Leicester, como el Napoli de Diego, no tenía ningún título de primera división. El italiano lo hizo posible, pero acarreando también su particular historia: en más de 30 años de carrera nunca había podido alzarse con una campeonato de primera división.

Y ahora entonces tiene otro sabor. Por la espera, principalmente, por los sin sabores acumulados en todo tiempo y, sobre todo, por el Leicester. Porque logró lo que nunca nadie en este club, lo que muy pocos en la historia. Llevar a un equipo mucho más allá de sus posibilidades. Como lo hizo Maradona con el Napoli a fines de los 80′. Belísimo, Claudio.

Ranieri nació en plena Segunda Guerra Mundial en Roma. Se formó como defensor en el club de la ciudad, pero no logró destacarse. Sí lo hizo en Catanzaro y Palermo, fluctuando entre primera y segunda.

Como DT la cosa fue diferente, el bueno de Claudio logró una carrera prolífica, con buenas y malas, siempre estuvo en los primeros planos.

Logró lo que nunca nadie en este club, lo que muy pocos en la historia. Llevar a un equipo mucho más allá de sus posibilidades

Pero, al igual que casi todo el plantel del Leicester, se hizo bien de abajo. Comenzó en Vigo Lamezia, club amateur, para luego tener su primera experiencia como DT profesional en el Puteolana, en la C. De ahí saltó directo a Cagliari, a la Serie A. Y luego Napoli. En 1993 pasó a Fiorentina, a la Serie B, y logró de forma inmediata el ascenso. Con el conjunto viola consiguió la Copa Italia y la Supercopa Italiana, sus primeros títulos.

Esto le permitió pasar al Valencia entre 1997 y 1999, un equipo que estuvo bien armado, que marcó una época. Ganó la Copa del Rey y clasificó a la Champions League, por primera vez en la historia del club. Formó un equipo con jugadores del club que luego serían emblema, como Mendieta, Angulo o Farinós.

La mano de Ranieri, que hoy es marca registrada del Leicester, era visible para todo el mundo: juego conservador y aguerrido. Valencia siguió el camino que el italiano trazó, y forjó un equipo que luchó en los primeros planos. Todo desde la semilla del romano, desde esa base. Héctor Cúper y Rafa Benítez fueron los continuadores de un proyecto que cosechó una Liga, una Copa UEFA y dos finales de Champions League.

Estilo de juego conservador y aguerrido, con un gran trabajo para atacar en pocos movimientos.

Partió al Atlético Madrid en 1999, donde duró poco. No cuajó con Jesús Gil y Gil. En 2000 tuvo su primer paso por Inglaterra, por Chelsea, cuando todavía no era el Chelsea que conocemos. Era un equipo en transición.

En el medio llegó Abramovich y empezaron a caer grandes jugadores como Joe Cole, Mutu, Verón, Crespo, Makelele. Una fuerte inversión que empezó a meter a Chelsea en Champions League, donde perdió la semifinal con Monaco en 2004.

Apuntó a Drogba y Robben como jugadores a comprar, pero le dejó su lugar a Mourinho. Otra vez, Ranieri dejaba su impronta. El germen del Chelsea de Mourinho, lo había plantado ya el italiano.

Volvió a Valencia y enseguida ganó la Supercopa de Europa, pero no volvió a ser el mismo de la etapa anterior, y fue despedido en poco tiempo. También tuvo un paso por Parma, donde peleó el descenso con éxito, pero no siguió.

Le llegó en 2007 su chance en la Juventus, el recién ascendido luego del descenso en el escritorio. Alcanzó el 3º puesto en una buena campaña, pero luego lo eliminaría de Champions el Chelsea de Mourinho en octavos. Un mal pasar en la Serie A lo dejó de nuevo sin trabajo.

En 2009 lo fichó Roma y realizó una gran campaña. Estuvo primero gran parte del campeonato, invicto 23 partidos, pero perdió la punta en las últimas fechas ante Inter, contra quien también perdió la final de la Copa Italia. Otra vez se quedaba sin la gloria. En 2010 volvió a perder la final de la Copa Italia y renunció a su cargo.

En 2011 pasó por Inter, donde a pesar de un buen comienzo, no alcanzó los objetivos. Para el 2012 fue al descendido Monaco y, tal como había logrado con Fiorentina, consiguió el ascenso a la Ligue 1. En primera quedó 2º, detrás del PSG.

No le renovaron y aprovechó para tener experimentar en Selecciones. Grecia lo fue a buscar, pero fue un fracaso. Perdió de local ante Islas Feroe y tuvo que dejar su cargo.

A Leicester llegó con la carga de sus últimas frustraciones. Períodos cada vez más cortos por la falta de resultados, y la espina de esa campeonato perdido con Roma que parecía haber sido el último tren para ganar un título grande.

A los 65, Claudio ya sabía que estaba para otra cosa. Que esos tiempos de Champions League no volverían. No era poco haber estado en la élite del fútbol tanto tiempo. Pero su cabeza tenía que estar en la permanencia de Leicester, recién ascendido luego de un tiempo en segunda.

El libreto era el mismo, un juego rocoso, asociado para defender y atacar en bloque. Y se fueron potenciando, y se la fueron creyendo y ahí los tienen.

Y ahí lo tienen a Ranieri. Lo que no pudo con Valencia, ni con Chelsea, ni con Roma, ni Juve, ni con Inter; lo logró con Leicester. Lo que no pudo en su plenitud, lo logró cuando estaba olvidado. Y ahora no nos olvidaremos nunca más él.

Como el de Maradona en los muros de Napoles, el nombre de Claudio Ranieri sobrevolará siempre por Leicester.

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