Como un reguero interminable, el atletismo de Kenia vive momentos de zozobra. Ya nadie duda del poderío de la armada keniana en el atletismo de fondo. Su ascendencia tiene una regularidad casi perfecta. Año a año, varios de los mejores corredores (mujeres y hombres) se suben a lo más alto de los podios en carreras desde 1500 al maratón. Unos y otros kenianos, junto con Etiopía y Uganda, impusieron a esa geografía de África como la verdadera Meca del atletismo mundial.
Ese cauce que parecía perfecto empezó a mostrar evidentes signos de mal olor, de situaciones rancias que dinamizan un modus operandi preocupante con la lista de casos de dopaje que hace tiempo encendió la alarma de World Athletics. Tanto que, actualmente, 52 atletas kenianos están cumpliendo distintas sanciones por dopaje. Y, sólo en 2022, Kenia tiene 25 atletas sancionados. Un número escalofriante que marca el pulso y divide, como en un techo a dos aguas, a los corredores limpios de aquellos que eligen el atajo de las sustancias prohibidas. “En este momento estamos en la unidad de cuidados intensivos. A este ritmo Kenaa podía no superar el año, y ya hay señales que indican que habrá una sanción para Kenia y que sus atletas no podrán correr en competiciones internacionales”, afirmó Barnabas Korir, miembro de la Federación Keniana de Atletismo, a la Agencia France Press.
Del EPO a la triamcinolona:
La eritropoyetina, el tristemente célebre EPO, es una de las vedettes de turno con sus “supuestas bondades”: aumento de los eritrocitos en sangre y elevación de los hematocritos para mejorar el rendimiento en el ejercicio aeróbico. El clímax de esta droga saltó a la luz con el ciclismo de mediados de los años ‘90 y el inicio del siglo XXI con Lance Armstrong como punta de lanza que maximizó los recursos para saltear los controles con un sistema calculado milimétricamente. Armstrong, ganador del Tour de Francia en siete oportunidades consecutivas (1999-2005), en 2012, fue acusado de dopaje sistemático por la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA) que, finalmente, le quitó las siete victorias por dopaje, así como el resto de títulos logrados desde 1998, además de suspenderlo de por vida.
El último caso keniano fue Marius Kipserem, a quien se le realizó un control de orina fuera de competición el 17 de agosto pasado en Kapsabet (Kenia). La muestra fue analizada en el laboratorio suizo de Lausana y el atleta recibió el informe el 22 de septiembre último. Primero, como casi todos, lo negó pero, días después, aceptó la verdad irrefutable. Ganador del Maratón de Rotterdam en 2016 y 2019, con 2h04m04s como mejor marca en la distancia que le dieron otros triunfos internacionales (Brescia en 2012, Mont Saint-Michel en 2014, Hefei, en China, en 2015, o Abu Dabi en 2018). Kipserem fue suspendido por la Unidad de Integridad del Atletismo de World Athletics (AIU) y no podrá competir hasta el 22 de septiembre de 2025, cuando tenga 37 años. Es decir, su carrera llegó, prácticamente, a su fin.
La triamcinolona acetónica es un glucorticoide quepermite perder peso, desarrollar músculos e incrementar la resistencia.
El caso de Kipserem con el EPO llamó la atención, dado que, en estos tiempos, hay una sustancia que está causando estragos en Kenia: la triamcinolona acetónica, un glucorticoide que solo está prohibido en competición y permite perder peso, desarrollar músculos e incrementar la resistencia.
El 10 de octubre, Philemon Kacheran Lokedi, tercero en el último Maratón de Valencia, fue suspendido por tres años por testosterona. Un día más tarde, se informó el caso de Mark Kangogo, dopado con dos sustancias, norandrosterona y triamcinolona acetónica. Kangogo, ganador en agosto de la tradicional carrera de trail Sierre-Zinal, perderá su título y ahora quedará Andreu Blanes como vencedor.
Desde 2021, cerca de 20 atletas dieron positivo de triamcinolona acetónica, una droga más barata que el EPO para amplificar un problema que, asimismo, cuenta con ciertas trabas que los propios deportistas se encargan de negar, en un principio, y, cuando la situación se les pone espesa y deben admitir, intentan, previamente, poner trabas para estorbar en la investigación a partir de información falaz que derive en un saco roto. Por caso, Diana Chemtai Kipyokei, ganadora del Maratón de Boston 2021, cuando recibió el control, y Betty Wilson Lempus, vencedora de un medio maratón de París en 2021 (cuando se sometió al control) y otros dos maratones internacionales, Enschede en Países Bajos, y Hengshui, en China, en 2017, trataron de fumigar la investigación con datos erróneos.
Vergüenza nacional:
“Doparse es una amenaza que acaba con la credibilidad de los atletas kenianos y del país. Hacerlo es vergüenza nacional. Animo a cada atleta keniano a que corra limpio y deje este legado”, dijo Eliud Kipchoge, el mejor fondista de la actualidad y, para muchos, de todos los tiempos. “Debemos cambiar la forma en que educamos a nuestros hijos mostrándoles el camino correcto”, agregó Kipchoge, el hijo pródigo de Kenia al que todos tienen como el gran ejemplo a seguir.
Las referencias de Kipchoge alude a todos y cada uno de los tramposos. E incluye a varios que, antes que él, fueron recordistas del mundo. Como Wilson Kipsang, sobre quien pesa una sanción de cuatro años. La misma fue estipulada en 2018, tras incumplir con tres controles antidopaje en un año y olvidar rellenar otra vez la ficha de localización. Kipsang amenazó varias veces que, por esta medida, se retiraba. Y, una vez, hasta dio una entrevista en estado de ebriedad. Este problema, el alcoholismo, se convirtió en un tobogán en caída libre para Kipsang, a quien es frecuente verlo por Iten, donde posee un hotel semivacío al que frecuentan atletas que viajan a esa ciudad, a 2300 metros sobre el nivel del mar, para entrenarse.
La realidad del ex récord del mundo (en Berlín 2013) es aciaga. Una triste imagen regala Kipsang, amable para la conversación, pero díscolo al momento de hablar de su caso de dopaje. “Yo nunca me dopé. Me arruinaron la carrera, yo nunca haría eso”, contó Kipsang a Bola Vip, en agosto pasado. Pero, el contraste de aquel Kipsang ganador (se quedó dos veces con el Maratón de Londres -2014 y 2014-, Berlín -2013-, Nueva York -2014-, Tokio -2017- y la medalla de bronce en los Juegos de Londres 2012) con el actual es más que elocuente. Le cuesta tomar agua. Para hacerlo, por ejemplo, debe tomar el vaso con sus dos manos temblorosas y colocarlo sobre su labio inferior. Es una imagen triste que deja expuesta la nueva realidad de un fondista que tuvo todo para ganar y hoy camina por Iten como si fuera un paria, casi un desconocido al que muchos observan con desdén, otros con lástima y algunos más le esquivan la mirada. Claro, el alcoholismo entre los hombres de Kenia también es un flagelo.
Entrenadores y mánagers (sobre todo extranjeros) se convirtieron en el vértice superior de una pirámide que crece a cuesta de los casos de dopaje. Promesas de ganancias cuantiosas y desconocimiento se combinan en un mix caótico en el que cierto grado de ignorancia es aprovechado a costa de exponer sus vidas, las de los atletas, los verdaderos protagonistas del deporte, con tal de ganar. Sin dudas, un cóctel complejo que perjudica a un país en el que el atletismo funciona como catalizador de ascenso social y económico.
Sin embargo, en palabras de Colm O’Connell, el famoso Brother Colm, el mentor de varios de los mejores atletas del mundo, que llegó a Kenia en 1976 y sentó las bases del atletismo keniano, “el responsable del dopaje -contó convencido a este cronista- es el atleta: ahí empieza la mayor responsabilidad, no la causa, sino la responsabilidad que debe ser asumida por el atleta”. Y añadió: “Los demás son un extra. Están ahí y pueden ser importantes, pero si eres un atleta, debes saber de qué va el deporte. Debes conocer tu profesión. Debes saber lo que puedes soportar y lo que no. La primera responsabilidad recae en el atleta”.
El propio Colm, en su casa ubicada en la parte trasera St. Patrick’s High School, la escuela de la salieron y salen varios de los mejores exponentes del atletismo keniano, se preguntó si puede haber excepciones. “Los demás son un extra. Están ahí y pueden ser importantes, pero si eres un atleta, debes saber de qué va el deporte. Debes conocer tu profesión. Debes saber lo que puedes soportar y lo que no. La primera responsabilidad recae en el atleta. Una de las cosas que me gustaría que hiciera un atleta, si se descubre que se ha dopado, es que nos diga si ha sido alguien más que usted. Si nos dice que fue su entrenador quien le convenció o le engañó o lo que sea, entonces sabremos que es ese entrenador. ¿Qué ocurre? Nos culpan a todos y no somos todos iguales. Hay dos caminos y siempre elegiré el limpio”, detalló.
La canilla parece abierta de manera deliberada y, por el momento, los controles sistemáticos que la Agencia Antidopaje de Kenia (ADAK) realiza junto con las Federaciones y el propio Gobierno no logran detener el drenaje del doping que atenta contra esa fábrica natural de atletas.