Para evitar respuestas sin leer: Boca no se va a ir al descenso. Esa es la gran diferencia entre Juan Román Riquelme y Daniel Alberto Passarella. El contexto del fútbol argentino de hoy, con 30 equipos en Primera, ayuda para que el Xeneize –por más papelones que se empeñe en hacer en las canchas– no corra riesgos y sus hinchas puedan seguir haciendo alarde de los 0 descensos cuando los de River les hablen del 9 de diciembre y la final de la Libertadores 2018.
Sin embargo, más allá de esa abismal diferencia, hay muchos puntos en común entre Passarella y Riquelme en la función de presidentes de los dos clubes más grandes de la Argentina. Sobre todo, la soberbia de creerse que lo extraordinario que fueron como futbolistas alcanza para conducir un club y que –como solía pasar en el vestuario y en la cancha– siempre ellos tienen razón.
Esa idea de “vos no sabés nada, nunca pisaste una cancha” retumbaba en la cabeza del Kaiser como ahora le pasa a Juan Román. A la vez, ambos se rodearon de un entorno que no los confronta, que siempre les da la razón. Y, como dijo alguna vez Ricardo Darín, “un amigo es que el corre el riesgo de decirte la verdad aunque no te guste”…

Juan Román junto a su amigo y DT Herrón (y la visita de Manteca Martínez) en el palco. (Foto: Imago)
Técnicos amigos y ¿refuerzos?
Obviamente, así como Passarella manejaba todas las cuestiones futbolísticas de River (más allá de que existía un Consejo de Fútbol casi fantasma por su nula influencia), hoy Riquelme en Boca repite esa fórmula por más que figuren Delgado, Serna, Cascini y los que puedan venir. Y el mayor denominador común tal vez sea los nombres que eligieron para ser entrenadores de sus equipos y las incorporaciones.
A nivel refuerzos, tanto el Kaiser en Núñez como el Topo en La Boca se encargaron de sumar una larga lista de nombres que no se destacaron justamente por ser refuerzos sino que en ambos casos acumulan cuestionamientos en ese sentido. Los de Boca están más frescos en la memoria. Pero revolviendo el archivo, en River aparecen Adalberto Román, Carlos Arano, Walter Acevedo, Josepmir Ballón, Fabián Bordagaray (único refuerzo para encarar el torneo que desembocó en el descenso), Luciano Vella, Agustín Alayes, Carlos Luna y Juan Carlos Lescano, entre otros.
Y en cuanto a entrenadores, Passarella heredó a Astrada, al que apenas pudo no respaldó y lo echó para poner a Angel Cappa, con quien tenía una relación cercana. Después, lo reemplazó por Juan José López, que más que un DT fue un ejecutor de lo que el presidente decidía. Ya con el equipo descendido, aceptó la propuesta de Almeyda para agarrar en el peor momento, pero tampoco lo dejó trabajar tranquilo. Las salidas de Cavenaghi y el Chori Domínguez fueron determinaciones del Kaiser, aunque le hizo poner la cara al Pelado. Y para su último año de presidencia tuvo que recurrir a Ramón Díaz, nombre que había usado en campaña, pero que luego traicionó porque sabía que con el riojano no podría meterse en el día a día.

El Kaiser (de espalda) junto a Jota Jota, el DT que llevó al descenso a River en 2011. (Foto: La Página Millonaria)
Riquelme arrancó con Russo, al que echó y ahora volvió a buscar. En el medio, le dio la chance a Sebastián Battaglia, que recién empezaba, a su “amigo” Hugo Ibarra, luego muchos porrazos buscó a alguien externo al mundo Boca y con más experiencia, Jorge Almirón, aunque tampoco terminó bien. Entonces, apostó por alguien sin pergaminos en clubes grandes como Diego Martínez para completar la lista con el paso de Fernando Gago, sin olvidarnos de los infinitos interinatos de Mariano Herrón, tal vez el caso más similar al de Jota Jota en River.
Problemas con la pelota y más también…
Además de los desaguisados futbolísticos de Riquelme en Boca y de Passarella en River, otro punto en común de ambos es los desmanejos en otras áreas del club, sobre todo en cuestiones de comunicación.
En los tiempos de Passarella presidente, el área de prensa era usada más para meter invitados sin entradas al Monumental que para que los socios e hinchas pudieran saber qué pasaba en el club. Era algo que al Kaiser no le interesaba. Tenía muy pocos interlocutores con los que se manejaba y ni siquiera aprovechaba las herramientas digitales que ya estaban instaladas. Es más, las cuentas de redes sociales estaban terciarizadas, ni siquiera las manejaba el propio club.
Hoy, en tiempos que la grieta ya es una moda de muchos años, a Riquelme le encanta que haya divisiones antagónicas, al punto que hasta había iniciado una comunicación paralela en su época de vicepresidente, cuando había un Boca Predio por un lado, y un Boca institución por el otro. Y la prolijidad no es un denominador común en la comunicación institucional: basta con retroceder y recordar cómo anunció Chicho Serna que habían echado a Fernando Gago, en el estacionamiento del predio de Ezeiza.
Demasiados parecidos entre Riquelme y Passarella. Entre Passarella y Riquelme. Carlos Babington, en Huracán, había iniciado la lista de ex futbolistas ídolos de sus clubes que llegaron a la presidencia y chocaron contra su propio ego. Al Inglés y al Kaiser ya se les pasó la hora. Ni siquiera pueden andar cerca del Ducó y del Monumental, respectivamente. A Román, que hace menos de dos años le sacó 14 mil votos de diferencia a la dupla Ibarra-Macri, todavía le queda hasta diciembre de 2027 para dar vuelta la historia y no tener el mismo final. La memoria de los hinchas suele ser frágil y son varias las estatuas que terminan con la cabeza por el piso…

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