Son distintos los caminos que llevan a la careta de mandíbula de tiburón, un objeto de culto que primero cobró impacto en el ámbito popular y hoy día trasciende fronteras en todos los niveles. Lo mismo es deseada por un aficionado japonés que por un coleccionista de arte kitsch, tan buscada para tenerla en una vitrina o bien presumirla en una fiesta de disfraces. Y esa incógnita es un legado de Mil Máscaras.

Mucha gente incluso desconoce que fue usada por ‘Míster Personalidad’, dando por entendido que la portó algún luchador llamado ‘Tiburón’ o ‘el Mandíbulas’. Hay otros menos despistados que aseguran haberla visto en una película de Mil Máscaras sin saber a ciencia cierta si fue en Las momias de Guanajuato, Leyendas macabras de la colonia, Los vampiros de Coyoacán o Las momias de San Ángel.

 

Ya sea en versión pirata, réplica u original, esa máscara no pasa de largo para aficionados a la lucha libre, coleccionistas y curiosos. Todos quieren tenerla, ponérsela así sea para hacer el quehacer doméstico. Hay quienes aseguran que es más cotizada que la de otros monstruos sagrados como Santo, Blue Demon y Rayo de Jalisco, lo que puede considerarse como verdad debido a la demanda que tiene en grupos de compraventa en redes sociales.

“No, no, no, quiero la de tiburón”, expresa aquella persona que no tiene interés por adquirir ninguna otra careta de las que ha utilizado Mil Máscaras a lo largo de su carrera. En caso de no hallarla, o no tener el capital suficiente al momento para adquirirla, existen quienes optan por tatuársela; si no la puedes tener encima de ti, la puedes tener en ti.

Pero, ¿a qué se debe la atracción y el gusto por esa máscara en particular? Las razones son diversas. Mientras que para algunos es elegante, para varios más es un diseño que jamás pasa de moda. También están esas personas que consideran a la mandíbula como un gran elemento artístico en el mundo de las máscaras, ya que puede remitir a una pintura o una película (Jaws, de Steven Spielberg).

En Japón es tan vanagloriada que los amantes estrictos de la lucha libre prohíben que se hagan diseños que alteren la esencia de esa incógnita. Permiten que sea con telas diferentes o ajustes ligeros en el color, pero no que se toque el concepto original de la que es considerada por una mayoría del público luchístico “la máscara más bella de la historia”.

¿Habrá alguien que se resista a desearla? La respuesta es sencilla: basta con mirarla bien durante tres segundos. He ahí uno de los legados de Mil Máscaras.