La Burbuja de la NBA tuvo a su mejor jugador: Damian Lillard. El base de Portland Trail Blazers hizo todo lo necesario y más para llevar a su equipo a postemporada, incluso venciendo a Memphis Grizzlies en un desempate para ocupar el octavo sembrado. Sin embargo, Los Angeles Lakers son su rival de Playoffs y, a pesar de Lillard quien terminó lesionado, lo dominaron en gran parte de la serie. 

Lillard no fue el de que supo ser durante los juegos de temporada regular en Orlando. Sus números lo demuestran: 34 puntos y cinco asistencias en el primero, 18 y 1 en el segundo, 34 puntos y 7 en el tercero y, por último, 11 puntos y cuatro en el cuarto. Claro está, ese promedio no se acerca a los 37.6 unidades y 9,6 pases gol en los ocho juegos previos. 

 

Cuando el base de 30 años estaba en su pico de rendimiento, algunos analistas comenzaron a compararlo con Stephen Curry. A decir verdad, su poder de disparo de tres puntos es demencial y, a falta de un Curry en la Burbuja, quizás Lillard tomó ese lugar. No obstante, cuando más se esperaba de Damian es cuando falló, algo que el de Golden State Warriors se acostumbró a realizar. 

 

 

Frank Vogel le impuso una marca personal, mayoritariamente realizada por Kentavious Caldwell-Pope. Esto hizo que Lillard no toque siquiera el balón en muchas posesiones de su equipo, lo que terminó en tiros por parte de CJ McCollum o Carmelo Anthony que antes no tomaban. Damian nunca supo romper esa barrera impuesta por los Lakers en un momento culminante en los Playoffs y su equipo lo pagó.

 

 

Curry, en tanto, siempre estuvo mejor acompañado. Es cierto e innegable. Aunque, el tres veces campeón de la NBA, se ha cansado de matar a los mejores defensores durante las respectivas postemporadas, siendo clave para que su equipo se corone una y otra vez. Allí está el legado de Stephen y la carencia de Lillard.