No hay un sólo indicio de su pasado como jugador de fútbol. En la sala hay varias -muchas- guitarras colgadas de la pared, un órgano, muchos discos, un amplificador, libros, un gran escritorio, una tele con un sillón. Hay que buscar con la mirada para encontrar una pelota, de esas antiguas que es más un adorno que un recuerdo, y allá arriba, en un rincón, sí, al fin un cuadro con algunas medallas.
No es que Sebastián Pascual Rambert reniegue de su condición de exjugador, delantero veloz y encarador, pero aquella etapa -del avioncito, de Pascualito- ya pasó hace demasiado tiempo. Se retiró con apenas 29 años y hoy tiene 50 y un hijo -Tomás- que busca emularlo. Pero claro, al extremo zurdo que juega en Alvarado no le gusta que lo llamen con el apodo con el que Marcelo Araujo bautizó a su padre.
Con la ropa del Club León de México. Trabaja con Bonano y Berizzo. Foto Club León
Se rie cuando BOLAVIP le pregunta si jugó más partidos o vio más recitales. Duda. Porque es un fanático de la música y los instrumentos que se lucen en la oficina de su casa son suyos. Dice que no canta ni toca delante de nadie. Ni con sus hijos. Lo hace por placer: si escucha una canción que le gusta se la aprende. Y listo, no hay testigos de su talento para la música. Por fortuna, sí quedan muchos ojos que disfrutaron de su fútbol en Independiente, Boca, River y Arsenal.
Un apodo con vuelo propio
Su salto a la fama llegó de la mano de un Independiente sensación. Campeón del Clausura 94, de la Supercopa y la Recopa 95. En un equipo de cracks como Daniel Garnero, Gustavo López, el Palomo Usuriaga, Rambert se destacaba no sólo por sus cualidades futbolísticas, si no también por su apodo y su festejo de los goles.
-¿En qué momento te dejó de molestar que te dejara Pascual o Pascualito?
-No sé si me dejó de molestar, me resigné. Es al día de hoy, a veces estoy con el Toto (Berizzo), o estoy Garnero, con gente allegada. Ellos pueden entender y darse cuenta cuándo el Pascual me puede llegar a molestar. Aquel que se quiere hacer el canchero y aquel que lo dice porque es parte de su referencia en la infancia o en su juventud. Le molesta más a mi hijo que a mí, porque muchos le dicen Pascualito y le termina jodiendo a él. Y lo entiendo porque yo lo sufrí.
Aquel Avioncito en el Rojo. Foto archivo.
Pascual era abuelo de Sebastián y por eso su padre Ángel -exjugador del Olympique francés-, se lo puso como segundo nombre, pero trascendió mucho más de lo esperado. “Resaltó y más quizás un equipo que tenía sobresalientes en un montón de lados. Eso seguramente ayudó”, reconoce hoy.
Es que en tiempos en el que el marketing deportivo estaba dando recién sus primeros pasos, aquella marca registrada del nombre y su festejo del avioncito lo catapultaron a la fama. De ahí fue directo a patearle un penal a Dios, una publicidad de botines que realizó con la agencia Agulla & Bacetti (los de La llama que llama, entre otros) y que ganó premios.
“Soy muy tímido, entonces… Yo lo sufría. Cómo actuarlo, cómo hacerlo, cómo decirlo, cómo hacer de que parezca real. Yo filmé la propaganda hasta la mitad. Me fui a hacer una gira con la Selección a Arabia, la Copa Rey Fahd. En el medio, desde mi lugar de inexperto, me corté el pelo. Y cuando vuelvo me dicen ‘lo tenés que filmar todo de vuelta’. Yo me acuerdo de eso como parte de un sufrimiento. Después por suerte se apiadaron de mí, no sé cómo hicieron, lo deben haber decorado de alguna forma”.
El Rojo de Brindisi
“Ese equipo se caracterizaba por jugar como la gente independiente quería. Era un equipo que era protagonista, estábamos en los 90, 1994, y era un equipo que presionaba alto, que intentaba quitarle el balón al rival. Ese equipo pareciera en algún punto ser un equipo moderno”, recuerda a 30 años de aquel título inolvidable.
Usuriaga, Islas, Garnero, López, la Supercopa y Rambert. Foto web.
Él tenía apenas 20 años en un plantel con figuras consagradas como Luis Islas, Jorge Gordillo, Guillermo Ríos, Perico Pérez y Ricardo Gareca, entre otros. Y junto con los más pibes (Rotchen, Cagna, Garnero) desde hace años que tienen un grupo de Whatsapp con interacción cotidiana. “Seguimos en contacto a diario, saludos todos los días, con cargadas. Empezamos a juntarnos los fines de año para despedirnos y se hizo algo habitual. Van mas de cinco años que en diciembre nos juntamos los que estamos disponibles”, cuenta para la nostalgia de los fanáticos.
Europa y la Selección
Como todo juvenil con proyección, le llegó pronto la citación a la Selección y su primera chance en Europa. Fue convocado primero por Daniel Passarella, en el equipo post Mundial 94, aquel de la polémica por el pelo largo, lo que generó la renuncia de Fernando Redondo.
“Te lo sugerían en algún comentario, capaz el profe Pizarotti que era el que estaba más cercano a Daniel. Yo me lo hubiese cortado igual porque era jugar en la Selección y no me importaba, de última el pelo me volvía a crecer. Yo me lo había cortado antes, la final de la Supercopa ya la jugué con pelo corto”, admite.
-¿La sugerencia como parecía?
-Se acercaba el profe y te decía “está un poquito largo el pelo”. Por lo menos conmigo no hizo falta porque justo me lo había cortado antes. Pero me recuerdo al Betito Carranza, pelo largo y de golpe pelo corto, el Turu Flores, un montón de jugadores de esa época. que terminaron con pelo corto.
También le llegó el viaje a Europa, al Inter. Llegaba con renombre a cambio de 6.5 millones de dólares junto con otro jugador menos conocido. Un tal Javier Zanetti. Pero así como el Pupi ganó 16 títulos en el equipo nerazurri, Pascualito apenas jugó algunos amistosos, partidos por Copa Italia y por la UEFA.
Zantti y Rambert en su presentación en el Inter. Foto web.
Llegó al Inter recuperándose de la primera de las nueve cirugías que tuvo en la rodilla. Y cuando estuvo listo, el cupo de extranjeros vigente (hasta la Ley Bosman, sólo tres) le impidió hasta tener lugar en el banco. Cuando salió la chance de ir a Zaragoza, no lo dudó. Pero un cortocircuito con el DT lo dejó casi afuera y la chance de volver a la Argentina lo sedujo, en tiempos en los que se ganaba bien en el país. De un día para el otro, un Boca que renovó a casi toda su plantilla trajo de regreso al Avioncito.
La entrevista completa a Sebastián Rambert:
BOCA, DIEGO Y BILARDO
En 1996, tras la llegada de Mauricio Macri a la presidencia del club, el proyecto fue ambicioso. Carlos Salvador Bilardo como entrenador y un montón de figuras para el Clausura de aquel año. Para el Apertura, el Ingeniero y el Doctor suman aún más refuerzos, entre ellos al repatriado Pascualito Rambert. Un año, una buena cantidad de goles y un montón de historias se llevó de su paso por el Xeneize.
“En Boca hice muchos goles. Eso sí me acuerdo de Boca, hice muchos goles. Yo no era goleador. Yo estuve un año, con operación en el medio, situaciones que me tuvieron alejado un tiempo. Ha sido la posibilidad de jugar en Boca, jugar con Maradona, haber estado con Riquelme“. Y ser dirigido por Bilardo, además.
-¿Cómo era Bilardo?
-Un tipo muy inteligente, muy preparado al detalle con los recursos de la época, sin saber lo que hacen del otro lado del mundo, con sus formas intentaba hacerlo lo mejor posible. Carlos tenía algunas cosas que hacía que todo sea mirado con otros ojos, pero él era muy estratégico, muy pensante. Siempre digo que fue el Bielsa antes de Bielsa. Miraba videos, nos hacía mirar, en VHS, teníamos que volver para atrás, tardabas dos minutos, rebobinaba, no podían ser rápidos. Unavez nos mostró una jugada de offside de un Estudiantes, en blanco y negro y en VHS. Decía ‘miren, ven el de la barrera’ -una barrera de dos, tiraron un centro, la línea defensiva fue para adelante sin medir que la habilitaba y fue gol- entonces el tipo dice “ven la barrera habilita, ¿saben quién es el de la barrera? El tonto este fui yo”. Él fue un pionero. En el medio de todo esto te aparecen cosas como el bidón, que ensuciaron un poco.
Volvió de Europa para jugar en el Boca del Doctor. Foto archivo.
-¿Te acordás de algún consejo puntual que te haya dicho?
-Él siempre me daba tranquilidad para jugar, que no me vuelva loco. Siempre me decía que cuando me tire atrás participe con pocos toques y después me ponga de frente. Pero me decía eso y en el medio me decía “vení, vas a ser testigo de una conversación”. Él iba a hablar con Carrario y yo me tenía que que dar en el medio escuchando lo que se decían, para que después nadie diga que se mintió o se dijo otra cosa. El me había tomado como referente. Yo le tengo una aprecio grande, he aprendido al lado de él.
Cábalas a montones, pero también charlas y una forma de trabajar de la que hoy saca provecho Sebastián, ahora ayudante del Toto Berizzo en diferentes equipos, además de haber sido DT. Y una certeza, Bilardo no tenía nada de defensivo: “El más allá de todo siempre intentaba, siempre intentó y pensó en jugar a ganar el partido en Boca. Cuando muchas veces se lo cuestiona o se lo tilda de entrenador defensivo: Carlos era un tipo que sabía en qué lugar estaba y cómo lo debía hacer las cosas”, agrega.
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Diego y un penal inolvidable
Ese corto paso por Boca le permitió compartir cancha nada menos que con Diego. Una foto que brilla en una biblioteca y en la que Rambert detiene su mirada mientras lo menciona. Algo le transmite. El abrazo, el afecto, se nota que el aire se vuelve eléctrico, con carga.
La foto que Rambert tiene en su casa. Foto web.
“El te defendía hasta cuando no eras defendible, se hacía muy amigo de sus pares. Los defiendo, no importa lo que pase. Y siempre con algún gesto o con algo te hacía sentir que verdaderamente vos eras un allegado a él y eso era una inyección anímica muy grande para para después a jugar un partido con él y defenderlo. Vos defendías al club que jugabas y después no querías defraudarlo a él. Qué es lo que generará ahora Messi, él genera eso, genera en sus compañeros que se puedan tirar de cabeza, como cuando lo escuchas a De Paul hablar de él y lo defienden no solo con la boca sino con los hechos”, dice.
Su relación, que luego continuó cuando lo llevó al Showball, luego del retiro, tuvo un momento clave cuando -después de errar cinco penales consecutivos- le prometió -cuando no- a Dalma y a Gianninna, que no volvería a patear. Y entonces el encargado era… Rambert. Y sí, hubo un penal.
“No va a pasar… Hasta que el árbitro cobró penal en el partido y… Me acuerdo que todo el estadio gritaba Maradona, Maradona. Yo demorando la situación hasta que él me diga ‘bueno, dame que lo voy a patear yo’. Yo decía lo va a patear, lo va a patear. Me hacía como ‘no, no patealo vos’. Y pasó lo que tenía que pasar. Lo primero que decís es: yo no tengo que errar este penal. Ese penal sirvió para que me dijeja ‘te quiero pedir mil disculpas por lo que pasó y no se va a volver a repetir con ningún jugador mientras yo esté en campo, que me puteen a mí'”.
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Y un día cruzó la vereda
Cuenta que con un aerosol, en el puente de Udaondo, alguien escribió que debían vacunarlo porque había llegado desde Boca. Su paso se definió en un rato. Se pusieron de acuerdo entre los clubes, algo extremadamente extraño, armó su bolso y se fue al archienemigo. Firmó, se entrenó y jugó. Y hasta hizo un gol. Casi sin tiempo de procesarlo.
Llegar, firmar, gritar, todo en tres días hizo Rambert. Foto Web.
“Llego un lunes y el miércoles se jugaba Copa… El miércoles jugué de titular. Ramón era el entrenador, me tocó concentrar con Hernán Díaz, era todo muy nuevo, yo venía de Boca, no era un detalle menor, y tuve que jugar, hice un gol, ganamos, me tocó compartir ataque con Salas. Después en la semana estaba muy cansado, me costaba moverme sin dolor, creo que tiene que haber sido un poco los nervios y todo lo que me había tocado vivir. Casi no tuve ni tiempo de pensarlo. El lunes firmé el contrato, entrenamos dentro del propio estadio donde estaban las canchas auxiliares, un táctico, quedamos concentrados, y el miércoles jugamos”. Dice que lo recuerda como si fuera ayer.
Llegó a un River multicampéon, el de Ramón, un ciclo inolvidable. ¿Cómo no estar feliz? Su pasado xeneize quedó atrás a fuerza de goles y títulos. “Salí campeón el primer año y gané cinco títulos. y Después, bueno, las lesiones en mi vida futbolística estuvieron siempre muy, muy presentes. Estoy contento, feliz”.
-Era un equipo que ganaba todo…
-Las puteadas más grandes de mi vida las escuché en el túnel de River. Encima un túnel, repercutía por todos lados. Era un Astrada que se puteaba, lo digo bien, no como algo malo, se puteaba con… Ahí cualquiera le podía decir cualquier cosa al otro, ahí nadie tenía coronita. Me acuerdo de los referentes, Astrada, Francescoli, Hernán Díaz, Berizzo, gente muy importante para la historia de River. Entonces, si Astrada le tenía que decir algo a Francescoli, se lo decía. Lo mismo, Francescoli le decía cualquier cosa a Astrada y Hernán Díazse peleaban hasta que alguien los tenía que separar. Su forma de comunicarse era así era así, a las puteadas limpias y después estaba esa camada de chicos, Gallardo, Ortega, todos los que se fueron formando que más se fueron formando así y crecieron así. Después eran los primeros que te defendían dentro de una cancha.
Con Gallardo se han cruzado los dos como entrenadores. Foto web.
-¿Y adentro de la cancha?
-Se manejaba un perfil más bajo. Ya sea Leo, Hernán, Enzo, referentes, nunca te iban a exponer ni con gestos. Sí, por lo bajo, si te tenían que dar una puteada, te lo iban a dar. Era más apoyo, y en algún momento ese apoyo se transformaba en alentarte si las cosas no funcionaban. No era que solamente vivíamos a base de puteadas. Fue un equipo verdaderamente me marcó mucho y lo recuerdo y lo tengo muy presente y recuerdo muchas cosas vividas. Fue una etapa hermosa.
Lesiones y más lesiones. Su paso a Arsenal y una decisión de dejar el fútbol porque entrar a la cancha se le hacía intolerable. “Fue un alivio”, se sincera. A los 29 años ya era un exjugador pero inmediatamente se transformó en ayudante de campo. Jorge Burruchaga lo invitó a sumarse a su cuerpo técnico y así siguió en el verde césped.
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Y un día lo llamó Ramón
Estaba planificando comenzar a trabajar con Eduardo Berizzo cuando recibió un llamado de un tal Ramón Díaz. Lo quería en su cuerpo técnico. ¡Y le dijo que no! Hasta que Toto se enteró y casi que lo obligó a decirle que sí. Y cambió su vida. “Yo soy un enamorado de San Lorenzo”, dice de su paso por Boedo con el Pelado.
“Ramón, es un tipo muy especial, muy divertido, en lo íntimo es un tipo muy ameno, muy grato. Y nos terminamos haciendo amigos”, explica, pese a la diferencia de edad entre ambos.
Rambert y Ramón en San Lorenzo. Foto El Gráfico.
-¿Descubriste su esencia?
-Ramón tiene virtudes muy puntuales y muy notorias. Es una persona muy positiva, con un aura, pensando que lo bueno va a pasar, que va a venir, que va a suceder dentro del juego. Después, es riojano y es un tipo muy tranquilo con su siesta, una persona muy intuitiva, de entender en qué momento tiene que cambiar, tiene que sacar un jugador, poner a otro, cómo. Y después, en su momento, él planificaba mucho los partidos. Cómo jugaba uno por uno, cómo plantaba los jugadores en su tabla magnética. El tenía todo su razonamiento y toda su logística en su cabeza. Ramón es un tipo que va derecho hacia allá y había que tratar de no sacar los pies del plato y después con él no ibas a tener problemas. Si los sacabas del plato, bueno, tenía su dificultad. Yo siento un aprecio y un cariño muy grande por él.
-¿Te lo imaginás volviendo a River?
-Si, si Ramón sí. Ramon es un tipo que vive, respira el aire de River, es un tipo que a donde va, siempre está pendiente de lo que va, tanto él como Emiliano, están siempre muy concentrados con lo que se puede llegar a dar. Son gente que va a tener la puerta abierta toda su vida.
-¿Y sentís que es un deseo que él puede llegar a tener?
-Siempre, siempre. Él, a River lo tiene vigente, está siempre en su foco. Tranquilamente es un entrenador que su vida va a estar ligada hasta el final con River. Gallardo ha hecho algo tan excepcional, tan excepcional, que no te quiero decir que ha opacado, porque no lo opacó, pero ha superado a Ramón. Hasta ese entonces, él y Labruna habían sido los… Hoy son los tres entrenadores más representativos de River en su historia.
Rambert, Ramón y Emiliano. Foto web.
La charla se extiende casi dos horas. Las anécdotas son miles. De cuando un jugador en Italia prendió un cigarrillo en el entretiempo de un partido. De sus títulos con Garnero en Paraguay. De su trabajo con Berizzo. De su paso por selecciones como asistete. De su hijo Tomás. De la música que disfruta. De los videos que guarda y los jugadores que observa.
Es tímido, dice, pero es un baúl repleto de historias. Un avioncito que sigue volando pese a que la rodilla le dijo que ya no más. Dejó huella en donde estuvo. Con el sello de Pascualito.