El año 1986 en Argentina tiene un significado especial. La inmensa mayoría pensará inmediatamente en el Mundial de México e inmediatamente en Diego Armando Maradona, la gran figura de la Albiceleste que conquistó la Copa del Mundo. Para Pelusa fue un año especial por el logro más importante de su carrera y también dejó una anécdota sensacional que tiene a Guillermo Coppola, Enzo Ferrari y Corrado Ferlaino -presidente del Napoli- como protagonistas centrales.
Diego había llegado a Napoli en 1984 desde Barcelona. Desde que puso un pie en la ciudad la revolucionó -y eso se mantiene así hasta los días que corren- y se supo ganar la idolatría a base de fútbol y también de actitudes revolucionarias para ese entonces. Maradona honró a Nápoles desde lo deportivo y desde lo discursivo: expuso la discriminación que padecía el sur de Italia y se enfrentó a los poderosos del norte. Ser el mejor jugador de la historia del club y pelear por él en lo social hizo que en Nápoles haya dos referentes absolutos: Diego Armando Maradona y San Gennaro.
Para 1986, Diego ya estaba más que afianzado al Napoli y su relación con Corrado Ferlaino -presidente del club- no era la mejor. Ese no fue un detalle menor para Guillermo Coppola, quien por entonces era el representante de Pelusa. Además de llevar su carrera futbolística, Guillote también consentía al Diez fuera de la cancha con lo que sea, desde algo lo básico hasta el capricho de tener una Ferrari Testarossa.
Por aquellos años no resultaba un problema para Diego poder tener una Ferrari, de hecho, ya tenía una. Pero en esta oportunidad el Diez quería una Testarossa de color negro. Coppola le explicó que ese modelo de Ferrari -el más emblemático de la marca- solamente se hacía en color rojo, pero Pelusa le respondió que él la quería de color negro. Todo esto fue antes del Mundial de México.
Guillote, a negocias con Enzo Ferrari
Con Diego concentrado en el Mundial de México, Guillermo Coppola se reunió con Enzo Ferrari en Monza y le solicitó una Testarossa, pero le puso la condición que debía ser negra. El padre de la marca más histórica de autos le respondió asombrado: “¿Negra? No existe de color negra. Mis Ferraris no puede ser de un color que no sea rojo”. Luego de unos minutos, el mandamás del Cavallino Rampante encontró una solución: enviar la Testarossa roja a Nápoles y encargarle al mejor pintor de autos de la ciudad que la pinte de negro.
Ferlaino perdió como en la guerra
Diego fue el pilar de la Selección Argentina en México, se consagró campeón, hizo feliz a todo un pueblo, le brindó a la Plaza de Mayo la Copa del Mundo desde el balcón de la Casa Rosada y luego regresó al sur de Italia. Coppola contó que, durante la estadía de Pelusa en México, nunca preguntó por la Ferrari. El representante arribó a Nápoles tres días antes que Maradona y pensó que era una buena idea ir a buscar al astro con la Ferrari negra.
Diego tomó un vuelo desde Buenos Aires a Roma y desde allí fue en avión privado a Nápoles donde esperaba Coppola, Ferlaino y la Ferrari negra. Mientras esperaba, Guillote charlaba con el presidente y, como la relación no era la ideal, consideró que era un buen gesto venderle la Ferrari negra para que sea él quien se la regale a Pelusa y así sucedió, aunque el representante se la vendió al doble.
Cuando Diego bajó del avión se encontró con Coppola, quien le avisó que la Ferrari negra que estaba ahí era un regalo de Ferlaino. Pelusa agradeció y estaba contento. Ya en privado, Guillote le contó la maniobra de vendérsela al doble y el Diez, entre risas, le dijo que se compre una para él. Una vez adentro del vehículo, Maradona consultó por el estéreo, pero el representante le dijo que esos son autos de carrera, que no tiene comodidades. Diego, sin pelos en la lengua respondió: “Se pueden meter esta Ferrari por el culo”.