Amable, Atlantis manifiesta estar dispuesto a conversar 50 horas de ser posible. Es un hombre con un sinfín de historias y anécdotas vividas, mismas que quiere contar. Voltea con gusto hacia el pasado sintiéndose orgulloso de haber debutado en 1983, agradecido por haber elegido ser luchador para forjar su destino.

Próximo a cumplir 40 años como luchador activo, el ídolo de los niños se siente en óptimas condiciones físicas para continuar ganándose la vida arriba de un cuadrilátero. “Hay que ser luchador para entender lo que significa el amor por un ring y las ganas de no bajarse nunca de él”, comenta para explicar su pasión por un deporte que lo ha posicionado en el rango de leyenda.

 

La lucha libre no se puede comprender sin Atlantis. Su figura ha trascendido en cuatro generaciones de aficionados. Sus hazañas forman parte de la tradición oral que envuelve a las arenas México y Coliseo. Sus enfrentamientos contra El Talismán, Hombre Bala, Kung Fu, Mano Negra, Villano III, por mencionar algunos de los más importantes, son episodios históricos de un deporte al que ha dignificado a pesar de que varias opiniones lo menosprecian. 

Ya no es el mismo joven que también se consolidó como estrella en la extinta Pista Arena Revolución. Está consciente de ello, tiene noción de que el paso del tiempo es evidente. Sin embargo, su mente permanece jovial y a ella obedece. Platicamos con Atlantis sobre un tema que causa temor en gladiadores veteranos, el retiro. De eso y algo más. 

Entrevista con Atlantis

Muchos luchadores de su generación han fallecido. En algunos casos como consecuencia de no atender a tiempo su salud, o lesiones que derivaron en graves daños. ¿Cómo se siente Atlantis después de casi 40 años como luchador activo? ¿Piensa usted en el retiro?

Yo me siento muy bien, bastante bien. Tuve dos lesiones que gracias a la pandemia pude atender y lograr una rehabilitación al 100%. Estoy en perfecto estado. En la mentalidad de Atlantis no existe el retiro. Sé que todo lo que sube tiene que bajar y todo lo que inicia tiene que terminar, pero yo no tengo una fecha específica para retirarme.

Simplemente un día terminaré de luchar en la Arena México. No pienso anunciar mi retiro. Únicamente me quitaré la máscara, la meteré al baúl y le daré las gracias a la lucha libre por haberme dado tantos logros, por darme un hogar, comida y educación para mis hijos. Le daré las gracias al público. Soy un luchador que ha pertenecido a una sola empresa, el Consejo Mundial de Lucha Libre, y me iré agradeciendo por eso también.

El retiro, cuando llegue, no lo anunciaré a la prensa. Es un asunto personal. Quiero terminar y vivir mi vejez con calidad de vida. Probablemente pueda registrarse una lesión que me haga pensar distinto. Pero estando bien y en perfecto estado, les puedo decir que esa decisión la tomaré de un día a otro sin avisar. Mentalmente tengo que estar preparado para eso. 

He visto a muchos compañeros luchadores que a tres o cuatro años de acercarse a su retiro los vi muy agotados, muy agüitados, con la cabeza hacia abajo y pensativos. A lo mejor se sentían bastante bien, pero como se comprometieron con el público para decir adiós tuvieron que cumplir con su palabra. Y el público se merece mucho respeto. 

Yo no diré nada. Me iré sin decirle a nadie. Apagaré mis redes sociales y jamás volveré a salir en prensa porque habré dejado de ser un luchador profesional. Me alejaré por completo del ambiente público.

En el caso de usted, que posee una máscara legendaria, misma que ha defendido en luchas épicas, ¿la apostaría de nuevo a estas alturas? ¿La posibilidad de arriesgar a perder su incógnita apresuraría ese retiro?

¡Todavía no nace quien me gane la máscara! Yo no la apostaría por la edad, o como un motivo para retirarme. Esta máscara ya cumplió su ciclo con un top de grandes máscaras ganadas en la Arena México, máscaras de grandes luchadores. Ese ciclo de apostarla se cerró.

Si sale por ahí un gallo que me agarre fuera de mis cinco sentidos y me comprometa, bueno, puede ser que piense en apostarla. Pero no contemplo volverla a apostar, mucho menos tomando en cuenta la idea de un retiro. 

¿Cuál es el secreto de los luchadores de su generación para tener trayectorias longevas? Los luchadores de la actualidad no tienen carreras tan largas.

Sucede que en la actualidad la lucha es más aérea y eso hace que los luchadores no duren mucho. Sufren de lesiones más complicadas. 

La cultura de los profesores de antes era formarnos en todos los estilos de lucha. En mi caso, aprendí lucha olímpica, lucha grecorromana, lucha intercolegial y lucha libre. Debíamos dominar esas disciplinas. La lucha olímpica es como la primaria; la lucha grecorromana es como la secundaria; la lucha libre es la universidad. El doctorado, por así decirlo, es la lucha intercolegial. 

Así como otros compañeros, yo tuve la fortuna de formarme con el mejor, Cuauhtémoc el Diablo Velasco. Antes se daba por hecho que cualquier alumno de él era garantía y nos reconocían a nivel internacional por la calidad luchistica, entrenamiento y disciplina que teníamos. 

Cuauhtémoc Velasco nos pedía tres disciplinas de gimnasio: condición al aire libre (entrenamiento en parque), condición en espacio cerrado (gimnasio) y condición de ring. Teniendo esas tres condiciones, nadie nos cansaba y no sufrimos lesiones graves. 

También nos enseñó la disciplina con la comida. Nos decía que “lo que comes, eres”. Estábamos hechos por un 70% de comida y 30% de deporte. Nos inculcó a alimentarnos bien, principalmente a tomar agua. Cuidándonos de esa manera es que varios hemos llegado lejos y seguimos en activo.

¿Qué siente Atlantis al saber que compañeros con los que creció y sostuvo grandes batallas ya fallecieron? Podemos mencionar a Emilio Charles Jr., Villano III, Brazo de Plata, Jerry Estrada, Bestia Salvaje. 

Para mí la mejor época de la lucha libre fue la de las décadas de los ochenta y noventa. Viendo hacia atrás en ese periodo, me enfrenté a ellos muchas veces. Incluso llegué a tenerlos como compañeros de esquina en varias ocasiones. Considerando que luché contra ellos, caray, me doy cuenta que ya están muertos. No había pensado en eso.

Todos, casi un 90% de esa generación, ya falleció. En verdad le doy gracias a Dios por estar vivo, con muy buena salud y luchando. Por eso me cuido y cada seis meses acudo a hacerme estudios y exámenes médicos de todo para saber cómo ando. Pero sí, la mayoría de compañeros de mi generación murieron. 

Hablamos de luchadores que incluso llegaron a brindar contiendas con duración de una hora, o más. Algo que es impensable en la actualidad.

¡Eran luchas de 90 minutos! Llegué a tener luchas de campeonato con duración de hora y media contra Blue Panther, Emilio Charles Jr., El Dandy. Eran luchas larguísimas y la gente estaba al rojo vivo. Eran luchadores estrella que dominaban las cuatro disciplinas y lograban que la gente disfrutara de la lucha. Ahora hay más acrobacia, pura lucha aérea. Pero la lucha libre clásica jamás pasará de moda.

Un luchador que no sabe luchar, se aburre rápido. Hay chavos que parece que están bailando un rock and roll, no hay lucha de cuerpo a cuerpo. En cambio, los luchadores completos provocan que la gente se ponga de pie y aplauda. 

También comprendo que hay cosas que cambian. No es la misma lucha la de los ochenta a la actual en cuestión de espectáculo. Entiendo que se deben modificar algunos aspectos del show porque la gente no iría a las arenas si siguen ofreciendo lo de antes. Sin embargo, la lucha clásica continúa siendo la base para una buena exhibición.

Un periodo de su carrera que es inevitable tocar tiene que ver con su decisión de convertirse en rudo. Hubo aficionados que lo tomaron a mal, casi como una traición.

A mí nunca me gustó el bando rudo. Como mercadotecnia y completar mi experiencia, me atrajo. Ya tenía 23 años como técnico, probablemente mucha gente estaba aburrida de mí en esa faceta. Entonces hubo rudos como Los Dinamita, Pierroth Jr. y otros más que me invitaban a probarme en ese bando. Estaban de moda Los Guerreros y me llamó la atención irme con ellos.

Ese cambio al bando rudo lo consulté con la almohada tres semanas. Quise ser inteligente. Sabía que era el ídolo de los niños, así que debía ser atento con ellos abajo del ring. Solamente me permití ser rudo en el cuadrilátero. Al principio hubo niños que agachaban la cabeza y me retiraban la mano. Tiempo después muchos niños se hicieron rudos. Duré seis años en ese bando.

Haber sido rudo fue una gran experiencia de la que no me arrepiento, pero no me gusta esa esquina. Yo soy como los animalitos: me gusta que me traten bien. No soy un tipo temperamental, agresivo. Jamás me he peleado en la calle. No soy alguien de broncas.

Usted protagonizó grandes luchas de apuestas. Una de ellas está entre las mejores de la historia, que fue el duelo de máscara contra máscara frente al Villano III, ya fallecido. Villano III comentó que no recordaba muchas cosas de esa batalla debido a la adrenalina de la contienda. ¿Usted cómo recuerda esa lucha?

Es verdad, no se acuerda uno bien debido a la adrenalina. Cuando firmé el contrato por las máscaras, llegué a mi casa y fui a consultar la almohada. No sabía bien a bien qué es lo que estaba haciendo. Villano III era un luchador más experimentado, con experiencia de luchas durísimas en el Toreo de Cuatro Caminos. Pertenecía a una dinastía conformada por grandísimos luchadores, muy completos.

Me sentí solo porque él estaba acompañado por su papá, Ray Mendoza, y sus hermanos. Sabía que me iba a topar al monstruo de las siete cabezas. Me puse muy nervioso. La semana previa a la lucha, no pude dormir por los nervios. Estuve demasiado inquieto, desesperado. Me dediqué a esperar a que llegara el día.

De la lucha en sí, no me acuerdo de nada. Estaba mentalizado en ganarle al Villano III, un rival que no estaba hecho al vapor. ¡Era un monstruo! Me puse a pensar en su fama,  trayectoria, nivel, en todo lo que él representaba. Por un momento pensé que hasta ahí llegaba la carrera de Atlantis con máscara. 

Repito, no me acuerdo de esa lucha. Subí al ring con la idea de estar concentrado al cien, de no descuidarme. Trabajé mucho el aspecto de mis reflejos para no estar desprevenido ante cualquier ataque. Villano III hizo lo mismo. Estuvimos midiendo la concentración para no descuidarnos.

He visto esa lucha y la vivo, pero no me acuerdo de qué hice y qué no hice cuando luché. Fue hasta que vi las repeticiones cuando supe cómo gané. Teníamos mucha adrenalina en nosotros porque la lucha de máscara contra máscara es la más importante en la vida de un gladiador enmascarado. Apostar la máscara se vive de otra forma, no es una lucha cualquiera porque corres el peligro de fallarte a ti mismo.