La vuelta de Charles Aránguiz a la U revolucionó al pueblo azul. Sí, porque cuando la mayoría de los hinchas proyectaban ver al Príncipe otra vez en el CDA entrenado a partir del próximo año, se dio el milagro y el volante llegó desde el Internacional de Porto Alegre para reforzar al equipo en su lucha por conseguir el título.
El retorno de uno de los pilares de la Generación Dorada traería un ingrediente extra: la posibilidad de que utilice la camiseta número 20, hoy propiedad de Federico Mateos.
Los directivos azules presentaron una moción en la ANFP para que Aránguiz juegue con su dorsal de siempre, pero para tal iniciativa necesitaba el acuerdo de todos los presidentes presentes en el Consejo, algo que no pasó, y el mediocampista deberá seguir con el número 29 hasta fin de año.
Diego Rivarola vivió una situación similar en 2003. Volvió a la U luego de un paso por el Atlas de México y como lo hizo con el campeonato en marcha, su preciada 7 estaba en poder de Rodolfo Moya, no hubo petición a la ANFP ni mucho menos, así que jugó todo ese Apertura con el ¡33!
Las cosas no cambiaron en el Clausura de ese mismo año, porque Moya siguió usando la 7, aunque ahora Gokú cambió a un dorsal histórico en el cuadro azul: la 11.
Rivarola y la 7 hasta el final
La revancha de Rivarola se daría en 2010. Universidad de Chile había contrato al goleador de la Universidad de Concepción, Gabriel Vargas, el que fue presentado con la número 7.
Días después y en un movimiento inesperado, Federico Valdés presentaría a Diego Rivarola como flamante refuerzo, en un momento donde nadie pensaba ver al delantero otra vez en la U.
Pese a que Vargas había sido presentado con el 7, Rivarola tb mostró su número histórico y fue él quién se quedó con su camiseta de siempre, pasando el delantero sureño a ocupar la 8.