Vive el presente. Vive el aquí y ahora con una sonrisa enorme. Una encantadora y cautivante. Campeón de África con su amada Senegal, la vida sigue mostrándole que se puede hacer mucho, tantísimo con esfuerzo, dedicación y, sobre todo, una enorme convicción y fe en sí mismo. Sadio Mané, tras seis temporadas en el Liverpool, hace poco se embarcó en una nueva aventura: jugar en el poderoso Bayern Munich, un equipo al que llega con la difícil misión de hacer olvidar a Robert Lewandowski (cerca de 350 goles durante 8 temporadas).
Para Mané, el fútbol fue una oportunidad para acceder a una vida mejor. Ni más ni menos que eso. Y más también porque el deporte que lo tiene como uno de los mejores en su puesto para darle la chance de ayudar a los suyos. A su familia y a su pueblo. Ese fue y es su gran propósito con un balón como excusa y expresión ideal para llegar a millones de personas que no tienen voz.
Senegal, su país en donde nació el 10 de abril de 1992 en Bambali, en un pequeño pueblo del distrito de Sédhiou, lo tiene como un héroe. Uno tan grande que muchos creen que, más tarde que temprano, será su presidente.
Sin dudas, lo que hace dentro de una cancha lo avala. Por caso, Mané convirtió más de 200 goles: 192 entre el Metz de Francia, el Salzburgo de Austria y el Southampton y el Liverpool inglés; y 9 por torneos oficiales con la Selección de Senegal. Con el Liverpool de Jürgen Klopp ganó la Liga de Campeones de Europa, la Supercopa Europea y el Mundial del Clubes. Con la casaca de su Selección, en 2022, le ofrendó la Copa Africana de Naciones, gracias a un penal decisivo que Mané ejecutó en la final ante Egipto.
“Nací en un pueblito de Senegal llamado Bambali. Se me consideraba el mejor jugador del pueblo, pero nadie en mi familia quería que fuera futbolista. Y yo estaba totalmente convencido de que cuando me fuera podría serlo. Lo único que me preocupaba era cómo”, contó Mané en el trailer promocional de su documental “Made in Senegal”.
Tanto que viajó a Dakar a realizar una prueba para el Metz francés, sin decirle nada a sus padres. En la prueba, literalmente, la rompió y dejó asombrado al entrenador Olivier Perrin, quien no lo dudó y decidió expatriarlo a Francia para sumarlo a las filas del equipo galo. El plan de Perrin funcionó a la perfección y pasó de jugar descalzo en las calles de su pueblo (algo que hizo hasta los 15 años) a entrenarse en la academia Generation Foot en Senegal. Allí hizo 131 goles en 90 partidos. Ese fue el trampolín a la primera división francesa con el Metz, donde viajó, otra vez, sin la autorización de su familia.
De hecho, antes de debutar en el Metz, llamó a su madre Satou para ponerla en autos de lo que iba a suceder: “Hola mami. Estoy en Francia. Voy a jugar en el Metz. Si no me creés, podés prender la televisión y me vas a ver”. En ese instante se iniciaba lo que Mané tanto soñó y desde ahí edificó una carrera fructífera a partir de su talento y sus goles. En la temporada siguiente pasó al Salzburgo, donde en su segunda temporada convirtió 23 tantos y logró el doblete de campeón de la Liga austríaca y la Copa de Austria 2013. En total fueron 45 goles en 87 partidos.
En 2016 llegó el gran salto, el salto definitivo al estrellato. El Liverpool inglés lo contrató a cambio de 41 millones de euros para darle forma a un equipo que revolucionó el fútbol con Jürgen Klopp como entrenador. Y, este año, llegó al Bayern Munich, su estación actual en la que descolla y tiene gestos que lo engrandecen. Tal es el caso de haberle pedido al árbitro Daniel Siebert que le anulara un gol porque lo había convertido con la mano. El partido estaba casi definido ante el Bochum: 3 a 0 para el tótem alemán que, finalmente, se impuso 7 a 0.
Mané, cuando dar es dar:
Para Mané el fútbol le dio mucho sin perder de vista quién es ni de dónde viene. Por eso, lejos de las estridencias y gestos de opulencia económica, el senegalés, en una entrevista para Sport Afrique, contó que invirtió 500.000 euros para la construcción de un hospital en su pueblo Bambali, a partir de la infraestructura sanitaria con la que busca ayudar a los suyos. La ciudad, de poco más de 17.000 habitantes, no tenía un centro de salud asistencial y, con esta obra, ahora recibe pacientes de 34 aldeas cercanas. Cuando tenía sólo 7 años el papá de Mané murió de una enfermedad de la que pudo haberse curado de haber existido el hospital.
Sobran los ejemplos. En 2019 el delantero africano donó 350.000 dólares para construir una escuela, y el año anterior regaló 300 camisetas del Liverpool para que los hinchas pudieran usarlas durante la final de la Liga de Campeones, que finalmente su equipo perdió con Real Madrid por 3 a 1. En varias ocasiones donó notebooks para la escuela rural del pueblo, construyó una estación de servicios y la oficina de correo postal.
También envía 70 euros por mes a cada una de las familias del barrio donde nació para ayudar a sus antiguos vecinos que viven en la pobreza. Y, desde abril de 2018, colabora con un programa de prevención del HIV en Malawi, la enfermedad que afecta especialmente a África, donde dos tercios de los infectados, decir unas 22,5 millones de personas, viven en el África Subsahariana.
“¿Para qué quiero diez coches Ferrari, veinte relojes con diamantes y dos aviones? ¿Qué harán estos objetos por mí y por el mundo? No voy a usar mi dinero para comprarme un Ferrari, ayudaré a mi gente. Pasé hambre, tuve que trabajar en el campo; sobreviví tiempos difíciles, jugué a fútbol descalzo. Hoy con lo que gano gracias al fútbol, puedo ayudar a mi gente”, admitió con simpleza la estrella del fútbol africano que, antes de emigrar de Inglaterra, se acordó de los empleados del Liverpool. Para eso, Mané les envió regalos a unos 150 empleados del club inglés, desde el personal de limpieza hasta los guardias de seguridad, a quienes les obsequió una caja de chocolates personalizados, una fotografía autografiada y una carta escrita a mano haciéndoles saber lo importante de su trabajo para los jugadores.
“La gente dice eso de mí, pero no me veo como una estrella mundial. Yo sólo tengo ganas de formar parte de este equipo”, explicó Mané a los canales oficiales de Bayern Munich para dejar en claro cuál es su foco en la vida.
Ese es Mané, el futbolista que lo entendió todo. El hombre para quien la solidaridad simboliza mucho más que estar cerca de su origen.