(Enviado especial – Porto Alegre) La ciudad sufre la presencia de miles y miles de argentinos y en las próximas horas recibirá al último vendaval de hinchas que vendrán a alentar a Messi frente a Nigeria. Serán 100.000 en total para un estadio con capacidad para 49.000. El Gobierno local dictó asueto estatal y planteó una serie de controles desde la frontera hasta metros antes del Beira Río. Locura. Acampan en la ciudad, en la frontera y en las rutas. Generar temor, preocupación. Son 100.000 para un estadio con capacidad para 49.000 ubicaciones que se agotaron varios meses antes. Cómo controlarlos, cómo evitar que mañana, un rato antes de que Lionel Messi salga a dirimir un nuevo encuentro mundialista en favor de la celeste y blanca, se agolpen masivamente contra el estadio. No hay manera, esa es la sensación que se percibe en las calles de Porto Alegre producto de la enorme expectativa de los hinchas argentinos. Esos que, a tres días del partido entre Argentina y Nigeria, que definirá el primer puesto del grupo F de Brasil 2014, ya habían copado todo el territorio gaúcho. Correntinos, tucumanos, salteños, porteños y cordobeses hicieron de Porto Alegre el cónclave de la tonada argentina. Cómo será, que hasta se escucha cumbia desde los vehículos que deambulan por la noche de esta ciudad. Pero lo que se vive en los bares del centro histórico, el barrio Moinhos, el Parque da Redenção y la clásica peatonal dos Andradas es apenas una muestra de la invasión que sufre la capital más sureña de Brasil. En las afueras se encuentra lo peor: son miles y miles que todavía no llegaron y que están apostados en la frontera argentino-brasileña (a apenas 600 kilómetros del estadio Beira Río), en las rutas que conducen a Porto Alegre (la 290, 153 y 293 principalmente) y en las zonas aledañas a la ciudad, como Guaíba, Alvorada y Cachoeirinha. Desde allí terminarán por darle forma a esta verdadera invasión argentina, que tuvo dos episodios anteriores, con 50.000 hinchas en Río de Janeiro y 35.000 en Belo Horizonte. Pero lo que ocurre en esta oportunidad no tiene comparación. Prueba de ello está en que este es el primer partido del Mundial en el que no juega Brasil y que provoca un asueto estatal. Esa fue una de las tantas medidas que tuvieron que tomar las autoridades locales para intentar descomprimir la ciudad durante el día del partido.

Ya se han dado por vencidos. Se resignaron a que Argentina sitie Porto Alegre.

“La invasión de argentinos moviliza al Gobierno y la Prefectura”, titulan los periódicos gaúchos. Habrá puestos de contención desde la frontera de Paso de los Libres hasta metros antes del estadio. Todos con la misión de impedir el paso de aquellos que no tengan entrada. De todas formas, la medida resulta tan tardía como inútil. Primero, porque la invasión ya se produjo, y segundo, porque cómo evitar -por ejemplo- a aquellos que aleguen que deben retirar sus tickets en el local de la FIFA en Porto Alegre… Aunque todo esto no es más que una situación previsible. Acaso cómo esperar que los argentinos no acompañen a su selección en el Mundial que organiza su rival de toda la vida y estando a tan pocos kilómetros de distancia. Avión, auto, moto, bus o casa rodante. Venta o reventa, 90 o 1.500 dólares. Como sea y a lo que sea, todo valió para venir a dar el presente. El problema es que no hay estadio (ni Beira Río ni Maracaná) que pueda albergar a tanta pasión argentina. + La Fan Fest ya tomó los colores albicelestes + Video: así fue la fiesta de los argentinos en Belo Horizonte.