En los últimos días, en Europa se comenzó a mirar con mucha desconfianza a Ischgl, un pequeño poblado austriaco de 1500 habitantes desde el cual, aseguran, se repartió el coronavirus por medio continente.

Al poblado rodeado de montañas lo llaman "La Ibiza del Esquí", ya que en los últimos años han hecho de las fiestas, el alcohol y la nieve su carta de presentación turística hacia el mundo.

Tal se volvió la popularidad de Ischgl que pese a sus 1500 habitantes tiene una capacidad hotelera de 10 mil habitaciones.

Pues bien, aseguran que cientos de esos turistas que eligieron a La Ibiza del Esquí se contagiaron hace unos días del COVID-19 en la estación austriaca y luego lo repartieron por media Europa.

Ahora en Austria hay un intenso debate en el que llueven críticas a los responsables de Ischgl por no haber parado todo cuando se detectó el primer caso.

El 29 de febrero aterrizó en Islandia un Boeing 757 de Iceland Air con un grupo de 14 islandeses que venían de Ischgl. Se les detectó el COVID-19. También viajaba un italiano al que también le dio positivo el análisis.

A los turistas extranjeros se les permitió irse sin hacer prueba alguna ni se les ordenó cuarentena alguna. 

El Ministro de Salud del estado alemán de Baden-Württemberg, Manne Lucha, del partido Verde, aseguró que la propagación actual del virus en su país se debe particularmente a los contactos en las zonas de esquí: "Nuestro problema no se llama Irán, se llama Ischgl. Las fiestas después del esquí en Tirol nos han traído un problema muy grande al país".

Este sábado, 400 esquiadores que se infectaron en Ischgl iniciaron una millonaria demanda contra la empresa que gestiona las pistas de esquí en el lugar.