En cuestión de días, cuando Christian Gray vuelva a pararse frente al pizarrón de la Escuela Primaria de Auckland o en la Escuela Intermedia Mount Roskill, en Nueva Zelanda, tendrá una clase fuera del programa habitual. Sus alumnos deberán prestarle atención como nunca antes: les enseñará, con orgullo, el gol más importante de su vida. El que le marcó a Boca en el Mundial de Clubes. Aquel que significó un empate histórico para Auckland City. Y el que, además, dejó un millón de dólares en las arcas del club.
Si la eliminación en fase de grupos fue un golpe duro para el Xeneize, el cierre resultó aún más doloroso. Porque no pudo vencer a un rival semiprofesional y terminó recibiendo un gol de un maestro que está de vacaciones.
Sí, Gray, el defensor central que a los siete minutos del complemento saltó por los aires, le ganó de arriba a Rodrigo Battaglia y estampó el inesperado empate de Auckland, se gana la vida como profesor de educación física. Y de yapa, finiquitó el sueño de los octavos de final para el Xeneize, con el plus de convirtir el primer gol de Auckland en el torneo, luego de haber recibido 17 tantos en los partidos anteriores.
“Es el momento más importante de mi carrera”, declaró el propio Gray, quien gana 90 dólares por semana, aún sin creérselo, después de ser elegido el jugador del partido. “Es surrealista. Lo más grande es hacer feliz al club”, agregó, mientras desde el otro lado del mundo, sus alumnos se alistaban para asistir a clase mientras miraban la televisión con los ojos llenos de orgullo.
Teniendo eso en cuenta, ni la emoción del momento le permitió a Gray olvidarse de los pequeños que aguardan por su regreso. “Tengo algunas tareas que se han acumulado en el último mes, así que eso es a lo que voy a volver“, admitió, ya intentando retomar poco a poco su ritmo de vida habitual.

El momento exacto que Gray se convirtió en leyenda de Auckland City (Getty).
Unas vacaciones inolvidables
Gray llegó a Auckland City en 2022, con apenas 25 años y la certeza de que debía combinar el fútbol con otro empleo. Empezó a trabajar como docente en dos escuelas y, en sus ratos libres, también se desempeña como peluquero. Para poder viajar al Mundial de Clubes, tuvo que pedir una licencia especial de 25 días. Seguramente nunca imaginó que ese permiso incluiría un gol inolvidable ante Boca, en Estados Unidos.
Su pase está tasado en 175 mil euros. Un monto que solo podría pagar si ahorrara su salario durante al menos tres años: gana unos 60 mil dólares anuales, según el promedio que percibe un profesor en Nueva Zelanda. Aunque con el millón de dólares que recaudó Auckland por el empate, bien podría comprarse a sí mismo.
Acumula 70 partidos con el equipo neozelandés, y los momentos grandes ya parecen acostumbrarse a él. Su anterior gol también fue decisivo: lo hizo en la final de la Champions de Oceanía 2024, el tanto que selló la clasificación al Mundial. Pero este, frente a Boca, le sumó un capítulo más a su historia. Uno que, desde ahora, será parte de los exámenes en sus clases.

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