Las dos máximas entidades del deporte suelen mostrar una relación correcta. Para afuera, todo es cortesía. Pero en los pasillos, en la intimidad, el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) suelen tener sus diferencias. Que no las muestren no implica que algunas rispideces no existan. Un hecho que sirve como botón de muestra es que lo que hasta hace un tiempo se sostenía como algo casi automático (que el presidente de la FIFA sea miembro del COI), a partir de 2015 se convirtió en un tema complejo. Tras los casos de corrupción que derivó en la salida de presidente de la FIFA, Sepp Blatter, y del jefe de la UEFA, Michel Platini, luego de una investigación por parte del comité de ética del máximo organismo del fútbol, Infantino (que está en su cargo desde febrero de 2016), precisó cuatro años para ser incorporado como miembro activo del COI.

Más allá de eso, la búsqueda de la FIFA es seguir sumando poder y con ello, por supuesto, más dinero. Sin que eso signifique una mala palabra, en tiempos de modernidad, globalización y más también, el negocio del deporte está a la orden del día. La mercantilización de todo lo que sea actividad deportiva de alto rendimiento tiene un por qué: en el deporte, las marcas y patrocinadores invierten mucho dinero para visibilizar sus productos. ¿Es malo? La respuesta, acaso, no amerita mucho análisis. Para los puristas o románticos de tiempos pasados puede significar perder identidad. Pero, guste o no, ese es el camino y no hay manera de detenerlo. Hacerlo es una acción quimérica, por no decir imposible.

Entonces, en este camino, la FIFA, a través de Arsene Wenger, un exfutbolista, entrenador y economista francés, empezó a mostrar vestigios públicos de su intención de organizar el Mundial cada dos años. El extécnico de Arsenal y actual director de desarrollo de la FIFA, presentó, el jueves pasado, su plan en Doha. Para Wenger, la idea pasar por “formar al fútbol del mañana”. Para ello, la idea de acortar los tiempos entre las Copas del Mundo a sólo dos años de diferencia, implica también cambios en el calendario y eso a lo que apunta, ya que el actual lo considera “desfasado” y hasta “anticuado”.

Sin embargo, esta decisión de la FIFA afectaría otros intereses. Lo del COI, que no tardó en responder. Y lo hizo un día antes de la presentación de Wenger en Doha. Fue el propio presidente del COI, Thomas Bach, cuando se le solicitó una opinión acerca del proyecto de la FIFA de organizar un Mundial de fútbol cada dos años, en vez de cada cuatro como viene sucediendo desde Uruguay 1930.

“Este es un tema que debe ser decidido por la FIFA y las asociaciones continentales. Estamos siguiendo de cerca y monitoreando estas discusiones y las encontramos muy interesantes. No vamos a interferir en estas discusiones”, dijo Bach en conferencia de prensa tras la reunión del Comité Ejecutivo. Y agregó: “Todos los días se oyen muchas voces que vienen de diferentes direcciones. Los hechos que describes son muy claros, los han planteado diferentes participantes en las discusiones. No echaré leña al fuego de esto. Dejemos que esta discusión evolucione, y que las posibles consecuencias de esta medida se aclaren en la FIFA. Confiamos en que la FIFA y las asociaciones continentales tomarán la decisión correcta”.

En rigor, si la FIFA logra su cometido de que a partir de 2028 el Mundial sea bienal, los Juegos de Los Ángeles 2028 compartirán el verano (boreal) con una Copa del Mundo, y lo mismo sucedería en 2032 con Brisbane.

En esta pugna, la FIFA de Infantino no tiene por completo las cartas ganadoras. El presidente de la UEFA es el esloveno Aleksandr Ceferin, quien hace poco señaló: “Celebrar el Mundial cada dos años le quitará legitimidad y diluirá la propia Copa del Mundo. Creemos que hay un espacio para todo y tanto las selecciones nacionales como los clubes están ocupando plenamente ese espacio físico y comercial”.

Vale recordar que cuando la pandemia por coronavirus llevó a postergar los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y la Eurocopa, Bach y Ceferin se reunieron varias veces para coordinar los pasos a seguir. Ese antecedente dejó en muy buenas relaciones a ambos presidentes, que jugarán sus mejores cartas cuando sea necesario.