Carlos Bianchi es nuestro ídolo, quien nos enseñó a competir. Llegó en el ’98, hacía mucho frío en Tandil y nos dijo ‘Hola, soy Bianchi’ y recién perdimos contra Independiente en el ’99, imaginate. Estuvimos 35 partidos sin perder. Todavía seguimos teniendo ese récord de 40. Él cambió la mentalidad de nuestro club, nos hizo creer que ganar la Copa Libertadores es simple y nosotros fuimos afortunados de tenerlo de entrenador”.

Es imposible que Juan Román Riquelme hable sobre Carlos Bianchi y no lo inunde de elogios. Tenía apenas 20 años cuando compartieron por primera vez un plantel. Las últimas y más sentidas fueron cuando, en su propio festejo y con la Bombonera llena, el ahora presidente del club se corrió de su homenaje para que el entrenador tuviera el suyo.

Le regaló, en las voces de los hinchas, un “que de la mano de Carlos Bianchi” otra vez. “Solamente le tengo que decir Gracias. Sabe que lo quiero mucho, que me siento parte de su familia. Sé que usted me quiere mucho. Lo quiero”, le dijo micrófono en mano. Una relación afectiva que ya lleva un cuarto de siglo.

La 10 en la camiseta y un DT que le dio confianza. Foto Archivo.

El comienzo de todo

Fue un frío 2 de julio de 1998 cuando Carlos Bianchi llegó a la Posada de los Pájaros tras haber firmado su contrato en Buenos Aires para luego trasladarse a Tandil. Se hacía cargo de un Boca que hacía seis años que no celebraba un título y por el que habían pasado técnicos de renombre como Carlos Bilardo y Héctor Bambino Veira.

El -para ese entonces- Virrey de Liniers llegaba con sus títulos en el Fortín (incluyendo la Libertadores y la Intercontinental 94) y un fallido paso por la Roma. En ese plantel ya estaba Juan Román Riquelme, a pocos días de haber cumplido 20 años. Había sido titular con Bilardo pero no tanto con el Bambino, quien no le tenía la misma confianza al juvenil.

El nuevo entrenador tenía como misión, entre tantas otras, devolverle la confianza al 10 que había llegado junto con otro paquete de juveniles que provenían de Argentinos (César La Paglia, Lucas Gatti, Pablo Islas, Emmanuel Ruiz). Con un sólo refuerzo (Hugo Ibarra, que llegaba de Colón), y sin vender falsas expectativas, Bianchi se hizo cargo de Boca para llevarlo en apenas meses a lo más alto y luego a una de sus etapas más brillantes. Y con el 10 como abanderado.

El primer título juntos

El torneo comenzó un 7 de agosto y finalizó el 14 de diciembre de 1998. No sólo que Boca fue el campeón, sino que además ganó el Apertura de forma invicta. Martín Palermo sería el goleador del campeonato, con 20 gritos, récord para ese entonces en los denominados torneos cortos. Además, el equipo convirtió 45, siendo el más efectivo y sólo recibió 18, el menos goleado. Sólo perdió circunstancialmente la punta en la tercera y cuarta fecha: el resto estuvo siempre primero.

Un joven Riquelme, con apenas 20 años.

Ese Apertura lo tuvo a JRR como titular y con la camiseta 10 en la espalda. Conformaría un tridente letal en ataque con Guillermo Barros Schelotto y Palermo. “Esta historia recién comienza”, dijo Bianchi y tenía razón. Porque en aquellos años sumaron nada menos que seis títulos. Tres locales, y tres internacionales. Incluyendo, claro, dos Libertadores y una Intercontinental. En su segunda etapa, el DT conseguiría tres vueltas más (ya sin el 10): un Apertura, una nueva Libertadores y otra Intercontinental.

Cuenta la historia que para el Clausura 99, en medio de otra pretemporada en Tandil, Bianchi habló con Román. Quería verlo más activo, con más llegada, pisando más el área y animándose a patear más seguido. Lo hizo y cerró el torneo con siete goles. Y con el bicampeonato. Y con la clasificación a la Libertadores 2000.

La gloria, capítulo I

Habían pasado seis años desde la última participación de Boca en la competencia. Seis años sin jugar la Copa: la última había sido en 1994, cuando fue eliminado de la fase de grupos nada menos que por el Vélez de Bianchi (que luego fue campeón). Además, el club llevaba 22 años desde la última vez que levantó el trofeo (1978). La misión era clara.

Y fue así, tras finalizar primero en el grupo (que compartió con Peñarol, Blooming y la U Católica) fue despachando a El Nacional, en cuartos se cruzó con River (un inolvidable 3-0 en la Bombonera, incluido el famoso caño a Yepes), América de México y Palmeiras que, tras igualar en ambas finales, terminó definiendo por penales para alzar la Copa nada menos que en el Morumbí de San Pablo.

Ese fin de año sería perfecto. Porque en aquel fin de año lograría la Intercontinental, nada menos que ante el poderoso Real Madrid -campeón de la Champions League-, en Japón, con los dos goles de Palermo para el 2-1 que le dio el título aquel 28 de noviembre. El primero con un pase de Marcelo Delgado. El segundo con una asistencia larga, de 50 metros, de Riquelme que el 9 definió de zurda, imposible para Iker Casillas.

Como le había ocurrido seis años antes, Bianchi logró ser campeón del mundo otra vez. Y lo hizo con su protegido. Y para cerrar el año, se quedó también con el Apertura 2000, que finalizó el 18 de diciembre. En la última fecha, Boca recibía a Estudiantes y River visitaba a Lanús. Los dos ganaron, pero el punto de ventaja del equipo del Virrey le dio de nuevo el título.

Otra vuelta Boca

Estuvo muy cerca de repetir la gloria. En el 2001 otra vez conquistó la Libertadores, después de ser primeros en su grupo y de dejar en el camino a Junior de Colombia, Vasco da Gama, Palmeiras y en la final a Cruz Azul, otra vez por penales. Aquella semi fue una de las mejores versiones de Román, especialmente en la vuelta en Brasil. No le pudieron sacar la pelota de los pies.

En aquella conquista, se vio uno de los primeros reclamos del plantel hacia el tesorero del club que presidía Mauricio Macri. Aquellas remeras blancas con la leyenda “Salvestrini al psicólogo” en respuesta a declaraciones del dirigente cuando el plantel el reclamó premios y primas que se adeudaban.

Riquelme y el Topo Gigio hacia los palcos. Foto Archivo.

Ese mismo año fue el del famoso Topo Gigio de Riquelme en el Superclásico que Boca ganó 3-0, con el 10 como figura excluyente: le reclamaba dejar de cobrar como juvenil, algo que el dirigente no aceptaba. “El festejo es para mi hija porque le encanta el Topo Gigio”, dijo aquella vez.

Boca perdería la final de la Intercontinental ante el Bayern Munich, sin embargo JRR cerraría el año recibiendo el reconocimiento como el futbolista del año en Sudamérica y siendo parte del 11 ideal. Además, participó de la despedida de Diego Maradona en la Bombonera, en la que el 10 usó una camiseta suya. Sin embargo, el año cerraría con una separación: tras la derrota en Japón, Bianchi dejó de ser el entrenador de Boca. A mediados del 2002, Riquelme también dejó el club y se fue al Barcelona.

Una relación que continuó fuera de la cancha. Foto Archivo.

Bianchi volvería a Boca en el 2003 para tener otro ciclo triunfal, pero ya sin Riquelme en el equipo. Fueron otra vez tres títulos: El Apertura 2003, la Libertadores de ese mismo año ante el Santos (logro que lo convirtió en el entrenador más exitoso de la competencia, con cuatro vueltas olímpicas) y finalmente la Intercontinental, ante el Milan. Al año siguiente y por primera vez, el Virrey perdería su primera final de la Libertadores, ante Once Caldas y por penales.

Aquel 2003, del otro lado, JRR lograba su salida del equipo culé y pasaba al Villarreal de España, donde otra vez encontraría su mejor nivel. Ya en el 2007, JRR regresaría a Boca para lograr títulos alejado de Bianchi y de la mano de otro DT: Miguel Angel Russo. Con él, ya en el 2007 y tras regresar de España, logró la sexta Libertadores para el club (no pudo jugar el ahora llamado Mundial de Clubes por no haber sido inscripto a tiempo y Boca perdió con el Milan la final).

Como entrenador y jugador volverían a cruzarse una vez más. Bianchi dejó de “dormir la siesta” luego de otra derrota en la final de la Libertadores en el 2012, con Julio César Falcioni como DT y la salida de JRR. “Estoy vacío, no tengo nada más para darle al club”, dijo después de caer ante Corinthians en el Pacaembú.

Carlos regresó en diciembre de aquel 2012, tras un breve paso como manager en el 2010. Román no estaba convencido. Luego de la Navidad de aquel año se juntaron los tres: Daniel Angelici, quien estaba en el segundo año de su gestión, Bianchi y Riquelme. Y a 222 días del último partido y luego de ver que el equipo del Virrey no lograba acomodarse, decidió ponerse de nuevo la camiseta azul y oro. El 11 de febrero del 2013 volvieron a verse en una entrenamiento los dos. Al fin.

Es cierto, este encuentro no tuvo buenos resultados. En la Libertadores, Boca no pudo con Newell’s y quedó eliminado en los cuartos de final, tras haber dejado en el camino al Corinthians. Si bien logró el subcampeonato en el Torneo Final 2014, en general los resultados no acompañaron. A Riquelme decidieron no renovarle el contrato, en conflicto con la dirigencia, a mediados de aquel año mientras que Bianchi fue cesanteado en agosto.

Riquelme y Bianchi en Boca.

Homenajes

En el 2023 volvieron a la Bombonera los dos, para el partido que organizó Riquelme y que lo tuvo como invitado a Bianchi. “A veces Román me dice que soy su padre, habría que preguntarle a mis hijos si lo quieren como hermano, je. Pero sí, lo quieren, se lo merece”, dijo el entrenador aquella noche en el que otra vez fue ovacionado.

“El tendría que venir a la Bombonera cuando quiera”, dijo varias veces el 10. Y es por eso que ahora, como mandamás del club, ahora que ya fue elegido presidente (y la tuvo a Margarita Bianchi, la mujer del DT, votando en la elección), quiere homenajearlo como se merece. Darle el lugar que se ganó.

El lugar que quiere bautizar Riquelme con el nombre de Bianchi.

Una de sus ideas es ponerle su nombre al Centro de entrenamiento de Ezeiza, el Boca Predio, allí donde practica el equipo. También quiere tenerlo cerca como consulta constante en cuestiones futbolísticas pero sin alterar su rutina anual entre París y Buenos Aires. El presidente quiere al entrenador más ganador de la historia xeneize lo más cerca posible. Juntos, está demostrado, saben lo que hacen.