Después de un partido amistoso en 2015 entre Inter Playa y Chivas en Playa del Carmen, Carlos Salcido complació a la afición local con firma de autógrafos y tomándose fotos. Previamente lo había hecho con personas que se acercaron a él tras su llegada al estadio Mario Villanueva.

Ofreció disculpas a quienes no pudo atender por cuestiones de tiempo, entre ellos a varios pequeños que apenas lograron estrechar su mano. Amable, sincero, prometió volver para saludarlos con más calma. Sus palabras no fueron en vano.

Volvió en 2017 a Quintana Roo para hacer pretemporada con Chivas en Cancún. Allí, por invitación de Matías Almeyda, llegaron niños y adolescentes que militaban en las divisiones inferiores de Inter Playa, club de la Liga Premier del futbol mexicano; el Pelado los integró a los entrenamientos para motivarlos a seguir con el sueño de llegar lejos en las canchas.

Terminadas las prácticas, los chicos fueron invitados a desayunar junto al plantel estelar de Chivas. Mientras que algunos jugadores se reunían a lo lejos para hablar por teléfono, Carlos Salcido decidió sentarse en la misma mesa que los invitados de Almeyda para compartir sus alimentos. Lo primero que hizo fue sugerirles a los muchachos olvidarse del celular por un momento, así que lo apagaron, o lo guardaron.

Platicó, atendió sus dudas, les dio consejos. Se quitó la etiqueta de futbolista para ser un tipo más que soñó con ser profesional. Les contó acerca de su infancia, de sus miedos, así como de las adversidades que debió enfrentar para no darse por vencido. Todo lo que le preguntaron, todo les respondió.

Salcido no solamente se esperó a que el último chico terminara de comer su postre, sino que pidió un café para prolongar la conversación. “Ustedes ahorita me están regalando mucho. Me veo reflejado, yo estuve en sus zapatos. Para mí ahora empieza otra etapa, porque ya debo pensar en el retiro”,les comentó.

Al levantarse de la mesa, se tomó las fotos de rigor con ellos. La sorpresa es que entre esos invitados estaban algunos muchachos que dos años atrás solamente alcanzaron a extenderle la mano en Playa del Carmen. 

“Hasta que no salga bien, no me voy”, les dijo Salcido en referencia a las fotos que salían borrosas por los nervios, o por el clic mal dado a la pantalla. 

Para despedirse, agradeciéndoles por recordarle que alguna vez fue niño y cómo inició su vida en el futbol, el capitán de Chivas fue por sus pares de botines para obsequiárselos. Mientras que los chicos no podían creerlo, Almeyda sonreía a la distancia por ese gesto. Y Salcido así cumplía su promesa de saludarlos con calma.