Durante toda su historia, Estudiantes se hizo fuerte desde abajo. Le peleó a los grandes cuando nadie podía hacerlo, llevó al país a lo más alto del mundo con las gestas internacionales y logró trascender con su mística pincharrata. Llevó tiempo, lógico. Y también mucha sangre y sudor.

Cuando todo hacía creer que Eduardo Domínguez debía abandonar su cargo como entrenador, principalmente porque el primer semestre fue para el olvido, logró meterse por la ventana en los Playoffs del Torneo Clausura y allí comenzó una epopeya sin igual: derrotó a Rosario Central tras rebelarse contra el sistema y darle la espalda en el pasillo al campeón -el Canalla había sido designado por AFA como el ganador de la Liga Profesional 2025-, se cargó a Central Córdoba y luego se impuso en el clásico contra Gimnasia y Esgrima de La Plata. Como si fuese poco, todo de visitante.

Llegó a la final ante Racing, que en los mata-mata se impuso ante River y Boca, además de que eliminó a Tigre por penales. Pero los de Gustavo Costas no solo venían con el pecho inflado por lo logrado en el terreno local, sino que buscaban quitarse la sangre del ojo, por lo que fue la eliminación ante Flamengo en semifinales de la Copa Libertadores. Sin embargo, al Pincha poco le importó.

Como dicen los jóvenes de ahora, Estudiantes tiene aura. No importa cómo llegue a la definición, siempre algo te va a dar. Y así también lo demostró en el Trofeo de Campeones, donde comenzó en desventaja ante Platense por el gol de Franco Zapiola, algo que ya había ocurrido con el tanto de Adrián Martínez, ante la Academia, en Santiago del Estero. Luego lo empató Guido Carrillo y celebró por los penales. Aunque en San Nicolás apareció Lucas Alario con un doblete para darle la alegría a los rojiblancos.

Alario festeja su primer gol ante Platense.

No es nada sencillo ser campeón en el fútbol argentino. Hay una gran diferencia entre los equipos, principalmente los que no son Boca ni River, que poseen el mayor presupuesto a la hora de lanzarse al mercado. Pero así y todo, mezclando juventud con experiencia, Domínguez llevó a que el hincha de Estudiantes, salvando las grandes diferencias, recuerde las epopeyas de Osvaldo Zubeldía, Carlos Bilardo y Alejandro Sabella.

Juan Sebastián Verón, el escudo protector

Es una figura muy querida y también muy defenestrada. Pero no hay duda alguna del amor que tiene por Estudiantes. Su Estudiantes. Y es que la Brujita no solo es uno de los máximos ídolos de la institución, sino que además de ser el presidente se convierte en un superhéroe.

Durante su etapa como futbolista, fue fundamental para que, de a poco y con el día a día, el club pudiera crecer. Juan Sebastián Verón le hizo un claro homenaje a la canción que entonan los hinchas en el Jorge Luis Hirschi: “Acá en Estudiantes hay que laburar como nos enseñó Zubeldía. Vayamos al frente, salgamos a ganar y matemos por estos colores”. Esa metodología, que aprendió en 1 y 57, pero que la perfeccionó en Europa, la trasladó cuando se convirtió en un referente.

Juan Sebastián Verón, en el Madre de Ciudades junto a los hinchas.

Fue clave para la última Copa Libertadores que ganó el club, en 2009, pero también una de las patas claves para que el estadio volviera a abrir sus puertas. Y poco a poco, genera que el Pincha se cole como el cuarto grande, desplazando por completo a Independiente y San Lorenzo, que están en ruinas, tanto a nivel deportivo como institucional.