Cuando se habla del entrenador de básquet en la Argentina, surgen dos referencias ineludibles. Allá lejos y en el tiempo, Jorge Canavesi, mentor y formador del seleccionado nacional campeón del mundo en 1950. El profesor bajo cuyo mando, la Argentina se consagró en el Mundial disputado el país y donde brillaron Oscar Furlong y Ricardo González, entre otros. Una generación trunca por los fascistoides que instauraron la autodenominada Revolución Libertadora de 1955. Una de las génesis del acoso para el deporte argentino que castigó a cuanto deportista hubiera triunfado por esos años. Por caso, el propio Jorge Canavesi y sus jugadores, como también Delfo Cabrera, oro olímpico en maratón en Londres 1948, el gran atleta Osvaldo Suárez a quien no le permitieron viajar a los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, entre otros tantos.

Y más acá, claro, León Najnudel, el alma máter de la Liga Nacional de Básquet, el motor desde donde se fomentó, comentó y propaló la Generación Dorada, acaso la más notable camada de jugadores del país. Entre uno y otro, por supuesto, este deporte tuvo y tiene a grandes directores técnicos. Hombres y mujeres que enseñan, educan y dirigen. Algunos de enorme renombre y repercusión, como Julio Lamas, recientemente retirado, Sergio Hernández, Rubén Magnano, Guillermo Vecchio, Gonzalo García, Guillermo Duró, Silvio Santander y tantos otros. Y otros con menor popularidad pero suma importancia: los formadores y formadoras de las divisiones menores de todos y cada uno de los clubes.

Por unos y otros, desde el 22 de abril de 1973, el básquet argentino celebra su día, el día del entrenador de básquet en conmemoración de la creación de la Asociación de Entrenadores de Básquet de la República Argentina (ATEBARA). El destino quiso que un 22 de abril pero de 1998 falleciera Najnudel. Con su pérdida, este día tomó mayor relevancia dada su notable importancia. Najnudel fue director técnico de la Selección Argentina, de Ferrocarril Oeste, Sport Club, Boca, Racing y CAI Zaragoza. Pero, sobre todo, fue quien ideó la Liga Nacional de Básquet, la verdadera cuna de la gloriosa Generación Dorada.

Para entender su notable legado, bien valen algunas frases de León Najnudel:

“A los entrenadores se los debe juzgar por una trayectoria y no por un lapso corto, eso me parece imprudente. Se debe evaluar qué logró y le dejó al club después de su trabajo. No es un burro el que pelea el descenso, ni un fenómeno otro que gana 15 partidos”.

“Un entrenador es un vendedor del producto que ofrece. El mío es el de convencer a los dirigentes del camino a recorrer para lograr objetivos. Traer chicos jóvenes, desarrollarlos y lograr un equipo competitivo por ese camino”.

“Yo creo en la cosa diaria, de hacer pocas cosas nuevas pero todos los días, en cada entrenamiento. Hay entrenadores que prefieren darle al jugador una catarata de información diaria. Yo pienso que hay que darle un poco por encima de lo que es capaz de recepcionar y así ir levantándole el techo. Pero no atosigarlo, una cosa por vez todos los días. Además, hay que darle cosas básicas del juego, nada misterioso. Creo en la simpleza y no todo el mundo está capacitado para ver las cosas simples. Trato de no irme de las obviedades, de las precisiones y no agarrarme de las excentricidades”.

“El que piense que en el básquetbol hay cosas misteriosas está equivocado. Los mejores entrenadores entrenan con una simpleza tremenda, en Estados Unidos, Europa o cualquier lado, porque todavía los partidos los ganan los que mejor pasan la pelota, los que seleccionan mejor los lanzamientos, los que menos violaciones cometen, los que agarran más rebotes. Eso no varió nunca. Este es un juego de jugadores y no de entrenadores, por eso trato de aportarles detalles obvios, simples, para mejorarlos, porque son cosas pequeñas las que diferencian a los jugadores”.

León Najnudel, cerebro de la Liga Nacional de básquet

“Hay una frase de algunos entrenadores que repudio totalmente: ‘Yo hice a tal jugador’, dicen, y pretenden demostrar que dieron a luz a un jugador de básquetbol. Es una gran mentira, porque el jugador es hijo de tres factores, ordenados según su incidencia: sus aptitudes potenciales (lo que trae de la cuna), el medio interno en que se desarrolla y la influencia de su entrenador”.

“A mí me gusta darle participación al asistente e intervenir cuando sé que puedo mejorar o corregir algo. Lo que pasa es que nuestra economía no siempre da para traer asistentes de buen nivel. Estoy convencido de que sí un entrenador está inmerso en dar el entrenamiento, deja de ver detalles importantes de un equipo. Todos los entrenadores trabajan, porque es la única manera de competir en este nivel”.

“El profesionalismo hizo que una camada de entrenadores buenos, hoy esté alejada o retirada. Por otro lado, el interés por ser entrenador es cada vez mayor y aparece gente nueva. Esta actualidad de entrenadores jóvenes se va a estabilizar y no habrá tanto recambio. De la misma forma que hoy los jugadores se dan cuenta de que, además, esta actividad les permite un buen pasar económico, con los entrenadores pasa lo mismo. A los jóvenes los veo con inquietudes, con profesionalismo, con amor por esto y tratan de mejorar”.

“Para ganar hay que jugar mejor que el otro y tener algo de suerte, pero los resultados se obtienen después de un trabajo continuado”.

“Soy un privilegiado que vive de lo que le apasiona. Cuando empiezo un proyecto nuevo no me inquieto, porque el básquetbol mundial es una gran familia y por más que uno cambie de lugar, la gente es igual en todos lados”.