Con cuatro triunfos consecutivos, uno por Copa Mx y tres por Liga con clásico incluido, Matías Almeyda pudo encarrilar un rebaño que se enfilaba hacia el abismo.

Hace apenas dos semanas era impensado ver a Chivas en posiciones de Liguilla. El equipo acumulaba derrota tras derrota, enfrentando a los jugadores con los aficionados y generando una depuración profunda en la estructura del club, que comenzó con el entrenador, Chepo de la Torre, y llegó hasta el presidente de la institución, Néstor de la Torre.

Chivas no ganaba 3 partidos en fila por Liga MX desde el Clausura 2012

A 8 mil kilómetros de distancia, Matías Almeyda presentaba su renuncia en Banfield, club con el que había conseguido el ascenso a Primera División en Argentina y al que le imprimió un estilo de juego ofensivo, siempre vistoso de ver, pero en el que los resultados le estaban soltando la mano. Nada sabía el Pelado de lo que sucedía en Guadalajara al momento de decir adiós, pero las Chivas tocaron a su puerta.

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A su llegada, la reacción del equipo fue inmediata. En el debut, ante un estadio Omnilife repleto para darle la bienvenida, fue victoria 2-1 ante Querétaro, último subcampeón de Liga. Ese 20 de septiembre, hubo más empuje que juego, pero ya podía notarse que los ánimos renovados de Almeyda habían influido de manera positiva en la mentalidad de los jugadores.

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Cuatro días más tarde, le tocó sufrir en Copa MX ante Morelia, con un equipo alternativo, pero una vez más lo acompañó el resultado, siempre vital en el inicio de un proceso que necesita tiempo y paciencia para su desarrollo. Fue victoria 2-1 y un enorme impulso anímico para enfrentar el partido más esperado, el clásico nacional en el mítico Estadio Azteca.

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Las dos victorias consecutivas no eran suficientes para catalogar a Chivas como favorito en el clásico de clásicos, menos aún por ser visita de un América que se mostraba superior. Sin embargo, en aquel primer tiempo en el Azteca, el juego de asociación comenzó a aparecer y con él, se agigantó la figura de un histórico Omar Bravo, definidor letal que, al fin, empezaba a sentir que era bien abastecido. Sobre el final, se sufrió para aguantar la diferencia de 2-1, pero el pitido final desató la locura y disparó la loca idea de que en Chivas se estaba viviendo un milagro.

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Con el último triunfo ante Monterrey, el rebaño sagrado acumuló su cuarta victoria consecutiva, tercera por Liga MX, seguidilla que no se lograba desde el Clausura 2012. En todo México se comenzó a hablar del “efecto Almeyda”. El argentino, por su parte, les regala los méritos a sus futbolistas: “Nosotros tratamos de darle herramientas a los jugadores analizando al rival pero un técnico no es más protagonista que los jugadores, entrenamos, damos esas herramientas y después ellos entran al campo”, explicó, modestamente, el Pelado.

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En su primer partido, Almeyda le dijo a sus jugadores que nada de lo que se propusieran se lograría sin sufrir, pero el sufrimiento vale la pena cuando invita a soñar en grande.

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