Qué lindo que es el fútbol. River fue campeón gracias a los cambios de Martín Demichelis, a quien puteaban los hinchas. Le gritaban “poné a los pibes”, había armado mal el equipo con Sebastián Boselli de lateral derecho, Milton Casco por izquierda y Matías Kranevitter como único volante central, perdía, estaba angustiado, lo silbaban y de repente Micho en el entretiempo cambió.
Puso a Santiago Simón, clave para el empate, al Diablito, clave para que lo de vuelta, y en el final pone a Rodrigo Aliendro que se destapa con un golazo inolvidable para darle el tercer título al River de Demichelis.
A veces ganan los buenos y está bueno eso. Está bueno que Martín Demichelis, que es un buen tipo, pueda ser campeón y que River festeje la tercera estrella de este ciclo gracias a sus cambios.
La única perla negra, como diría Guillermo Nimo, fue que el VAR no llamó al árbitro por el codazo de Facundo Colidio contra Edwin Cetré. Esperemos ver todas la semana al periodismo y a los periodistas hinchas de River indignados. No nos indignemos solamente cuando favorecen a Barracas.
Y también, la angustia que debe tener Eduardo Domínguez por haber sido mezquino y avaro. Hizo lo peor de Estudiantes de la Plata, lo que dice Ángel Cappa, que es defensivo, que no ataca, que se cuelga del travesaño.
En vez de tener la grandeza Pincha de ir a buscar el segundo, ante un River que estaba golpeado por el ambiente que se respiraba, se colgó del travesaño, especuló demasiado, confió demasiado en su arquero y se quedó sin nada.