Maximiliano Rodríguezno ha sido un titular indiscutido durante toda su carrera profesional en laSelección Argentina. Recién aparece 35° en la tabla de posiciones de los jugadores con más presencias en el conjunto nacional. No obstante, el mediocampista se ha metido de lleno en el corazón de todos los argentinos. Básicamente, por dos razones, mejor dicho, por dos golazos: la volea inolvidable a México en 2006 y el penal más pesado del mundo que metió ante Holanda en 2014, que significó jugar una Copa del Mundo.
Este miércoles, el sitio oficial de laAlbicelestecompartió una entrevista con el hoy capitán de Newell’s a sus 39 años, donde repasó toda su historia como profesional pero también analizó el presente del seleccionado que hoy dirige Lionel Scaloni. Respondió de todo, pero una de las frases que más nos dolió, como también a él, fue en el final de la entrevista donde nos hizo recordar lo que podría haber sido Argentina hace casi seis años atrás.
“No me quedo ningún sueño pendiente, a excepción de ganar esa final del mundo“, contestó en alusión a la derrota contra Alemania en el Marcaná. Igualmente, completó: “Todo lo que me propuse logré conseguirlo, hasta llegaron cosas inesperadas como el campeonato de Newell’s, por cómo se dio todo, porque uno iba a pelear el descenso y termina saliendo campeón. Son cosas muy fuertes que me tocó vivir. Soy un agradecido del fútbol“.
“La manera, sobre todo, en que me toca en Brasil, de ser partícipe de un penal decisivo y hacer que Argentina vuelva a una final mundial después de tantos años, son emociones muy fuertes para las que uno nunca está preparado, ni para las buenas ni para las malas“, agregó Maxi, quien todavía hace felices a los argentinos con la repetición de aquel remate desde los doce pasos.
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Por último, finalizó: “En relación con la final, todos teníamos esa ilusión de salir campeones del mundo… Unos días antes, estábamos con una emoción muy linda, muy fuerte y después, cuando terminó el partido, estuvimos con un sentimiento muy feo y doloroso“. De tocar el cielo en la clasificación a una final de un Mundial contra Holanda a perder el título a manos de Alemania en tiempo extra. La felicidad duró poco.