El curling suele ser uno de los deportes que más interés genera en todos aquellos que no practican y/o consumen deportes de invierno. Una situación que puede explicarse en cada cita olímpica, como la próxima que habrá en Pekín, del 4 al 20 de febrero.
En sí, el curling es un deporte de precisión, de gran precisión, similar al bowling o a las bochas (en la Argentina). Allí, a grandes rasgos, dos equipos de cuatro participantes compiten entre sí con la misión de deslizar ocho piedras de granito, de 20 kg cada una, sobre una pista de hielo de 45,5 metros de largo y 4,75 metros de ancho. Una vez realizado el lanzamiento, los otros integrantes del equipo (sweepers o barredores), provistos de brooms (cepillos), acompañan a cada piedra actuando sobre la superficie de hielo para facilitar su avance o variar su dirección mediante el lijado o fricción de la superficie. Siempre, sin tocar la piedra. Una vez realizados todos los lanzamientos, los puntos se otorgan en función de la cercanía de estas piedras a la diana marcada en el centro al final del pasillo. Por ejemplo, la piedra más cercana al centro de la diana, cuenta un punto; si la siguiente es del mismo equipo, cuenta dos; y así hasta que la siguiente sea del equipo contrario. Se suele jugar a 8 o 10 mangas (sets). Al final del partido gana el equipo con mayor puntuación. Y, en caso de empate, se realiza una prórroga con una manga extra.
Con todo ello, el mundo del curling se circunscribe a Canadá, Estados Unidos, Europa, ambas Coreas (del Norte y del Sur) y Japón. Y su origen tiene sus primeras referencias en Escocia, alrededor de 1540. Allí se jugaba en lagos y estanques congelados con piedras que tenían diversas formas y tamaños, y los jugadores escogían la más útil para colarla por un agujero del hielo o alcanzar una diana. Todo era válido como parte de la estrategia.
En la actualidad, el tamaño de las piedras olímpicas se ha estandarizado, y cada una pesa 20 kilos, con una anchura de 278 milímetros y una altura de 136 milímetros. Pero todas tienen un mismo lugar de origen: una pequeña isla desierta de la costa escocesa llamada Ailsa Craig, un peñasco en pleno Fiordo de Clyde, con un diámetro de unos 3,2 kilómetros, situada a unos quince kilómetros de la costa escocesa. Esta isla, a lo largo de la historia, tuvo una fortaleza en el siglo XVI, una prisión en los siglos XVIII y XIX, y, más recientemente, un santuario de aves con numerosas especies como alcatraces, frailecillos o rissas (de la familia de las gaviotas). Hoy está deshabitada, salvo para la explotación del granito.
La isla de Ailsa Craig es una roca, una roca muy particular, gestada por una intrusión granítica que se formó cuando una burbuja de magma surgió desde las profundidades de la corteza terrestre y emergió hacia la superficie enfriándose muy lentamente. La composición del magma y su lento enfriamiento le aportan al granito verde de Ailsa Craig propiedades únicas: agarre especial en el hielo y la capacidad de aguantar choques con otras piedras durante la práctica deportiva sin astillarse o romperse.
Por todo eso, el granito de Ailsa Craig es uno de los más duros y puros que hay en el mundo. Además, mantiene la forma a pesar de las condiciones de humedad de las pistas de hielo en las que se disputa el curling.
Entonces, el cuerpo de una piedra olímpica de curling sale del granito verde de la isla de Ailsa Craig. Para la corona, que es la parte de la piedra que está en contacto con el hielo, se usa granito Blue Hone, también propio de Ailsa Craig. Este material es resistente al agrietamiento y la condensación, por lo que es ideal para este deporte, donde la capacidad de la piedra para deslizarse por la superficie es fundamental.
La fábrica Andrew Kay & Co. Curlinstones Ltda tiene la exclusividad para explotar el granito de Ailsa Craig, dede 1851. Allí se trabaja en forma de cosecha y no todos los años se saca granito. Por caso, en 2013, tras una pausa de 11 años, recolectaron 2000 toneladas que les permitió cubrir la demanda hasta 2020. La siguiente se inició en 2017.
Por todo esto, la isla de Ailsa Craig representa un lugar místico para los curlers y fanáticos de este deporte conocido también como el “ajedrez sobre hielo”.