Los dos goles mágicos de Maradona a Inglaterra en el Mundial de 1986 le regalaron al fútbol argentino un tesoro único. Sin embargo, en un pasillo del Estadio Azteca se perdió una joya invaluable.
Si hay una imagen futbolística repetida, jamás hasta el hartazgo, en todo el mundo, es la de Diego Maradona danzando en tierras mexicanas con esa camiseta azul brillante, con un diez de plata que cambiaba su apariencia dependiendo de cómo la enfoque el sol, de futbolistas ingleses tropezando una y otra vez en su intento de evitar lo inevitable.
Lo que pasó en aquel Mundial de México 1986 es historia más que conocida. ¿Pero qué pasó con aquella playera mágica? La respuesta la tiene Steve Hodge, el último en tocar el balón antes que Dios interpusiera la mano entre el sueño inglés y la realidad. Sí, al mejor estilo de los legendarios piratas británicos, el exjugador de Tottenham y Aston Villa, entre otros, se quedó con un tesoro invaluable: “No sé cuánto puede valer esa camiseta, sé que una de Pele estaba valorada en 150.000 libras en su momento”, aseguró Hodge a la Revista Líbero.
Finalizado el duelo ante Argentina, el centrocampista inglés sintió culpa de su error, auqnue confesó que sus compañeros jamás se lo reprocharon. Angustiado, en lo único que pensó fue en abandonar el campo y terminar el cuento cuanto antes. Pero los pasillos del Estadio Azteca le tenían reservado un último capítulo. Un cruce de miradas y un gesto en el pecho sirvió para que Maradona y su víctima se intercambiasen la que, sin admisión de dudas, es la camiseta más valiosa de la historia del fútbol.
Tal vez por vergüenza, o por sentirse culpable de una predestinada eliminación inglesa, Hodge mantuvo oculta la valiosa prenda que jamás tendrá el fútbol argentino. Confinada a un ático durante 16 años, amagó con perder el brillo, hasta que en 2002 la donó al Museo de Preston. En 2012, la camiseta se mudó a Manchester, donde hasta hoy permanece expuesta en el National Football Museum. “La camiseta aún mantiene el sudor, jamás la lavé”, contó Hodge, quien en 1986 privó a Inglaterra de un tesoro único, pero que en un pasillo del Azteca se regaló una joya invaluable.
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