Revancha y resiliencia en dosis exactas. En el mejor de los sentidos. Así se podría explicar la actualidad que vive la guatemalteca Adriana Ruano, que en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 participará como tiradora.
Cuando Ruano era chica (nació el 26 de junio de 1995), en Guatemala, su país natal, la popularidad de la gimnasta Fernanda Portocarrero, que compitió en Barcelona 1992, la acompañó y le marcó el camino.
Por eso, admite la propia Ruano que eligió la gimnasia artística, tras tentarse primero con el ballet. El devenir, su devenir deportivo fue de menor a mayor. Primero en competencias locales y en poco tiempo, a los 7 años, a nivel nacional como parte de la Federación Nacional de Gimnasia de Guatemala. A los 8 pasó a formar parte de la Selección nacional. En 2005, con apenas 10 años, logró quedarse con el primer lugar en all around de la Copa Panamericana en Cancún, México. Títulos al por mayor que la acercaban a su sueño real, el más importante: ser olímpica.
Su vida estaba únicamente enfocada en su gran objetivo hasta que veinte días antes del Mundial de Gimnasia Artística de Tokio 2011, donde debía buscar la clasificación para los Juegos de Londres 2012, su vida cambió, por completo.
Tras varias consultas médicas, le diagnosticaron una grave lesión de columna. “Fue una lesión que venía de cuatro años antes, causada por muchos saltos y mucho impacto. Yo solía mantener un umbral de dolor muy alto y realmente nunca llegué a sentir dolor como tal. Fue más bien como un espasmo muscular, pero mis entrenadores insistieron en hacerme exámenes y resultó que la columna estaba dañada” , contó al sitio oficial de los Juegos de Tokio 2020. El mensaje era claro: si iba a Tokio, podría regresar en una silla de ruedas. Tras horas de incertidumbre y evaluaciones, Ruano, junto con su familia decidió bajarse del viaje. No llevaría su cuerpo a tal límite que la acercara a una invalidez de por vida. Tenía 16 años y lo que creía que iba a ser el hilo conductor de su vida, desapareció, se le esfumó. Por completo.
Y fue el propio médico que le explicó por qué no debía viajar a ese mundial quien le abrió un nuevo camino, una oportunidad. “El médico que estuvo tratando mi columna es socio del club de tiro donde practico. Al final fue un año de recuperación en el que tuve que llevar el corsé, sin hacer ningún tipo de deporte. Perdí totalmente mi forma deportiva porque no hacía mis siete horas de ejercicio diario y con la ansiedad empecé a comer. Así que hablamos con el médico para ver qué otras opciones de deporte había, y realmente ningún deporte era opción. Ajedrez, tiro con arco... Deportes que no impactaran mi columna. Y él me habló sobre el tiro con armas de caza”, explicó. Y agregó: “El mejor amigo de mi hermano es Rodrigo Zachrisson, que practica el tiro con armas de caza en la modalidad de skeet, y cuando supo le dijo a mi hermano que fuera un día a probar. Y así lo hicimos. En diciembre de 2012 fuimos con él y me prestó su escopeta. Fue la primera vez que disparé y dio la casualidad que el primer plato lo logré romper. El resto ya no rompí nada, pero ahí fue cuando decidí que le iba a dar una oportunidad a este deporte”.
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Al principio, a Ruano no le gustaba el tiro. Apenas iba para despejarse, para poner su mente en blanco y salir de la tristeza por lo que ya no era su mundo, la gimnasia. “Con el tiempo me fui apasionando. El tiro es un deporte de mucho trabajo mental. Lleva mucha introspección, concentración. En un inicio me dolió mucho dejar la gimnasia, y cuando yo veía el plato trataba de pensar que ese plato era mi pérdida, mi problema, y me daba cuenta de que cuando pensaba eso rompía el plato. Así que traté de agarrar el tiro como una terapia psicológica”, detalló la guatemalteca que fue voluntaria en los Juegos de Río 2016, el lugar donde decidió que buscaría en otro deporte sacarse su sed de convertirse en olímpica. En poco tiempo mejoró tanto que adelantó un ciclo olímpico su revancha. De pensar y pensarse en París 2024, Ruano consiguió antes su nuevo norte: ser olímpica en tiro, el deporte que significó para ella una luz en el camino. “Desde que me lesioné hasta ese momento, mi vida había sido muy monótona, muy en automático. Sentía que no tenía un rumbo, y así fue cuando dije, 'Dios me quitó de ese camino para ponerme aquí'. Son las sorpresas y regalos que uno nunca entiende de la vida. Es algo bonito, que me deja mucho aprendizaje. Y bueno, la casualidad de que mi Copa del Mundo iba a ser en Tokio y ahora los Juegos Olímpicos son en Tokio”, contó una atleta que cambió de deporte y podrá ser olímpica. Una historia de resiliencia. Un ejemplo, en sus palabras, “en cuanto a que si te caes, te puedes volver a levantar”.