Fue una noche especial. Con las emociones a flor de piel. La piel de pollo no fue por el frío, la sangre estaba fluyendo más que nunca y el corazón les latía al ritmo de los aplausos. El plantel está listo para su cuarto Mundial, aquel que se convirtió en realidad en el 2022, tras vencer a Paraguay en el partido del tercer puesto por la Copa América.

PRENSA AFA

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Desde aquel 29 de julio del 2022 que la ansiedad jugó su partido. Un año entero para esperar el día de subirse al avión, pero antes, claro, leer el nombre en la lista definitiva. Porque ellas lo repitieron hasta el cansancio: hasta no verse allí, el sueño no sería una realidad. Lo sabe Yamila Rodríguez, que en 2019 se quedó afuera en el último corte que realizó Carlos Borrello antes de viajar a Francia, pese a haber sido fundamental en el partido repechaje que le dio la clasificación ante Panamá.

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Por eso, quizá, es que la Greenga, como le dicen en el Palmeiras, fue de las más emocionadas cuando el himno nacional argentino comenzó a sonar el la voz de Ariel Ardit, el mismo que se lo cantó a la Scaloneta en el Monumental. Allí, en ese momento, Yamila se dejó llevar y comenzó a llorar emocionada. Abrazada a su compañera en Brasil Lorena Benítez, quien también se entregó al llanto.

No es para menos: la talentosísima volante se rompió los ligamentos a comienzos del 2021, jugando la She Believes Cup con Argentina. Tardó un año en recuperarse y cuando volvió a jugar, otra vez con la camisera de la Selección, la misma lesión la dejó afuera. Esta vez no se operó, comenzó una recuperación física que le permitió volver antes y luego sumarse al equipo brasileño.

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Otra de las jugadoras emocionadas fue Mariana Larroquette, también de la camada anterior, ya que jugará su segundo Mundial. Con 30 años, la ahora jugadora del Orlando Pride participa de los diferentes seleccionados nacionales desde los 14 años.

Sophia Braun, nacida en los Estados Unidos, con padres argentinos y que habla poco español, también se la vio movilizada y cantando el himno con toda su fuerza.

Con su rostro serio como siempre, Vanina Correa, la más grande del plantel con 39 años, ingresó al campo encabezando la fila y nada menos que acompañada de sus mellizos Luna y Romeo.

Las jugadoras se llevaron todo el amor del público y una emoción en su piel que llevarán hasta Nueva Zelanda para transformarla en la energía que las lleve a cumplir nuevos sueños.