Sydney 2000. Un joven de 22 años de Guinea Ecautorial salta a la fama por su infructuoso y dificultoso intento de completar la prueba de 100 metros libres. En el mismo Juego Olímpico en el que un adolescente Ian Thorpe, el "Torpedo australiano", se transformaría en uno de los mejores nadadores de la historia. Ese joven era Eric Moussambani y poco y nada sabía sobre la natación y el olimpismo. Guinea Ecuatorial es uno de los países más pequeños de África central, con un territorio continental y cinco islas volcánicas. Su capital es Malabo que se ubica en la isla de Bioko, sobre el Golfo de Guinea, justo enfrente de Camerún. El 74% de la población habla habla español de forma nativa porque fue una colonia africana de España junto con el Protectorado Español de Marruecos, Ifni y el Sáhara Español. El resto, además de los dialectos vernáculos, hablan portugués y francés. Su independencia de España se proclamó el 12 de octubre de 1968, durante el undécimo Gobierno de Francisco Franco, como parte del llamado "proceso de descolonización de África", apoyado por las Naciones Unidas.

La historia de Eric Moussambani se inscribe como una verdadera metáfora del movimiento olímpico. Casi una parábola risueña. En rigor, el Comité Olímpico Internacional (COI) otorga desde hace varias ediciones invitaciones especiales a las naciones menos desarrolladas para que envíen atletas para ganar experiencia deportiva en medio de un Juego Olímpico. Entonces, el 15 de septiembre del 2000, Moussambani entró al Estadio Olímpico de Sydney junto con otros tres atletas de Guinea Ecuatorial (un hombre y dos mujeres). Y lo hizo como abanderado. Para ello, antes, durante casi un año, debió aprender a nadar porque Eric no tenía ni la más remota idea sobre el deporte de las brazadas rápidas, aceleradas y acompasadas para deslizarse en el agua. Su objetivo, en verdad, era no hundirse cada vez que se zambullía en la única pileta que había en Malabo. Una de apenas 13 metros de largo en un hotel. "La piscina es para los huéspedes. Te podés entrenar de 5 a 6 de la mañana, tres veces por semana", le comunicaron desde el Comité Olímpico de Guinea Ecuatorial.  

Eridc Moussambani, en acción (Fuente: Getty Images)

Eridc Moussambani, en acción (Fuente: Getty Images)

Cuando llegó a Sydney se encontró con un mundo diametralmente diferente al suyo. Y la Villa Olímpica, en Homebush Bay, cercana al Parque Olímpico, lo sorprendió a cada paso. "Iba a viajar al exterior y a representar a mi país. No tenía ni idea qué eran los Juegos Olímpicos. El viaje duró como tres días. Ni recuerdo por cuántos países pasamos", confesó años después en una entrevista. "Todo era inmenso, en especial, la pileta olímpica. ¡En mi vida había visto algo así!”, agregó. Pero, sin dudas, lo que más lo sorprendió fue la pileta. ¡Tenía 50 metros! Temor e incertidumbre arrumbaron su cuerpo: “La pileta me asustó desde el primer día. Mucha agua para mí. Fue un tormento", contó. Los turnos de práctica en el natatorio de Sydney fueron su verdadera escuela para hacer un aprendizaje contrarreloj. Sobre todo, para intentar aprender algo fundamental: la vuelta que se da contra la pared opuesta a la que se larga. Es decir, el famoso viraje de crol para continuar la carrera. Un entrenador sudafricano se apiadó de aquel desconocido que se tiraba en la pileta como un neófito. "Me enseñó todo. Me dio la técnica para sumergirme y empujar con los pies para salir con fuerza en la vuelta. Lo ensayé mucho con él. Si hasta me dio el traje de baño celeste que usé el día de la carrera", recordó Moussambani.

El martes 19 de septiembre Eric Moussambani saltó a la fama: al agua, en verdad. Lo llamaron para su serie, con otros dos desconocidos nadadores: Karin Bare, de Nigeria, y Farkhod Oripov, de Tayikistán. Eran sólo tres participantes en esa serie. Pero compitió solo porque sus oponentes hicieron la partida en falso. "El estadio estaba lleno de gente, eso me puso peor. No podía creer que fuera a nadar frente a tanta gente", reconoció. Y agregó: "Los primeros 50 metros creo que estuve bien, hice una buena actuación. El agua estaba muy limpia y era raro ver las cámaras ahí abajo. Concentré toda mi energía en darme aliento para llegar al final. En los segundos 50 metros estaba agotado. Si miran el video, no pude sentir mis piernas. Sentía que no iba a ir más lejos. Me estaba moviendo en un solo lugar. Pero sabía que el mundo entero me estaba observando: mi país, mi madre, mi hermana y mis amigos. No me preocupaba el tiempo. Todo lo que quería era terminar". Luego de los primeros 40 metros todo se complicó para Eric. La vuelta fue en cámara lenta, al igual que su braceo en los 50 metros finales. El grito del público, el "Go, Go, Go", ganó la escena. Nadie, absolutamente nadie, podia creer lo que estaba viendo. Insólito, tardó 1m52s72/100 en completar los 100 metros para quedarse con la peor marca de la historia. En ese Juego, el ganador del oro en los 100 metros fue el holandés Pieter Van den Hoogenband, con 48s30/100.

Su historia, la que edificó en Sydney 2000, puede cimentarse con lo que le dijo un joven Thorpe (que allí se quedó con tres oros y logró el récord mundial en los 400 metros libres), de 17 años: "Congratulations, this is the Olympic Spirit". A partir de allí se lo conoció como "Eric, la anguila". Y su efecto positivo fue tal que logró que su país instalara dos piletas de 50 metros para promover el deporte.