Serio, enojado, malhumorado. Por su gesto y forma de ser ante los medios de comunicación como entrenador, José Manuel de la Torre da la impresión de haber venido de malas al mundo. Conseguir unas cuantas palabras de su parte sin que se moleste es prácticamente imposible. Verle sonreír es una experiencia más lejana que encontrar al eslabón perdido.
Desde las tribunas, los aficionados también lo perciben como un hombre enemistado con la alegría. Si sus equipos ganan o anotan un gol, el rictus pétreo que le identifica se mantiene incorruptible a cualquier expresión que no sea malestar. Pero, ¿es obligatorio que demuestre lo contrario? No, la verdad es que no, sin embargo nada le cuesta, mucho menos a sabiendas de que alguna vez fue un hombre feliz en el futbol.
Basta con viajar al pasado, específicamente a 1992, para confirmarlo. En aquel momento era jugador del Cruz Azul y vivía una de sus mejores etapas como futbolista. Su nivel llegó al punto de enamorar a César Luis Menotti, director técnico de la selección mexicana en ese entonces. Y cautivar al ‘Flaco’ no era asunto menor.
De la Torre se convirtió en una de sus piezas fundamentales durante el proceso eliminatorio rumbo a la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994. Su lugar como seleccionado era incuestionable; la media cancha se volvió una zona de creación y contención en su figura. Robaba balones, tocaba y encontraba el espacio para acercarse al área con el objetivo de colaborar gracias a una de sus virtudes, el tiro de larga distancia.
Encuesta ¿Merecía Chepo de la Torre haber ido al Mundial de USA '94?
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Nadie reprochaba su convocatoria. Por el contrario, se echó a la afición al bolsillo. Una muestra de la comunión que había entre la tribuna y él ocurrió en el partido contra Costa Rica en el Estadio Azulgrana (hoy Azul). El ambiente premundialista era fervoroso, sobre todo tras el castigo impuesto por FIFA años atrás para marginar a México de Italia ‘90 debido al episodio de ‘los Cachirules’.
Esa tarde frente a los costarricenses, ‘Chepo’ fue la armonía convertida en ser humano. Aquel día el destino futbolístico lo eligió para crear y regalar felicidad con pies y manos. Primero lo hizo con un golazo desde afuera del área y después con un atajadón para conservar el cero en la portería mexicana. ¿Atajadón? Sí, también jugó como portero tras la expulsión de Jorge Campos en la recta final del partido; Costa Rica tuvo un tiro libre a favor para descontar, pero De la Torre se lució con sus dotes como arquero.
Sonrió, sonrió demasiado. Con el silbatazo final, mientras se abrazaba con sus compañeros y volteaba hacia las gradas, De la Torre era el vivo retrato del júbilo. Su faz, distante del tono petrificante que adquirió con el paso del tiempo, era un mensaje alentador para confiar en la gestión de Menotti y el retorno a un Mundial.
¡Quién sabe qué pasó después! Algo influyó en el ánimo de ‘Chepo’ para transformar de forma paulatina su alegría futbolera en un semblante de aridez y hostilidad que incluso trascendió a su postura sobre el trato a la pelota como director técnico. Lo cierto es que alguna vez hubo un José Manuel de la Torre que irradiaba y obsequiaba instantes felices.