El camino de la Selección Mexicana rumbo a Qatar tuvo una nueva escala en Santa Úrsula. Luego de la sufrida victoria en Jamaica y todas las dudas que con ella se generaron, el Tricolor regresó a casa para tratar de sumar otros tres puntos que lo acercaran más a la justa que se celebrará a finales de año.
Un Estadio Azteca casi desolado por un castigo a medias fue testigo de un México que buscó correr el trámite del encuentro, aunque con pocas ideas claras, esto ante un equipo de Costa Rica que venía a jugarse una de sus últimas cartas con miras a mantener vivas sus esperanzas mundialistas o al menos de repechaje.
Como ha sido su sello en la mayoría de los partidos del Octagonal, el equipo de Gerardo Martino no explotaba. La pelota transitaba de un lado a otro, no había profundidad y los arrebatos individuales de Lozano eran lo más peligroso de un conjunto azteca que a la hora de defender mostraba carencias que de no ser por errores de definición ticos los pudo poner en desventaja.
La inoperancia mexicana no fue indiferente para Martino. El Tata modificó su medio campo para el segundo tiempo con Romo y Pineda en busca de una mayor dinámica. Los hombres en ataque requerían socios más cercanos a ellos para empezar a preocupar realmente a un Keylor Navas que, en líneas generales, había tenido una tarde tranquila.
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Las llegadas eran más que escasas, pero la suerte estuvo a nada de sonreírle al Tricolor en un intento de centro del Chaka Rodríguez que tomó dirección de portería, techó a Navas y cuando parecía que se colaba a segundo palo, el travesaño se atravesó para darle pira vida a los ticos en el encuentro.
El cronómetro seguía su marcha y el gol no caía. Costa Rica no se salía de la suya y defendía con todos sus hombres en campo propio, nada los haría cambiar esa postura, solamente algún contragolpe o una pelota parada en la que pudieran encontrarse tres puntos de oro, de lo contrario, todos a defender el empate con la vida.
Con más inercia que argumentos, México merodeaba el área costarricense y se quedó a nada de romper el cero en una pelota que Luis Romo recogió cerca de la línea para patear a gol, pero para su mala fortuna el larguero se atravesó. La visita se salvaba y parecía que la anotación se negaba a caer.