¿Los formas importan más que los resultados? Es un debate que constantemente se presenta en el futbol, sabiendo que los fanáticos quieren ver a su equipo ganar y sacar triunfos semana a semana.

Andrés Lillini es un entrenador que ya ha pasado a la historia reciente de los Pumas, aún sin llevar ningún trofeo a las vitrinas del club. Sin embargo, su trabajo merece elogios y por el bien del deporte más hermoso del planeta, ojalá pronto un trofeo.

Las historias de superación siempre se roban las portadas en el futbol, siendo la del timonel argentino una de las más emocionantes que se recuerdan en tiempos recientes. Banquero por profesión, formador de jugadores por vocación y entrenador por circunstancias, ha regresado a uno de los equipos más importantes del futbol mexicano a los primeros planos.

Pumas no es una de las nóminas más costosas de la Liga MX, torneo a torneo luchan para mantener un plantel competitivo y en el Pedregal siempre importará que el club sea fiela sus bases. El entrenador argentino ha logrado eso y más.

Resulta contradictorio decir esto después de perder su segunda final en dos años de gestión. Universidad se quedó muy corto en sus recursos y cayó con un aparatoso global de 5-2 frente al Seattle Sounders, dejando escapar así el dominio de la Liga MX de 17 años en la Concachampions. Pese a esto, uno de los que puede ir a dormir con la conciencia tranquila es Lillini.

Por cómo trabaja, ser fiel a sus ideales, sacar el máximo rendimiento de cada una de sus piezas y la manera leal de competir contra la adversidad, nadie merece como el argentino de 47 años ser el que rompa la terrible sequía de Pumas, que ya lleva once años sin ganar nada.

La noche será triste para los aficionados a Universidad Nacional, una tercera final perdida de forma consecutiva dolerá probablemente más que nunca. Para consolarlos, que no les quede duda que están en las manos correctas, las de un tipo que promete jamás rendirse.