Al 10 le pedían personalidad, ganar algo con la Selección, tomar definitivamente el gol protagónico de mejor jugador del mundo. Su cara tras el gol a EE.UU., la barba y algunos detalles del juego nos hacen creer que finalmente lo ha hecho. La final con Chile, más allá del resultado, será la hora de la verdad.

El texto que viene a continuación sobra. Simplemente con la foto y un epígrafe alcanzaría para comprender el contexto.

Tras el golazo ante Estados Unidos puso una cara que nunca habíamos visto en él. Quizá por la barba nos causó otra impresión. Pero no creo que sea solo eso. Vean ese gesto. Hay algo más.

En Argentina es cara de “más o menos”, expresión que se usa (certera o irónicamente) para autoadularse, para alimentar el ego. “Más o menos” o “masomeno'”, qué golazo que hice, dónde la puse.

Porque atrás del mejor jugador del mundo hay una persona. Una persona a la que nosotros le inventamos una personalidad porque eso hacemos, escribimos o hablamos sin saber del todo cómo son las cosas. Pero es algo, entiéndase, inevitable. Porque sí existe cierta imagen que Messi le da al mundo, a los medios, la cual puede o no coincidir con su comportamiento cotidiano. Y de eso hablamos.

Además, nadie es de una sola forma. Todos escondemos múltiples facetas, que salen a la luz ante determinadas circunstancias. Y Messi ya se había peleado con rivales, había insultado o había apostado a un cambio de look.

Pero ahora nos está dando la sensación que ese Messi, agrandado y gruñón, está tomando la escena. ¿Lo habrá despertado Maradona? No lo creemos tampoco, ni nos vamos a meter en esa falsa polémica. Quizá los problemas con el fisco, la situación de sentarse a declarar o quizá los puñales recibidos con la Selección.

Messi evolucionó. Porque su juego también lo hizo. Con la llegada de Suárez, el retiro de Xavi y la intermitencia del cerebro (me pongo de pie) Iniesta (me siento); la Pulga tuvo que reformular su rol en Barcelona. Se retrasó unos metros y tomó un rol protagónico en la creación. Algo que ya tenía, claro, pero que ahora lo perfeccionó.

Este Messi, el de Luis Enrique, es el que apreciamos ante Estados Unidos. Ante la falta de volantes creativos en los últimos ciclos, vimos al 10 fracasar en esa tarea. Ante Holanda, ante Alemania, ante Chile. Ese Messi que camina y no se involucra en la creación. Una faceta que forma parte de su estilo, de sus virtudes incluso. Pero que, a los 29 años, está complementando. Porque sí. Porque se puede ser mejor. Se puede ser mejor por mucho. Se puede ser el mejor de la historia.

Y si los volantes creativos de Argentina fallan, si el equipo tiene poco la pelota, si se ve doblegado por el rival; ¿para qué tiene uno al mejor jugador de todos? Si se lo cree, un jugador al que se le atribuyan tales características debe (sí, debe) tener la habilidad, la personalidad, para romper todos esos esquemas y circustancias. Y lo hizo miles de veces, claro está. Pero él sabe que lo debe hacer siempre.

En ese gesto vemos también este Messi. El que puede ser líder, conductor, el que puede apuntar a un ángulo y ponerla ahí, el que puede dejarse la barba aunque sea la cara de una marca de afeitadoras. El que puede hacer lo que se le da la gana y con una mirada decirnos: “Más o menos el gol que hice”.