yo veo a Messi y veo un líder futbolístico, pero Diego iba más allá de eso. Diego era muy humano, era pueblo y no quiero decir que Messi no, no tengo la suerte de conocerlo. Pero Diego sobrepasaba fronteras.
Después de salir campeón de todo con el Vélez de Bianchi, en 1996 José Basualdo pasó a Boca, pero se enteró de una manera un poco curiosa. Allí se reencontró con Carlos Bilardo y la relación no terminó de la mejor manera.
-¿Cómo fue tu llegada a Boca?
-Se dio raro. Yo me enteré por Crónica TV. Estaba concentrando con Vélez y hacía tres meses que se venía hablando y las idas y vueltas. Entonces yo decido quedarme en Vélez. Pero en una de esas yo estaba con el Negro Gómez y en Crónica dicen que Pepe Basualdo es nuevo jugador de Boca. A los cinco minutos suena el teléfono y era así. Yo estaba en San Martín de los Andes haciendo la pretemporada con Vélez, ya llevaba doce días y me llamaron desde Boca que tenía que presentarme. Fue un poco triste todo, ese día saludé a todos, pero Bianchi no me saludó a ahí, pero sí al otro día, como un señor.
-¿Por qué Bianchi no te saludó?
-Porque creo que no quería que me vaya. Pero al día siguiente vino como un señor, me saludó y me deseó lo mejor. Inclusive tenía dos días libres y él me preguntó si quería quedarme con el grupo y le dije que sí.
Carlos Bianchi celebra la Intercontinental con Vélez. (Foto: IMAGO).
-¿Qué tal ese vestuario de Boca?
-Era bravo, además en Boca hay que cuidarse mucho más, por la exposición que tiene. De hecho, el último día en Vélez fuimos al gimnasio y estaba lleno de gente de Boca. Entonces Bianchi me preguntó qué hacemos y yo le dije que entrenemos como siempre. Ya en Boca, el vestuario era bravo, estaba Diego, Caniggia, Tchami, el Mono…
-Con esos nombres Boca no ganó nada
-No. En esa época fue la transición, justo llegó el Kily, Verón, Palermo, los Barros Schelotto. Era la camada intermedia, se iban los que habían ganado antes y ya se empezaba a armar el grupo para lo que venía. Se había ido Bilardo, había llegado el Bambi.
-¿Por qué te fuiste de Boca?
-Porque me peleo con Bilardo.
-¿Qué pasó?
-Discutimos por las locuras de él, obviamente. Él decía que yo le estaba haciendo una cama. Yo le expliqué que ya era grande y que no era así. Cada vez que había un problema, él me gritaba a mí y me decía que lo tenía que solucionar porque era jugador de selección. Yo le decía que él era el entrenador y que yo no era quien para gritarle a un compañero si la perdía. Él decía que le quería hacer complot y que no iba a jugar más en Boca.
Luego de su salida del Xeneize, Pepe Basualdo jugó en España, regresó a Argentina para jugar en Deportivo Español y en 1998 regresó a Boca, ya con Carlos Bianchi en el banco de suplentes.
-¿Cómo fue tu vuelta a Boca?
-Aparece Carlos Bianchi y entonces le digo a Mauricio -Macri- que quería quedarme en Boca, que no quería ir a préstamo a Badajoz. Él me dice que la gente no iba a estar contenta y yo le respondí que él no se haga problema, que si puteaban a alguien era a mí y eso no me molestaba. Pero entonces me dice que llegaba Bianchi nuevo y quería jugadores nuevos, que lo quería traer a Guglielminpietro. Yo le dije que lo traigan y que, si él estaba mejor que yo cuando terminaba la pretemporada, yo me iba a Badajoz.
-¿Cómo estuviste en esa pretemporada?
-Fue la mejor pretemporada de mi vida. Volaba, el profe Santella me decía que regule y yo le decía que no y eso que ya tenía 36 o 37 años.
-Le demostraste a Macri que estabas para seguir
-Yo quería quedarme. Me acuerdo que después vino Macri y me dijo que me había dicho eso para probarme. Después de la pretemporada, viene Bianchi y me dice que iba a arrancar Navas como titular, pero lamentablemente se lesionó contra Racing, entré yo y no salí más.
-¿Se sentían candidatos a ganar la Copa Libertadores del 2000?
-Sabíamos que íbamos a pelear.
-¿Era un plus tenerlo a Bianchi en la Libertadores?
-Sí, tenía mucha más experiencia que antes. Estaba más maduro todo.
-Ahí compartiste vestuario con Riquelme y Palermo, ¿qué tal la relación entre ellos?
-El vestuario al principio era como todos. Eran dos chicos anónimos, uno que venía de Estudiantes y el otro en un paquete de jugadores de Argentinos Juniors. Cada uno se va formando, uno empieza a ser más goleador y el otro empieza a ser más exquisito, más jugador y empiezan los egos normales. Por eso uno dice ´muchos caciques y pocos indios´, porque son todos egos muy grandes. Yo nunca traté de meterme en esa situación, son chicos difíciles también, cuando empiezan a chocar, son difíciles. Yo nunca me metí en esa situación, traté de no hacerlo.
Basualdo y Riquelme.
-Adentro de la cancha no chocaban
-Eso era lo bueno que lograba Carlos. Si afuera de la cancha uno quería ir a comer con tal o cual no pasaba nada. Pero adentro de la cancha todos tirábamos para el mismo lado.
-¿Qué significó para vos ganar la Copa Libertadores del 2000?
-Fue reencontrarme. Lo cómico es que me agarra el final de mi carrera. Fue saborearlo, porque al principio todo es sorpresa, pero después lo pude saborear. Cuando ganamos esa Libertadores viene Carlos y me dice: “Ya está, ya tenés 37 años, ya jugaste”. Yo tenía bronca porque acá no me puso, pero allá en Brasil fue titular. Entonces cuando me dice que ya está, le dije que faltaba la frutillita de postre que era Japón y que después de eso sí ya está. Inclusive antes de ir a Japón yo no estaba siendo titular y Carlos me preguntó si quería jugar en Reserva y le dije que sí y contra Talleres jugué en Reserva. Porque no le servía tenerme en el banco, quería que me mueva.
-En Japón fuiste titular contra el Real Madrid, ¿cuándo te enterás de eso?
-Allá, yo viajé sin saber si iba a jugar. Lo quería, pero no sabía. No sabés lo entrenamientos que hacía, hasta mis compañeros me decían: “Si el Pelado -Bianchi- no te pone es un tarado”. Estaba jugando muy bien.
-¿La sensación de enfrentar al Real Madrid con Boca era similar a la de Vélez contra el Milan?
-No, era distinto. Con Boca teníamos otra chapa y otra cosa importante era que teníamos medio estadio con hinchas nuestros, estaba la 12 atrás del arco. Entonces vos entrabas a la cancha y se escuchaba cantar a los dos. Cuando jugamos contra el Milan, eran todos del Milan, salvo un grupito de dirigentes de Vélez.
-¿Y el Madrid tuvo la misma actitud que el Milan?
-La misma actitud. Ellos se sorprendieron y nosotros también, yo no me imaginaba que íbamos a estar 2 a 0 a los seis minutos. Pero sí teníamos el empuje desde el principio y queríamos ser protagonistas. Fueron dos muy buenas definiciones de Martín. Pero después el Madrid se empezó a despertar, Roberto Carlos se puso la diez, la primera fue al palo, la segunda fue gol y ahí ya se despertaron.
-¿Qué les decían los jugadores del Madrid?
-Y… por ejemplo, Figo se quejaba porque Matellán le pegaba. Todos querían agarrar a Román y no podían, también se quejaban de Martín, entonces discutían entre ellos. Estaban con bronca y yo lo agarro a Figo y le digo que no se queje de Matellán, que era un chaval chico, que estaba jugando sus primeros partidos. Que era obvio que se la iba a querer sacar, que era Figo. Entonces él entendía, pero cuando se daba vuelta, le decía a Matellán que lo mate.
Figo, ante la férre marca de Matellán. (Foto: IMAGO).
-¿Cómo fueron los últimos minutos?
-Muy electrizantes, mirando al banco continuamente. Queríamos que termine y bueno, cuando terminó fue una locura. Me acuerdo que vino el Pelado -Bianchi- y me dice: “Ahora sí ya está, ¿no?”, y esta vez le dije que sí.
-¿Por qué Bianchi te quería retirar?
-Porque sabía que si no me echaba, yo iba a seguir un poquito más. Físicamente estaba bien, nunca había tenido una lesión, de la cabeza estaba bien. Entonces les tapaba a jugadores como Marchant, Navas, Gustavo Schelotto y era entendible. Yo tenía 38 años, quería descansar un poco, pero no lo quería soltar. Encima después volvemos a salir campeones, pero la verdad es que miraba el documento y eso era una realidad.
El Boca de Bianchi, campeón de la Intercontinental 2000. (Foto: IMAGO).
Antes del retiro, Pepe Basualdo regresó a Vélez, el club con el que había ganado todo años atrás.
-¿Cómo fue la vuelta a Vélez?
-Fue una locura, porque yo me voy a Extremadura a retirarme, a un pueblito de 20 mil habitantes. Tengo amigo allá, tenía ex compañeros allá y se hace presidente y me fui para despejarme de Boca. Vuelvo a Argentina y aparece González de Vélez y me dijo que tenía que volver. Compagnucci agarraba de técnico y son todos pibes, tenés que dar una mano desde adentro y acomodar a estos pibes. Me corrieron una semana, pero en cuanto me canse, me voy. Ahí empezó y después vino Bauza, que lo conocí en el Mundial. Al principio todo bien, pero al día siguiente no me dejaba entrenar. Entonces vine al club, saludé a todos y me fui.
-¿Te imaginaste que te ibas a retirar en Villa Dálmine?
-Se dio, yo fui de manager general. Un día contra San Miguel faltaba un jugador y me pedían que juegue. Me puse los botines, empecé a jugar y me decían que me sobraba. Me llama Pacha Cardozo y me dice que se quiere sumar, después Pedro Troglio lo mismo y también se viene. Después aparecieron, no sé cómo el Diablo Monserrat y Mario Pobersnik. Jugamos todo el 2003, lo que nos divertimos. Las canchas estaban iguales que en el 81. Me divertí, me retiré, casi salimos campeones. Fue una despedida muy linda.
Basualdo, Pobersnik, Monserrat, Troglio y Cardozo, Villa Dálmine, 2003.