La pandemia la cambió. En verdad, la pandemia por Covid-19 cambió a todos. Y el deporte no escapó a esta nueva forma de vivir mientras el mundo se vacuna contra un virus que muta rápido al tiempo que modifica los márgenes globales.
Ante este nuevo escenario, los deportistas readaptaron sus rutinas hasta confines inimaginados. Y la yudoca argentina Paula Pareto (compite en la categoría hasta 48 kilos) no fue la excepción porque, para los atletas de alto rendimiento, no se trató solo de un pasatiempo sino de una verdadera necesidad. Ya instalada en Tokio, la yudo se convirtió así en la primera deportista argentina en arribar a Japón (llegó este viernes 2 de julio), a la ciudad de Sakai donde realizará su aclimatación y esperará para competir y defender la medalla de oro obtenida hace cinco años.
A días de comenzar sus cuartos Juegos Olímpicos, la médica argentina ganadora de dos medallas (una de oro en Río 2016 y una de bronce en Pekín 2008) encontró en el entrenamiento físico en espacios reducidos una fórmula, su gran fórmula, para seguir adelante y mantener el estado de forma para que su metro y 48 centímetros y sus 48 kilos pudieran conservarse lo mejor posible en medio de la mayor incertidumbre que padece el mundo moderno. Pero, sobre todo durante 2020, con su preparación para los Juegos Olímpicos de Tokio, para mantenerse enfocada y presta para competir cuando hubiera alguna oportunidad.
Primero, lejos del tatami. Así es como la yudoca de 35 años, que empezó este deporte a los 9 en su San Fernando natal (Buenos Aires), no paró de entrenarse y, al poco tiempo, sus videos se hicieron virales. En ese marco, la médica que está realizando la residencia para traumatología en el hospital de San Isidro se encargó de mostrar cómo realiza los ejercicios desde la intimidad de su pequeño departamento. Para ella, las mínimas dimensiones de su casa o la falta de materiales no fueron un impedimento o un salvoconducto para no entrenarse. Por el contrario, para la vigente campeona olímpica de judo, cada día se trató de una nueva oportunidad para mejorar y, claro, para motivar a quienes se sumaban o intentaban hacer (al menos alguno) de los dificultosos ejercicios de su ardua rutina.
Tanto que su cuenta de Instagram creció tanto y terminó convirtiéndose en una de las grandes motivadoras en medio del sombrío panorama por el confinamiento. Pero, una vez que se pudo salir a la calle, Pareto siguió adelante con su gran objetivo deportivo que se postergó más de lo pensado.
Por caso, alguna de las imágenes que la Peque compartió asombraron a sus seguidores y se hicieron virales. En ellas se ve a la yudoca haciendo series de flexiones de brazo con saltos en los que se despegaba totalmente sus manos y sus pies del suelo para luego volver a la posición original. Hasta se dio el lujo de bromear: “Hoy entrenamiento de concentración, confianza y fe en mí y en mis bracitos para no perder mis dientes!”. Y agregó: “Para los que me preguntan si no me da miedo, les digo algo que leí y que puede servir para cualquier ámbito: el miedo es una respuesta condicionada. Funciona en pos a lo que uno mismo crea, y como cualquier otra creación, es tan sencillo echarla abajo como levantarla. Depende de cada uno”.
En ese sinuoso camino, hace exactamente un año, tras cinco meses sin hacer nada de yudo, es decir de tener contacto su sumó al plan que diagramó su entrenadora, Laura Martinel, para dejar stand by su trabajo en el hospital Dr. Melchor Ángel Posse y sumarse al equipo olímpico femenino argentino para vivir cinco semanas de vida y de entrenamiento en una “burbuja” al mejor estilo NBA en Disney. Pero la suya fue en Santa Teresita, en la Costa argentina. “No queda otra que hacer esto, porque hacía cinco meses que no me entrenaba con contacto. Cuando estuve en Rusia, sólo hice gimnasio y la competencia se suspendió por la pandemia justo cuando yo llegué. Así que es clave volver al judo, porque la idea es que en octubre y en noviembre se retomen las competencias oficiales, pensando en Tokio 2020. Y si todo se complica y los Juegos no se hacen, al menos quedaré conforme por haber hecho lo máximo que pude para competir”, contó en una reciente nota con Clarín. Pareto quien vivió esa experiencia junto con Lucía Cantero, Keisy Perafán, Ayelén Elizeche, Belén Tittarelli y los entrenadores Martinel y Ariel Sganga, ex olímpico en Atenas 2004, con poco hizo mucho.
Tras aquella experiencia de entrenamiento en la Costa argentina, la Peque regresó a su ciudad y al hospital, para luego hacer algunos viajes para competir. Por caso, como en el Grand Slam de Budapest, Hungría, donde se quedó con la medalla de plata después de perder la final frente a la kosovar Distria Krasniqi, número dos del mundo. Y más acá en el tiempo, este año, en el Grand Slam de Antalya, en Turquía, la argentina perdió ante la local Gülkader Sentürk en la lucha por la medalla de bronce.
La búsqueda de Pareto siempre fue la misma. No detener su preparación, ni en un día feriado, para llegar lo mejor posible a los Juegos de Tokio 2020. En sí, la Peque no es más que una pequeña pero inmensa vocanada de espíritu amateur en medio de la pandemia.
Como suele ocurrir con buena parte de los deportistas argentinos (como Pareto, claro) quienes, definitivamente, mantienen el espíritu amateur. En palabras de Sergio Hernández, entrenador de la Selección argentina de básquet, “el amateur es el que ama lo que hace”. Y Pareto, que no se siente una superdotada ni en el deporte ni en el estudio, asume que “el judo es una lotería y puede pasar cualquier cosa”. Pero ella, como si fuera una gran sensei, se encarga de que el azar del destino se interponga lo menos posible en su camino, ya sea arriba de un tatami o en la vida misma.