"Los sistemas ya no existen en el fútbol: se trata de los espacios que deja la oposición. Debes ser rápido para detectarlos, saber el momento adecuado para atacar y tener el coraje de comenzar el movimiento incluso cuando estás presionando". La definición pertenece a Luciano Spalletti, entrenador de Napoli. No es que el juego haya cambiado, siempre se trató de una disputa dinámica por el tiempo y el espacio. Coco Basile decía que él paraba bien a sus equipos pero que el problema era que cuando el árbitro pitaba el inicio del partido los jugadores se movían. Lo que está en cambio permanente es lo que hablamos sobre fútbol.

 

Si de romper los esquemas y no encasillar se trata, quiero nombrar a una santísima trinidad sudamericana: Esteban Cuchu Cambiasso, Arturo Vidal y él más joven de los tres, el uruguayo Federico Valverde. ¿Cuál es la posición de estos tipos de jugadores? ¿En qué lugar del numerito telefónico los ponemos? No hay respuestas. No ocupan espacios, los asaltan. No ven lo que es en este instante, sino lo que será en milésimas de segundo, que para el fútbol es la eternidad. Llegar es mejor que estar. Siempre.

A cualquier jugador de esas características conviene tenerlo en el medio porque sus cualidades para el box-to-box, como llaman los ingleses al despliegue de área a área, permiten llenar los huecos tanto en ataque como en defensa. No es casual que puedan ocupar distintos roles, ser generalmente complementarios y además llegar al gol. Tanto Cuchu como el Rey Arturo superan los cien gritos entre clubes y selección. ¿Y Pajarito?

Cuando Valverde debutó en Primera con la camiseta de Peñarol tenía apenas 17 años y su pase ya pertenecía a Real Madrid. Todo un prodigio. “Nunca vi a chico de su edad con tantas virtudes. Me parece un jugador de fútbol excepcional”, dijo entonces Pablo Bengoechea, su entrenador en Uruguay. Alguien que algo sabía sobre calidad. Fede hizo el recorrido típico por las selecciones juveniles de su país, lo que lo proyectó a la Casa Blanca del fútbol, pero antes debió salir a préstamo. Similar al trayecto que tuvo Cambiasso en sus inicios.

Su regreso se dio en la convulsionada temporada 18/19, esa que empezó con el ciclo Lopetegui tras la salida de Zidane, la continuación con Solari y el cierre una vez más con el crack francés al mando. Desde ahí, fue una especie de jugador número 12. Variante en el medio al Kroos-Modric-Casemiro, opción de cuarto volante, alternativa de tercer punta o incluso llegó a jugar de lateral derecho. Muy parecidos a los roles que ocupó Vidal su carrera.

 

Valverde se ganó el mote de utilitario, eficiente y rendidor. Cuando en la final de la Supercopa de España 2020 Morata se iba solo a darle el título a Atlético de Madrid, Pajarito no dudó en derribarlo para entrar en la historia y en los manuales del foul táctico. Roja, sí, pero a los penales y posteriormente consagración. “Le pedí disculpas a Álvaro. No está bueno hacer lo que hice, pero era lo único que me quedaba hacer por el equipo”.

En la campaña 21/22, ya con Carletto Ancelotti al mando, pasó de alternativa a ser utilizado muchas veces como titular. Incluso funcionó como pegamento entre el mediocampo y los delanteros en gran parte de la campaña. El broche de oro fue su pase gol, yendo desde la derecha al centro, para Vinicius en la final contra Liverpool. ¿Y su cuota goleadora?

Fede no pudo gritar con la camiseta de Peñarol (13 partidos). Tampoco lo hizo con la de Deportivo La Coruña (25 PJ). En casi 150 encuentro en cinco temporadas, apenas celebró seis tantos. Su compromiso colectivo le quitaba el egoísmo que muchas veces tiene que tener un definidor. La lectura de juego puesta al servicio de los demás, más que en el lucimiento personal.

“Un entrenador tiene que trabajar con el jugador para tratar de que tenga claro su desarrollo; para entender lo que lo hace grande”, expresó Ancelotti en su libro Liderazgo Tranquilo. Viejo zorro, sabe de relaciones humanas. “Para saber si es el mejor del mundo en su posición hay que esperar. Tiene mucha calidad, no es solo el dinamismo y la energía”, lo elogió. Pero después de la caricia, vino la provocación: “Lo raro es que solo marcase un gol la temporada pasada. Si no hago que marque diez goles por temporada, rompo mi carnet de entrenador”. El desafío estaba planteado, pero el conductor se hacía cargo. Una jugada maravillosa.

En lo que va de la temporada 22/23, disputó 17 encuentros y ya tiene 7 goles. Necesitó un 10% de sus partidos previos para superar su cuota goleadora en toda su estadía en el club. “Hoy marcó con pierna izquierda y nunca lo vi pegarle con esa. Significa que está tomando confianza”, dijo su entrenador. “La apuesta me ha ayudado a tener esa fe, esa confianza y esas ganas de querer ir a buscar el gol”, devolvió Valverde.

En las vísperas de disputar su primer Mundial, Pajarito está demostrando que su crecimiento no tiene techo. La misma inteligencia que tiene para leer el juego, la posee para desenvolverse en un fútbol que muchas veces es un ambiente hostil para quienes fueron prodigios. En ocho años pasó de demostrar su admiración en Twitter a Toni Kross, a que el mismísimo Presidente lo señale como uno de los tres mejores volantes del momento. Valverde es un fiel representante del fútbol sudamericano. Valverde esperanza.