Si hay un símbolo único y, a la vez, altisonante para cualquier futbolero es la camiseta de su club. Esos colores, para muchos, se llevan en la sangre. Exagerado o no, nadie puede discutir que el amor por el fútbol es algo tan personal como único. Esa herencia que se va pasando de una generación a otra resulta de un universo tan diverso como equipos de fútbol existen alrededor del mundo.
Con ello, el Mundial se convierte como el cénit global que, cada cuatro años, enciende un sentimiento nacionalista que une, aglutina y enamora a cada país que asiste a la máxima cita del fútbol. Con ello, la camiseta se torna un símbolo intransferible para los países. Por caso, el azul para los italianos o los franceses, el amarillo para los brasileños, el blanco para los alemanes o el naranja en el caso de los neerlandeses son una insignia de pertenencia.
Sin embargo, a lo largo de la historia de los mundiales de fútbol algunos países por distintas razones no pudieron utilizar sus uniformes oficiales y debieron apelar a otros métodos.
Por eso, algunos casos testigos, enmarcan a varios clubes dentro de las Copas del Mundo. ¿Cómo es esto? Muy sencillo, varios clubes cedieron sus uniformes a diversos seleccionados.
Austria, en el Mundial Italia 1934:
Los austríacos enfrentaban a los alemanes en el partido por el tercer puesto, sin su figura más descollante: Matthias Sindelar. Más allá de esa ausencia clave, antes de esa situación tenían otro problema: ambos equipos vestían de blanco. El cotejo iba a tener lugar en Nápoles, la casa del Napoli, en el Estadio Alcarelli. El árbitro Carrara se dio cuenta de la situación y el partido no comenzó. Los de Austria aceptaron jugar el partido con la camiseta azul del Napoli y perdieron 3 a 2 ante los alemanes que, previo a la final (Italia 2 – Checoslovaquia 1), desfilaron con una con la esvástica del Nazismo. En aquel Mundial flameó por primera vez la bandera de la FIFA.
México, en Brasil 1950:
Los mexicanos se medían ante Suiza en Porto Alegre por la tercera fecha del Grupo A, donde también estaban Brasil, el local, y Yugoslavia. En aquel entonces, los mexicanos no vestían de verde sino de rojo. Lo mismo que Suiza. El árbitro decidió hacer un sorteo para ver quién debía cambiar su uniforme y el azar favoreció a los americanos. Pero declinaron su beneficio y decidieron jugar con la camiseta del Gremio de Porto Alegre y cayeron 2 a 1.
Argentina, en Suecia 1958:
Argentina y Alemania se enfrentaban en Malmo el 8 de junio de 1958. Como el partido iba por televisión, surgió un problema: como en aquel momento las imágenes que se mostraban salían en blanco y negro y ambo seleccionados tenían camisetas parecidas, no había manera distinguirlos en la transmisión. Por eso, Argentina debió utilizar a camiseta amarilla del IFK de esa ciudad en un cotejo en el que los europeos se impusieron por 3 a 1.
Francia, en Argentina 1978:
Francia y Hungría debían enfrentarse en Mar del Plata y, para evitar problemas, la FIFA ya había arreglado que los húngaros jugaran de blanco y los franceses de azul. Pero los galos sufrieron un inconveniente con su uniforme porque un dirigente francés se olvidó el dejó el juego de remeras azules en la concentración y llevó las blancas. Hungría ofreció su camiseta suplente y los franceses rechazaron la propuesta. Los dirigentes salieron desesperados a comprar ropa, pero al ser domingo ninguna tienda estaba abierta. La solución la aportó el Club Kimberley que cedió las camisetas de sus juveniles, de bastones horizontales verdes y blancos. Los galos, esa vez de verde, se impusieron 3 a 1.
Costa Rica, en Italia 1990:
Los Ticos en dos de sus presentaciones en ese Mundial utilizaron la camiseta del club costarricense Club Sport la Libertad. Primero, en la derrota 0-1 contra Brasil, en Turín. Se pensó que el uniforme era un homenaje a la Juventus, pero esa no fue la realidad ya que cuatro días después usaron la misma casaca en la victoria 2 a 1 ante Suecia.