Actualmente es común que los porteros sean el principal refuerzo solicitado por los clubes a nivel mundial. A partir del arquero, muchos entrenadores comienzan a delinear el armado de su equipo, por lo que piden a sus directivas invertir en guardametas caros (debido a su gran nivel) dentro del mercado. Pero eso no era habitual en los noventa dentro de Colombia; Miguel Calero y Atlético Nacional generaron un cambio en ese aspecto.
Con seis años luciéndose en Deportivo Cali y habitual convocado a la selección colombiana, Calero se convirtió en el jugador deseado por Atlético Nacional desde mediados de 1997, sobre todo después de valorar lo importante que fue su figura para que Cali resultara campeón en 1996. Y es que el arquero no solamente atajaba, sino que además era el primero en iniciar la construcción del juego ofensivo, e incluso llegó a anotar un par de goles.
Lo que empezó como un rumor del interés por ficharlo fue moldeándose hasta ser una noticia confirmada a inicios de 1998: Calero era vendido a Atlético Nacional. Los hinchas de Cali estaban confundidos en sus sentimientos; enojados, tristes, decepcionados, agradecidos. Todo fue tan rápido que tuvieron poco tiempo para procesar que su ídolo, ‘el Show’, tal como lo bautizaron, se iba del club que aprendió a amarlo y a honrar su posición en la cancha.
Ese mérito de dignificar la posición de portero por parte de Calero fue apreciada por Atlético Nacional, que pagó 1.300.000 dólares por su pase, una cifra estratosférica en ese entonces, especialmente porque no eran cantidades que se ofrecieran por los guardametas, quienes eran vistos con rango bajo para ser contratados; delanteros y volantes eran los más cotizados y buscados como refuerzos.
Nunca antes en el futbol colombiano se había pagado tanto por el hombre con guantes dentro del campo. Calero tuvo noción de lo que implicó esa operación y lo llevó todavía a un plano más alto al consagrarse con Atlético Nacional como campeón e ídolo de la hinchada. En dos años consiguió encumbrarse.
El récord de la cifra que se pagó por él, marcó para bien un episodio en la historia de los porteros en Colombia. Se dejó de menospreciarlos, de considerarlos como el último en el escalón al momento de planificar un plantel. Mucho se debió a que Calero era el primer líder a la ofensiva de un equipo.