¿Qué sucede si la naturaleza, la ciencia y el negocio convergen para moldear al deportista ideal? ¿Qué ocurre si el talento, la elegancia y el carisma invaden nuestra sensibilidad, pero a la vez se camuflan con una ambición y un ego tan filosos que podemos considerarlos rasgos tiránicos? ¿Qué es lo que pasa si esas supuestas esquirlas de bronca, envidia y resentimiento se desvanecen al punto de que la pieza clave de ese tablero logra enamorar y vencer hasta volverse una leyenda viviente? Respuesta correcta: emerge Michael Jordan, el mejor basquetbolista de todos los tiempos.
Su Majestad trazó la ruta con exquisitez técnica, pero también dejó un surco a cada paso. Sus huellas en el deporte están labradas con garras y a la vez con belleza estelar. Y su marca trasciende a su escenario fetiche: la cancha de básquet. Fue un orfebre febril, y también una catarata de autosuperación y determinación. Atravesó los obstáculos sin excusas. Pulverizó la discusión. Cada “pero” fue nafta para magnificar su incendio a la normalidad, lo preestablecido, lo ya visto, la exageración barata y lo tradicional, en el deporte y más allá.
MJ se despierta (no hay error en el tiempo verbal) con una sola misión: desafiarse y ser mejor que el Michael Jordan del día anterior. Respira competitividad. A veces nace desde la motivación personal. Otras, necesitará de apenas una microchispa para convertirse en un volcán en erupción. A veces, abrumará a quienes lo rodean, pero nunca será un líder con pereza. Te hará mejor aunque te bajes del barco. Podrás sucumbir, pero seguirlo habrá mejorado tu resistencia.
Jordan es una raza en peligro de extinción desde el primer día que abrazó una pelota de básquet. Simple: es un ejemplar único, desde su ADN hasta la aurora de intangibles que lo nutre. Por eso, desde una mirada integral, no solo de números y datos, es el mejor de todos. Vamos a argumentarlo en 10 ítems.
EL TALENTO
Michael Jordan flotaba y volaba. Ridiculizaba a la por entonces innovadora cámara lenta al punto de que el espectador se preguntara si ese Nº 23 era capaz de detener el tiempo y los cuerpos a su alrededor. El nanosegundo extra en el aire antes de sellar la victoria contra Cleveland, mientras Craig Ehlo se congela rendido en el póster, es algo que ni siquiera es imitable sin estrecharle la mano a un fracaso bien burlón. La bandeja que parecía volcada contra Lakers como si una máquina se transformara en terciopelo al instante, como sin un toro pudiera convertirse en cóndor cual personaje de Marvel, es un efecto especial épico sin necesidad de tecnología. Jordan era un superhéroe. La ficción palpable. Corría la cancha con delicadeza y furia. Un sastre y también un cirujano. Y todo lo hacía para ganar.
La NBA ya se había rendido ante portentos físicos como Wilt Chamberlain y acróbatas como Julius Erving, el mítico Doctor J., pero jamás había disfrutado de un repertorio tan sublime como el de Su Majestad. Era ballet, era fuego, era adrenalina, era improvisación y también fundamento. Respetaba el laboratorio del entrenador, pero creaba un mundo de fantasía desde sus movimientos. Era un cometa sobre el parqué, pero también un baby face assassin. Era el combo completo.
Magic Johnson llevaba la inteligencia al lujo, pero no encendía el turbo para convertirse en una aerolínea al aro rival. Larry Bird ostentaba el diploma del maestro de la ley del mejor esfuerzo, el identikit del concepto y el contexto al poder, e incluso el de un trash-talker de elite, pero no te tenía al borde del sillón esperando lo inesperado. Jordan abrigaba lo mejor de todos y también lo que le faltaba al resto de las estrellas. Magic te arrancaba sonrisas, Larry aplausos. MJ impactaba al punto de conducirte a expresiones que corrían los límites del asombro.
La colección de sellos de Jordan lo instalan como el único rookie en liderar a su equipo en puntos, rebotes, asistencias y robos. Y también es el solitario socio del club de los que anotaron 40 puntos o más en un partido habiendo cumplido las cuatro décadas de vida. El talento de Michael atraviesa toda la línea de tiempo de su carrera. En la historia de la liga, solamente 9 veces un jugador logró promediar al menos 40 puntos en una serie de playoffs: 5 lucen la firma de Su Majestad. Jugó una temporada completa para Washington con 40 años. No faltó a ninguno de los 82 compromisos.
Jordan fue 6 veces campeón de la NBA, 6 veces MVP de las finales de liga, 5 veces MVP de la temporada regular. Eso ya es suficiente para etiquetar la colección de insuperable, pero hay mucho más: fue 14 veces All-Star (la única vez que no participó fue por lesión), 3 veces MVP del Juego de las Estrellas y 2 veces campeón olímpico. Ganó 2 concursos de volcadas y fue el primer jugador en firmar un triple doble en un All Star Game. Su palmarés de 22 reconocimientos entre anillos y premios individuales lo coloca muy por encima del resto. Por si fuera poco, conquistó el galardón al mejor defensor del año y al novato de la campaña. Su cosecha luce 10 coronas de máximo anotador de la liga, el mejor promedio de puntos en la historia de la NBA, el mayor promedio anotador en una temporada de playoffs, el mayor promedio de puntos en una final de liga y el máximo de puntos (63) en un partido de playoffs, contra los Celtics de Bird, función de gala que provocó que Larry confesara que nunca había visto a un jugador así y lo definiera como “Dios disfrazado de jugador de básquet”. A todo ese talento lo ayudaba con una mentalidad digna de estudio y de ser considerada patrimonio histórico de la humanidad.
LA MENTALIDAD
The Last Dance es el mapa por excelencia para entender la mentalidad de Jordan. No vamos a ahondar en spoilers, pero disfrutarlo es una obligación para los amantes del deporte. Su carrera de desafíos generados por contexto (los Bad Boys de Detroit machacando su físico y poniéndole stops a la gloria) o la simple excusa para crear combustible (Mutombo diciéndole que jamás la había clavado sobre él, ensayar y convertir un libre con los ojos cerrados o quedarse con el juego más maravilloso jamás televisado: el encuentro entre los protagonistas del Dream Team de Barcelona 1992) son ejemplos sueltos de una videoteca gigante de greatest hits que hoy está disponible en YouTube.
La superación deportiva de Jordan nació de la rivalidad con su hermano Larry, quien hasta comienzos de la adolescencia lo dominaba en un uno contra uno. No importaba el lazo, más allá de la admiración. El propio MJ manifestó que el camino a triunfar sobre Larry no podía detenerse en la simple victoria repetida, sino en hacerle piel a su hermano que jamás podría volver a ganarle y que cada derrota desbloquearía un nuevo nivel de humillación. Con ese puerto de partida, Su Majestad siempre tuvo a mano un espejo retrovisor desde donde proyectarse hacia el futuro. Si proponía ese tatuaje sobre un familiar, cómo iba a tenerle piedad a un rival o a un periodista…
En el prime de su carrera, Michael perdió a su padre. Tragó veneno, se preguntó si ese final estaba relacionado a ciertos vicios que le revoloteaban, como su vínculo con las apuestas. Fue, quizás, el único momento en el cual los candados amagaron a abrirse, a que el campo de fuerza que lo hacía invulnerable se quedara sin guardia disponible. Sin embargo, ni eso pudo con él. Y en los momentos decisivos, en las finales de liga, esculpió la perfección. Jugó y ganó lesionado, deshidratado, amenazado y con 39 grados de fiebre, como en el rebautizado Flu Game de las finales de 1997 contra Utah y a domicilio. Registró 38 puntos, 7 rebotes, 5 asistencias, 3 robos, superó el 50% de efectividad de campo y participó en 44 de los 48 minutos de juego.
NUNCA PERDIÓ UNA FINAL
Michael Jordan disputó 6 finales de liga. Las ganó todas. Y en cada una de ellas fue el mejor por un planeta de distancia. El planeta que él creaba desde su talento y su mentalidad. Cocinó y tachó a los Lakers que se despedían del Showtime, al Portland de Drexler, a los Suns de Barkley, a los Sonics de Payton y Kemp y al Jazz de Stockton y Malone. Excepto por Seattle, el resto de los equipos se sustentaban en jugadores que fueron incluidos entre los 50 mejores de la historia en la ceremonia original y que también compartían credencial de miembros del Dream Team. Su Majestad fue el MVP en cada una de esas finales, pero quizás lo más valioso es lo que no se vio.
RETIRARSE, REGRESAR Y VOLVER A GANAR
Jordan condujo a los Bulls al tricampeonato 1991-92-93. Desde la última vez que había ocurrido algo semejante en la liga habían pasado 27 años. Comunicó su retiro el 6 de octubre, apenas unos meses después de concretar la hazaña y de la muerte de su padre, ocurrida en julio. Argumentó que había perdido el disfrute por el juego, pero otros fantasmas sobrevolaban. Cuando regresó, mientras buscaba reencontrarse con su mejor versión, y había cambiado al Nº 45 en lugar del emblemático 23, fue eliminado de los playoffs por Orlando, que ya contaba con Penny Hardaway y Shaquille O’Neal. Nick Anderson, buen jugador pero actor de reparto en esos Magic, firmó un par de excelentes jugadas defensivas sobre MJ que le permitieron a la franquicia de Florida adelantarse en la serie. Tras la victoria, soltó: “El 45 no explota como el 23”. La respuesta inmediata fue pagar la multa, usar el 23 y estamparle 38 puntos a Anderson. Orlando se quedó con la llave, pero no con el título, y desató el Huracán Jordan. Michael regresó más motivado que nunca y encadenó el tricampeonato 96-97-98 y, durante ese lapso, con el elenco de mayor calidad de su carrera, construyó una temporada regular de 72 victorias y 10 derrotas.
EL MÁXIMO GOLEADOR… Y TAMBIÉN EL MEJOR DEFENSOR
En la temporada 1987/88 se llevó el premio al máximo anotador, al mejor defensor y al MVP de la fase regular. Fue la única vez en la historia que alguien lo consiguió. Un delirio, un disparate total. También integró el All NBA Team y el equipo defensivo del año. Fue el primer jugador en la historia en liderar la liga en puntos y robos de balón. Varias veces pidió la asignación rival más difícil porque consideraba que ese punto del juego era el que llevaría al equipo a la victoria. Esa característica se potenció cuando Phil Jackson reemplazó a Doug Collins y los Bulls crecieron en sentido colectivo.
POR SU LEGADO
El legado de Jordan desde el juego se explica a la perfección en su mejor alumno: Kobe Bryant. La estrella de los Lakers fue lo más parecido que hubo a Su Majestad, por talento y por mentalidad. La gran diferencia es que 3 de los títulos de Kobe fueron con Shaq en una era en la cual los centros de gran poderío físico aún dictaban varias de las pautas del juego. Jordan jamás tuvo un pivot de esa clase y de esas condiciones.
Michael y Kobe se definieron como hermano mayor y hermano menor, mostrando quizás la faceta más humana de Su Majestad, al menos vinculada a un deportista. El discurso de Jordan tras la muerte de Black Mamba y sus lágrimas desnudaron un rasgo que, lejos de mostrarlo débil, lo hizo aún más grande. Se recomienda buscar, disfrutar y emocionarse con un video que ya es viral en redes sociales y compara los movimientos del profesor y el alumno. Es arte.
Una clara muestra de respeto y admiración hacia la herencia de Jordan lleva el diseño y la ejecución de Pat Riley, otro personaje emblemático de la liga que construyó, como entrenador, grandes batallas contra MJ en Lakers y Knicks. Ya como hombre de Miami Heat, decidió rendirle tributo colgando del techo del estadio la camiseta de Su Majestad.
Hoy, el trofeo al MVP se llama Michael Jordan. Es un acto de estricta justicia. No solo es el mejor, sino que si vamos al PER, que es la estadística avanzada que mide la eficiencia de un jugador y su contribución en cancha, no hay nadie que lo supere.
Y, si hiciera falta algo más para fundamentar su legado, Michael Jordan fue el último en ser nombrado en la gala de los 75 mejores de todos los tiempos, dejando en claro que es el Nº 1. Y eso fue en 2022…
POR LO QUE HIZO CON NIKE
Cuando Jordan ingresó a la NBA, Converse dominaba el mercado de la liga, seguido de Adidas. La historia es retratada maravillosamente en Air, la película protagonizada por Matt Damon que narra el convenio comercial que cambió la historia del deporte, no solo del básquet.
La decisión de Sonny Vaccaro de apostar todo el presupuesto de la división básquet de la empresa en Jordan encuentra su clímax cuando se da cuenta de que el tiro ganador de Michael en 1982, para darle el título de la NCAA a North Carolina, llega por diseño y no porque James Worthy (posterior leyenda de Lakers) estaba sobremarcado. Vaccaro repite incesamente la jugada y nota que MJ estaba esperando la pelota en todo momento. El coach de North Carolina, Dean Smith, jamás confiaba en los novatos para el último tiro. En ese instante, Vaccaro comprendió que MJ era especial. Todos confiaban en él: su entrenador, su coach y él mismo, con apenas 19 años. Cuando llegó la reunión con la familia Jordan, dejó su discurso de lado y habló de esa jugada y lo que había visto. Fue clave para convencerlo, ya que más allá del dinero y los bonus, a Michael lo seducía Adidas. Sin embargo, en ese encuentro captó que alguien veía lo mismo que él.
El contrato de Jordan con Nike incluyó porcentaje de ganancias fijo para Michael, un diseño personalizado de las zapatillas, su apellido como parte del modelo y pagar multas por infringir el reglamento de la liga que establecía condiciones puntuales sobre los colores del calzado. Entre la empresa, Jordan y su madre lograron que un lazo de visión y confianza se convirtiera en una revolución sin precedentes. Lo que hoy parece tradicional, no existía antes de ese contrato.
El primer año del vínculo cubrió las proyecciones de un lustro. Y, con el paso del tiempo, Nike terminó absorviendo a Converse…
PORQUE FUE QUIEN REALMENTE GLOBALIZÓ A LA NBA
Magic Johnson y Larry Bird rescataron a la NBA de la muerte. Consolidaron una rivalidad histórica mientras se apagaban los destellos de los Sixers de Moses Malone y Doctor J y emergían los Bad Boys de Detroit. La liga intentaba dejar atrás un tsunami de indisciplina y adicciones que se habían llevado puestas a estrellas como Michael Ray Richardson o David Thompson (ídolo de Jordan y uno de los pocos jugadores en superar los 70 puntos en un partido), al punto de expulsarlas de la liga. Magic y Larry evitaron la tragedia, pero fue Jordan el que llenó de vida a la NBA y la exhibió ante el mundo.
Todas las estrellas de la época (menos Isiah Thomas) coincidieron en el Dream Team. Para entender la importancia de cada uno, alcanza con observar la mítica foto de Jordan, Magic y Bird en la presentación del roster para los Juegos Olímpicos Barcelona 1992. Michael es el abanderado, con la pelota en sus manos. Johnson y Larry son sus escoltas.
Su Majestad también fue el encargado de acercar el público infantil a la liga. La Space Jam original, protagonizada por él, recaudó casi 300 millones de dólares. Un par de décadas después se hizo una remake con LeBron. Shaq participó en varias producciones. Ninguna repitió el encanto.
PORQUE NO BUSCÓ IRSE A OTRA FRANQUICIA PARA TRIUNFAR. Y PORQUE CHICAGO GANÓ SOLO CON ÉL
El dominio de los Pistons de Isiah Thomas sobre unos Bulls con Jordan como estandarte pero respaldo de poca calidad podría haber frustrado a Su Majestad. La mayoría de las estrellas modernas pide el canje o bucea en la agencia libre ante el primer tropezón. Se obsesiona con armar súper equipos y maximizar sus chances de título. Lo hizo LeBron cuando se fue a Miami. Lo hizo Durant uniéndose a Golden State. Lo intentaron los Clippers, los Nets, Boston, Lakers. Jordan jamás demandó irse de Chicago, pese a que Knicks y Lakers hicieron todo por conseguirlo. Jerry Krause, histórico mánager de los Bulls y de relación conflictiva con Su Majestad, confesó que Jordan jamás le exigió que contratara a determinado jugador o drafteara a quien él entendía sería su mejor complemento. Jordan ganó con la franquicia que lo eligió y esa franquicia jamás volvió a ganar. Su Majestad regresó en Washington cuando sabía que no tenía posibilidad de título. Nunca eligió el camino fácil.
PORQUE ES EL DEPORTISTA QUE MÁS DINERO GENERÓ EN LA HISTORIA
Jordan también transformó al deporte desde lo comercial y económico. En su carrera superó los 3 billones de dólares en ganancias netas. Fue el primer NBA en cruzar la barrera de los mil millones en ingresos. Aun retirado, produce más que las estrellas activas de la liga. Forbes lo destacó como un ejemplo de riqueza integral y multicausal por su penetración en los mercados de deporte, entretenimiento, videojuegos, cultura, merchandising, alimentos, bebidas, calzados, seguros, inversiones inmobiliarias y tecnología, entre otros rubros.
Michael Jordan es el mejor basquetbolista de todos los tiempos. Su legado trasciende al deporte. Quienes fuimos contemporáneos de su juego estaremos eternamente agradecidos. Respeto infinito.