Venezuela es la única selección sudamericana que jamás se clasificó a un Mundial de mayores. Es Cenicienta sin zapatos. Es, en esencia, una aventura que se extendió demasiado en el tiempo entre arrebatos de ilusión y también de desesperación. Es una película que lleva años de producción y ajustes y no termina de estrenarse. Un guion que se reescribe aún sobre lo que estaba bien. Un prototipo que todos queremos comprar y, de repente, otra vez, se convierte en meme porque destruye su propio motor. La Vinotinto acarrea décadas de zigzag emocional y futbolístico desde que José Omar Pastoriza le dio un impulso estructural, táctico y anímico indispensable. Pero... ¿Cuáles son las razones y a qué se enfrentará José Néstor Pékerman desde la próxima fecha de Eliminatorias?

 

Esta Venezuela, aún última en el escalafón clasificatorio, no es aquella de nivel super easy de Play Station. Su inmadurez y su ingenuidad prácticamente amateurs quedaron en la papelera de reciclaje con el comienzo del siglo. Sin embargo, la etiqueta de “única en no acceder a la cita máxima del fútbol” no es caprichosa. Tampoco se adhiere a la ausencia de ventajas climáticas o geográficas que pueden disfrutar otros representativos nacionales. Es, en realidad, parte de una conducta autodestructiva. Venezuela se boicotea cada vez que ofrece rasgos competitivos serios.

Luego de las bases que patentó Pastoriza, Venezuela creció bajo los pizarrones de Richard Páez y César Farías. La Vinotinto tuvo apenas dos entrenadores entre 2001 y 2013. Se repartieron 142 partidos. Y aunque ninguno alcanzó el 40% de efectividad, sí consiguieron dar un salto de nivel emocional y estratégico. Venezuela tuvo por primera vez en su historia noción de profesionalismo real y de continuidad futbolística. Había raíz en lugar de un castillo de naipes. Su imagen futbolera mostraba certezas de carácter y matices en el juego, capacidad de adaptación ante circunstancias adversas y confianza ante fuerzas parejas.

Pékerman será el sexto entrenador desde 2014 si contamos los cotejos dirigidos por Manuel Plasencia y Leo González. El cuarto si vamos a procesos efectivos. La salud institucional de la Federación titila y tropieza. Ni ilumina, ni forma caminos, y así es imposible sostener el crecimiento en el tiempo.

 

Que Farías sea el timonel de una Bolivia que aún sueña con Qatar es un puñal que debe dolerle a Venezuela. Se trata de un rival directo. Farías llevó a La Vinotinto a su primer mundial sub 20 en 2009. En el proceso preparatorio fue subcampeón del tradicional torneo de L'Alcudia, aquel que potenció las chances de Lionel Scaloni en Argentina.

Con Farías, Venezuela quedó a 2 unidades de la zona de Repechaje para Sudáfrica 2010. Durante el recorrido, puntuó por primera vez ante Brasil por Eliminatorias y venció al pentacampeón Mundial en un amistoso. También catapultó el desarrollo de juveniles tanto a nivel seleccionado como dentro de la liga local gracias a decisiones reglamentarias. En 2011, aterrizó en semifinales de la Copa América.y quedó eliminado por penales. Rumbo a Brasil, se instaló a un puesto del terreno de respeca y derrotó a la Argentina de Sabella que luego sería finalista ante Alemania.

Venezuela no supo aprovechar todo ese capital neto, ni todo lo que fue invertido y luego arrojaría un brillante rédito en juveniles. La Vinotinto fue subcampeón mundial sub 20 en 2017. Hablamos de menos de 5 años... El entrenador de aquel plantel fue Rafael Dudamel, quien también se había hecho cargo de la mayor en abril de 2016 ante la salida de Noel Sanvicente.

De aquellos juveniles subcampeones del mundo podemos citar a Herrera, Soteldo, Fariñez, Peñaranda. Venezuela tenía todo para formar el combo entre promesas y valores sólidos asentados en competencias de elite como Rondón, Rincón o Machís. Al día de hoy tiene al menos un representante en cada una de las 5 ligas top de Europa, registro del cual no pueden jactarse Bolivia o Perú, por ejemplo.

Una asignatura que debe estudiar el fútbol venezolano es el destino primario de sus futbolistas cuando no seducen las luces europeas. La MLS, pista de llegada de varias de las mejores promesas, ofrece dólares, pero aún no tiene desarrollado el “ojo de tigre” que brindan otros torneos. El futbolista allí se siente cómodo, pero su despegue emocional definitivo se adormece, y el fútbol es talento + carácter. No conoce del roce, ni de las variantes tácticas que enriquecen y forman para competencias más duras como una Eliminatoria. Las políticas de estado futboleras de cara a un crecimiento sostenido también deben vincularse a pensar cuáles son los contextos que terminan de moldear un producto y cuáles son las que ofrecen adornos. Esto no es hablar mal de la MLS, sino aplicar contextos directamente relacionados con lo que necesita Venezuela. Rediseñar el certamen doméstico también es una misión a encarar.

Dudamel amagó con renunciar en 2019. La política del país se entrelazaba con el fútbol y lo contaminaba. Su salida se haría efectiva en 2020. En ese momento, remarcaría que su relación con la dirigencia se había deteriorado aceleradamente y pedía que el nuevo entrenador tuviera condiciones de trabajo que a él ya no se le ofrecían, tal cual reza su comunicado oficial.

Venezuela estaba escalando una montaña altísima solo para frenarse a mitad de camino y tirarse por un tobogán. Subir cuesta mucho tiempo, pero bajar no cuesta nada. El 1 de septiembre de 2020, la FIFA anunciaba la creación de una Comisión de Regularización para la Federación Venezolana de Fútbol. El portugués Peseiro se convertiría en el DT durante ese mismo año. Duró 4 partidos y se fue reclamando deudas millonarias. La crisis ya era integral y excedía a los vaivenes del verde césped.

Pékerman, multicampeón en el escenario formativo, tendrá su tercer desafío a nivel mayores en escenografía CONMEBOL. Será, sin dudas, el más difícil. Venezuela no tiene la materia de prima de base de Argentina y tampoco la de Colombia, pero la mayor tarea de José será reestructurar confianza, sentido de profesionalismo y competitividad .

A priori, parece una elección acertada por el espirítu docente del entrenador argentino y porque ofrece el perfil de capitán de un proyecto a largo plazo. Credenciales le sobran, pero irá por lo que nadie ha logrado antes: llevar a la Cenicienta al final feliz del cuento, a una Cenicienta que, por ahora, se empecina en romper sus zapatos y convierte a ese desafío en una aparente misión imposible.