Hay árbitros que de inmediato corren hacia el jugador para mostrarle la segunda amarilla y como consecuencia la tarjeta roja. Pese a que tienen la autoridad de ampararse en el reglamento para hacerlo, la amargura impulsa su premura. Su necesidad de protagonismo pasa por encima de la máxima alegría para un futbolista que es el festejo del gol. Por fortuna, como todo en la vida, hay excepciones. El silbante naturalizado estadounidense Ismail Elfath llevó a cabo la expulsión más emotiva en una Copa del Mundo cuando tuvo que mandar a Vincent Aboubakar al vestidor luego de quitarse su playera para celebrar una anotación.

No se trató de cualquier gol. El delantero camerunés perforó el arco de Brasil en un Mundial para darle una victoria histórica a su selección. Así haya alineado con suplentes, la Verdeamarela es la Verdeamerela y vencerle siempre viste, más aún tratándose de una justa mundialista. Aboubakar estuvo en el lugar preciso en el momento exacto para cabecear el balón y dejar sin posibilidad de intervención a Ederson en tiempo añadido.

Luego de conectar con la pelota, Aboubakar aguardó un segundo para confirmar que en efecto la redonda ingresó a la portería. Cerciorándose de que en efecto había anotado, se transformó en la euforia misma y emprendió la carrera hacia una de las esquinas para festejar con los suyos. Lo hizo despojándose de su camiseta, prenda que presumió con orgullo a la tribuna mostrando su dorsal 10.

El regocijo por doblegar a Brasil traicionó su inconsciente haciéndole olvidar que ya estaba amonestado, por lo que no midió que la expresión de su felicidad iba a traerle consigo un segundo cartón preventivo para recibir la roja indiscutible. Sin embargo, su instante de júbilo y locura fue respetado por el árbitro Ismail Elfath, quien a la distancia atestiguó esa imagen con serenidad e incluso con una sonrisa.

Toda vez que el camerunés reaccionó, él mismo se dirigió hacia Elfath para que éste cumpliera con su deber echándolo de la cancha. Sonriente, expresándole que de corazón entendía su alegría, el árbitro lo expulsó de forma cordial. Ambos chocaron sus manos en gesto de armonía. Cada uno prosiguió con su respectivo destino enmarcados por risas en sus rostros, como sintiéndose agradecidos por haber compartido una de las situaciones más impensables en un Mundial dadas las circunstancias.

El tino que no tuvo Aboubakar para medir su festejo, sí lo tuvo el silbante. De origen marroquí, Elfath comprende perfectamente que las proezas africanas en Copas del Mundo son contadas y limitadas, así que no iba a arruinar la celebración de esa pequeña gran gloria de autoría camerunés. Algunos podrán decir que al final no sirvió de nada porque Camerún no clasificó a la siguiente ronda, pero para su historia es una hazaña que pocas selecciones pueden presumir. Y es que los Leones indomables pueden jactarse de haber derrotado a Argentina y Brasil en Mundiales. Nunca se sabe cuándo esas anécdotas, narradas como épicas desde su trinchera, pueden influir para que en un futuro aparezca un grupo de once cameruneses capaces de escribir más y mejores relatos en una cancha.

Para Ismail Elfath, quizá, el episodio vivido con Aboubakar fue apenas un insólito y conmovedor prólogo de otra gesta que estaba por venir y la cual le provocaría más sonrisas. Pero la iba a disfrutar como aficionado, no como elemento del juego. ¡Lo que habrá sentido al ver a Marruecos en semifinales! Porque por muy estadounidense que sea actualmente, Casablanca siempre le acompaña en la sangre y en la piel.